Política, progresismo y populismo

Russell R. Reno, director de First Things, ha estado en España y ha concedido una entrevista a José Mª Sánchez Galera para El Debate de la que extractamos algunos fragmentos: «Parte del genio del cristianismo consiste en separar lo político de lo que constituye nuestro destino final. Es decir, en política tratamos de conseguir los bienes relativos a la Ciudad de los hombres, y admitimos que una felicidad final y completa sólo se da en la Ciudad de Dios, que está en el Cielo, y lograr esa Ciudad
está en las manos de Dios, no en nuestras manos. Cuando perdemos de vista esa distinción entre la Ciudad del hombre y la Ciudad de Dios, surge la tentación totalitaria de emplear el poder político para
traer la perfección a la vida humana.
No me gusta la palabra “valores”, porque los valores son lo que valoro. Lo cual tiende a centrar la
atención no en la razón y la verdad, sino en los sentimientos y las emociones.
Esto conduce a que la gente quiera “espacios seguros”, quiere sentirse cómoda. La religión es una
fuerza vigorosa que ancla nuestras almas en lo trascendente. Y esa es el ancla más profunda y poderosa de todas. Y esa canción, Imagine, es un mundo completamente fluido donde no hay orillas, ni islas. Estás nadando en un océano sin fin. Resulta agotador. Aunque los movimientos populistas
en Occidente pueden tener un punto cínico, y aunque estén dirigidos por políticos muy cínicos,
el impulso subyacente popular supone un intento desesperado por encontrar un líder que asiente sus
sociedades en algo sólido. Los tres cimientos son la Iglesia, la familia y la nación. Vivimos en una época de paradojas. Por un lado, movimientos de liberación que prometen un futuro utópico en el que tú puedes determinar quién eres, incluso puedes convertirte en hombre o en mujer. Y, al mismo tiempo, una perspectiva muy sombría del futuro.
Cuando yo era joven, la gente creía en el progreso, y ahora lo máximo a lo que podemos aspirar es la sostenibilidad. El progresismo insiste en la revolución que está a punto de crear un nuevo futuro, y, a la vez, es profundamente pesimista acerca de ese futuro. Es una combinación de cinismo e idealismo, de idealismo y pesimismo. Nadie quiere vivir en un mundo de idealismo vacío cuya última palabra es, al fi n y al cabo, la de la desesperación».