Una oración desde el corazón de la gran tradición mariana

El pasado 25 de marzo el papa Francisco consagró Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María
con un texto entretejido de citas de gran tradición mariana y que Andrea Tornielli explicaba en Vatican
News en artículo que reproducimos casi íntegramente.
Madre de Dios es el título con el que se venera a Nuestra Señora en Oriente y en Occidente, proclamado como dogma por el Concilio de Éfeso.
Madre de la Misericordia es una expresión que también se repite en la «Salve Regina». Es Él quien nos ha dado y ha puesto en tu Inmaculado Corazón un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Estas palabras evocan la revelación de Fátima: «Dios ha decidido establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón…» y «mi Inmaculado Corazón será tu refugio».
Aunque el dogma de la Inmaculada Concepción de María, proclamado por el beato Pío IX en 1854, pertenece a la Iglesia católica, las Iglesias de la Ortodoxia comparten la misma fe. El teólogo ortodoxo ruso Sergei Bulgákov, por ejemplo, sostiene que «en la ortodoxia, la fe en la ausencia de pecado personal de la Madre de Dios es como el incienso, como una nube de oración que la veneración y la piedad de la Iglesia concentran y elevan ». Además, la referencia al «refugio» hace resonar la antigua oración mariana «Sub tuum praesidium».
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos, a los que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. Podemos ver aquí una referencia a las apariciones marianas. Repite a cada uno de nosotros: «¿No estoy aquí, que soy tu Madre? ». Esta es la frase revelada por María al indio Juan Diego, en la aparición de Guadalupe.
Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Se puede leer
aquí una referencia a la «Virgen que desata los nudos», una imagen mariana a la que el papa Francisco es devoto de manera notoria.
Tú, «tierra del Cielo», devuelves la concordia de Dios al mundo. La expresión «tierra del Cielo» está
tomada de un himno monástico bizantino-eslavo, y poéticamente significa la unión entre el Cielo y la
tierra que podemos contemplar en María elevada al Cielo también con su cuerpo.
Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado.
Aquí se puede leer otra alusión a la «Salve Regina», donde hablamos del «valle de lágrimas».
El «sí» que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que,
por medio de tu Corazón, la paz llegará.
En estas palabras encontramos una alusión velada al inicio del Tratado de la verdadera devoción del santo de Montfort, según el cual Dios, igual que entró en el mundo a través de María, así, por medio de ella, quiere seguir reinando en el mundo.
Tú que eres «tierra del Cielo», disipa la sequedad de nuestros corazones. Esta es una cita de la oración de san Bernardo, «Virgen Madre, Hija de tu Hijo», presente en el último canto (XXXIII) de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Tú que has tejido la humanidad de Jesús. Se trata de una expresión inspirada en algunos Padres orientales. La imagen de María como «tejedora» está presente en la iconografía cristiana desde el mosaico del arco triunfal de Santa María la Mayor y durante todo el primer milenio.
Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia
y para la humanidad. La entrega a María tiene una referencia evangélica.
En el Evangelio de Juan leemos que Jesús, desde la Cruz, confía el único apóstol presente en el Calvario a su Madre. E inmediatamente después, añade, dirigiéndose a Juan: «¡He aquí a tu madre!». Encontramos huellas del acto de consagración o entrega a María al menos desde el siglo VIII, con Juan Damasceno, un teólogo árabe de fe cristiana y doctor de la Iglesia, originario de Damasco. Es él quien formula la primera oración de consagración a la Virgen.