Hace un año de los asesinatos en la redacción de Charlie Hebdo

Ha pasado ya un año del terrible atentado contra la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo. En aquel momento todo el mundo era Charlie, según la consigna que se lanzó poco después de perpetrarse los asesinatos. Algunos, pocos y arriesgándose a que les cayera encima un chaparrón de insultos, se atrevieron a decir que no, que ellos no eran Charlie, que aun condenando tajantemente las acciones injustificables de los terroristas, no podemos aceptar el insulto, la blasfemia, como quintaesencia de nuestra civilización. La portada de Charlie Hebdo conmemorativa del aniversario de la masacre zanja el debate: cuando la respuesta a los asesinatos cometidos por islamistas es acusar al Dios de los cristianos de ser un asesino no hay mucho más que decir sobre estos sectarios monomaníacos. O sí. Es lo que hace el librito que, bajo la dirección de Philippe Maxence, ha publicado L’Homme Nouveau recogiendo los artículos publicados en el semanario católico sobre el tema Charlie. El título lo deja claro: «Frente a la fiebre Charlie. Los católicos responden». Del libro, rico en aportaciones, destacamos algunas especialmente orientadoras: «La libertad de expresión y la libertad de prensa no son el derecho a insultar, a despreciar, a blasfemar, a pisotear, a burlarse de la fe o de los valores de tus conciudadanos… El insulto es una violencia». (Pasquin) «Los medios de comunicación y la publicidad han reemplazado a la religión como autoridad espiritual: ellos dictan a la mayor parte de nuestros contemporáneos en Occidente qué deben creer, esperar y amar». (Didier Rance) «Los lugares en los que ha habido mayor número de manifestantes tras el eslogan «Yo soy Charlie» son las antiguas regiones más fuertemente católicas… Se puede hablar de “católicos zombies” a este respecto, es decir, de reflejos religiosos que perviven aún en las antiguas poblaciones mayoritariamente católicas pero hoy en día completamente esterilizados por la modernidad tardía en la que viven». (Philippe Maxence). «La identificación de Francia con el semanario satírico no es solamente escandalosa, sino también contraproducente en la medida en que confirma a muchos musulmanes en su pésima visión de la Francia actual».(Thibaud Collin). «Cortar cabezas por las calles y enarbolarlas entre los hurras de las masas fue, ya desde antes de la guillotina, una de las marcas identificativas de 1789… Saint-Just en 1794: “lo que constituye una República es la destrucción total de aquello que se le opone” […] Incluso si, a día de hoy, la cultura política hace inimaginable una destrucción física de los rebeldes, esta lógica fundadora de exclusión se mantiene viva y motriz. La vemos cotidianamente. Las fatwas del sistema son morales, mediáticas, judiciales». (Xavier Martin). «Nada hay más artificial que un gran miedo colectivo en el que se mezclan el deseo apasionado de los hijos de Mayo del 68 de conservar su modo de vida libertario y un sentimiento popular de incertidumbre sobre el mañana, sordamente hostil a una presencia pesante del Islam, y todo en un clima de espontaneidad evocando Egipto o Ucrania… La hegemonía de los libertarios no tiene nada que ver con la nación, solo importa a sus ojos la preservación de un estilo de vida fundado sobre el rechazo lleno de odio de los valores tradicionales. La idea de comunidad les resulta un horror».(Bernard Dumont). «La Ilustración posee su propio tipo de violencia mesiánica, su propio deseo de reconstruir el mundo a su imagen. La idea de que las ideologías y las instituciones etiquetadas como “religiosas” estarían particularmente sujetas a la violencia, al contrario que las ideologías e instituciones “laicas”, que no lo estarían, es sencillamente falsa. Lo cierto es que las personas tratan todo tipo de cosas como “dioses” por los que están prestos a matar: el dinero, las banderas, la libertad, la nación, el petróleo, etc.» (William Cavanaugh). «El islam, al rechazar toda crítica, provoca intrínsecamente el islamismo, la anarquía de Charlie, al rechazar la trascendencia y la autoridad, provoca la dictadura: esto está ya en Platón. Como la naturaleza tiene horror al vacío, eso que Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo en nuestra sociedad secularizada provoca o bien el totalitarismo ateo de un nuevo comunismo a lo Orwell, o bien el totalitarismo teocrático del islamismo. Ésta es la aporía de nuestro mundo moderno de la que no se puede salir si no es por la propuesta cristiana». (Jean-Michel Beaussant).