«El Corazón de Jesús y el Corazón de María» (Juan Pablo II, junio 1985)

A las religiosas benedictinas, en Vittorio Veneto, 15-junio-1985.

A cuanto os digo en el mensaje que os dejo, quisie­ra añadir una palabra, inspirándome en la fiesta litúr­gica que ayer vivimos y todavía vivimos hoy: la so­lemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, hoy casi com­pletada por la conmemoración–yo diría también la fiesta– del Corazón Inmaculado de María. Por con­siguiente, os saludo en este Corazón, en el Corazón de Jesús a través del Corazón de María, Corazón ln­maculado, y os acerco a todas a este Corazón de Ma­ría que sabía aprender –de modo extraordinario– del Corazón de su Hijo. Normalmente son los hijos los que aprenden del corazón de las madres. Pero, con el tiempo, también las madres comienzan a aprender del corazón de los hijos. Esto se verificó de modo ex­cepcional, sobrenatural, divino, entre los dos Corazo­nes de Jesús y de María, de María y de Jesús. Aquí tenemos un Corazón experto, profundamente exper­to en los misterios de la Santísima Trinidad, de los designios divinos, un Corazón experto en el misterio de la creación a la luz del misterio de la Redención. Un corazón expertísimo. Ningún corazón humano, aparte el del Redentor, que es un Corazón divino, es tan experto en el misterio de la Redención comb el Corazón de María, Corazón Inmaculado. Tenía que ser inmaculado para poder ser perfectamente sensi­ble a todo lo que venía del Corazón divino de su Hijo, a todo lo que venía -digamos-también del Corazón eterno de la Santísima Trinidad, Padre, Hi­jo y Espíritu Santo. Por esto, tenía que ser inmacu­lado. He aquí el misterio litúrgico del día en que nos en­contramos. Queridas Hermanas, quiero encontraros en este misterio. Naturalmente, sin la pretensión de poderlo explicar en su plenitud, en su profundidad; quiero, al menos, tocar este misterio de ayer y de hoy, ambos profundamente unidos».
Angelus dominical en Treviso, 16-junio-1985.

La hora del Ángelus nos invita a dirigir la mi­rada a María …
Mediante el Corazón inmaculado de María queremos dirigirnos al Corazón divino de su Hijo, al Corazón de Jesús, de majestad infinita.
Esto es: la infinita majestad de Dios está escondida en el Corazón humano del Hijo de María.
Este Corazón es nuestra Alianza.
Este Corazón es la máxima cercanía de Dios a la vista de los corazones humanos y de la historia humana. Este Corazón es la maravillosa «condescendencia» de Dios: el Corazón humano que late con la vida di­vina: la vida divina que late en el corazón humano.
En la Santísima Eucaristía descubrimos con el «sentido de la fe» el mismo Corazón.
El Corazón de majestad infinita, que continúa latiendo con el amor humano de Cristo, Dios-Hombre.
¡Cuán profundamente ha sentido este amor el san­to papa Pío X, ya patriarca de Venecia!
Cuánto ha deseado que todos los cristianos, desde los años de la niñez, se acercaran a la Eucaristía, haciendo la Santa Comunión: para que se unieran a este Corazón, que para todo hombre es al mismo tiempo «Casa de Dios y puerta del cielo».
«Casa», he aquí que, mediante la comunión euca­rística, el Corazón de Jesús extiende su morada a todo corazón humano.
«Puerta», he aquí que, en cada uno de estos corazo­nes humanos. El abre la perspectiva de la eterna unión con la Santísima Trinidad
Madre de Dios! Mientras meditamos el misterio de tu Anunciación, acércanos este Corazón divino.
Este corazón que desde el momento de la Anunciación del ángel, ha comenzado a latir junto a tu corazón virginal y materno.