Prusia (V): la Unión de Iglesias Evangélicas de Prusia

Los acuerdos del Congreso de Viena en 1814-15 modelaron una Europa nueva, pero continuó apareciendo el enfrentamiento entre Austria y Prusia, entre Habsburgo y Hohenzollern. Era la ocasión que Prusia necesitaba para ser la heredera del Imperio Romano, por el que tanto suspiraba y que hasta pocos años antes había poseído Austria. Ésta perdió sus territorios en Bélgica, presionada por el Reino Unido, y ganó territorios en el norte de Italia y, aunque Prusia quedó dividida en dos partes, con el nuevo reparto, tenía más territorios que Austria.
Las desavenencias entre las dos potencias aumentaron, pues Alemania era una tierra compuesta por una importante cantidad de pequeños estados, bajo el dominio de dichas grandes potencias, Prusia y Austria. Así las cosas, la primera deseaba dotar a Alemania de órganos ejecutivos centrales fuertes, bajo su dominio, en cambio la segunda deseaba una libre asociación de estados independientes. El acta confederal alemana favoreció el interés de Austria en detrimento del de Prusia y la nueva Confederación alemana compuesta por treinta y nueve estados aprobó la formación de la Dieta federal, con sede en Frankfurt.
Ello no amilanó a Prusia, pues sus extensos territorios en tierra alemana, que llegaban desde las tierras renanas hasta el extremo oriental de Polonia, era claramente mayores. Prusia supo jugar hábilmente y se dedicó a armonizar los sistemas financieros de la Alemania del Norte y la política de seguridad federal. Ello preocupó a Austria, pues algunos estados importantes como Hesse y Bale suscribieron acuerdos aduaneros con Berlín, pues se llegó a crear una Unión aduanera de Prusia con Sajonia, Hesse, Hannover y el ducado de Nassau. Aunque no tuvo mucho éxito era un inicio del dominio de Prusia. La revolución de 1830, en Francia con la subida al trono de Luis Felipe causó en los pequeños estados alemanes una fuerte alarma, que favoreció la Unión aduanera creada y en la que se incluyeron la mayoría de los estados alemanes, salvo Austria, incluso Baviera y Wurtemberg. Incluía el 90% de la población alemana. En ella la política prusiana le tomó la delantera a la austríaca en el dominio de Alemania. Ella demostró a los liberales y a los progresistas de los pequeños estados que Prusia, a pesar de sus defectos, era capaz de encarnar una visión más moderna y racional. Prusia se había convertido en el refugio de los pequeños Estados alemanes. El temor de éstos a una nueva invasión francesa en 1840-41 reafirmó la primacía prusiana. También es cierto que los estados del sur de Alemania desconfiaban de Prusia y Austria se preocupó de mantener esta situación de temor y lograron que Prusia renunciara a toda iniciativa unilateral de toda nueva negociación sin su colaboración.
Desde el primer momento, 1817, Prusia quiso imponer una religión única en sus estados y para ello creó una confesión que incluyera a los luteranos y los calvinistas llamándola Unión de Iglesias Evangélicas de Prusia, siendo el Rey de Prusia la cabeza de dicha iglesia. La religión única era la clave para el dominio de los territorios. Ello repercutió en persecuciones a los «luteranos tradicionales» que se opusieron a ella; a éstos se les ofreció la posibilidad de ir a América o a Australia. En 1845 Federico-Guillermo IV decretó una amnistía para dichos expatriados. También los judíos sufrieron persecución, pues ,para obtener una función pública debían convertirse al cristianismo-prusiano; muchos de ellos huyeron a Polonia. Con los católicos fue con quien hubo más conflictos, especialmente con el deseo de los matrimonios católicos de educar católicamente a sus hijos, contraviniendo las leyes prusianas. En 1837, el arzobispo de Colonia August von Droste-Vischering, apoyado por el papa Gregorio VII confirmó dicha norma por contrato por escrito. El rey hizo detener al arzobispo para mostrar que «el poder real debía mantenerse sobre el de la Iglesia». También en la Prusia oriental donde dominaban los católicos polacos, los arzobispos de Posen y de Gnesen fueron encarcelados por mantener la misma postura que el de Colonia. Ello provocó grandes manifestaciones de católicos por todos los Estados católicos alemanes. Los obispos de Padeborn y Münster, hicieron lo mismo. El máximo representante de los católicos en esta polémica fue un renano católico ultramontano llamado José Goerres.
En las revoluciones del año 1848, el nacionalismo alemán provocó los últimos desacuerdos entre Austria y Prusia. Pues aquellos iban en contra de los Habsburgo, favoreciendo la idea de la nación alemana impulsada por Prusia. Esta grave cuestión de los 39 pequeños Estados tenía que ser tratada en el Parlamento nacional de la Dieta que tuvo lugar en Frankfurt con diputados venidos de todos los estados para elaborar una Constitución. La opinión de los liberales moderados y nacionalistas alemanes era que Prusia debía tomar la cabeza en Alemania. Era el primer paso para la creación del Imperio prusiano.