Sin la celebración de la liturgia, la comunidad cristiana se extingue

El sacerdote Don Roberto Colombo, que es también docente en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sacro Cuore de Roma, ha escrito en el diario Avvenire un artículo titulado Las condiciones para la reanudación de las celebraciones con el pueblo. Allí, antes de abordar cuestiones prácticas, nos regalaba una preciosa reflexión sobre la liturgia eucarística:
«Con una incisiva y densa combinación, el Concilio Vaticano II define la liturgia fons et culmen, fuente y cumbre de la vida cristiana. Es “la fuente de donde mana toda su fuerza vital” y “la cumbre a la cual tiende la acción de la Iglesia” (constitución spostólica Sacrosanctum Concilium, 10). Sin la celebración de la liturgia la comunidad cristiana se extingue. Con el tiempo se vuelve asténica, pierde la energía que la sostiene en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte: una energía sobrenatural que es la Gracia. La liturgia es la acción de la Gracia y a ella tiende el ánimo, la mente, el corazón y todas las obras de quienes forman la Iglesia: no sólo los sacerdotes que la presiden, sino también los fieles laicos que participan en ella”.

El sacerdote Don Roberto Colombo, que es también docente en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sacro Cuore de Roma, ha escrito en el diario Avvenire un artículo titulado Las condiciones para la reanudación de las celebraciones con el pueblo. Allí, antes de abordar cuestiones prácticas, nos regalaba una preciosa reflexión sobre la liturgia eucarística:
«Con una incisiva y densa combinación, el Concilio Vaticano II define la liturgia fons et culmen, fuente y cumbre de la vida cristiana. Es “la fuente de donde mana toda su fuerza vital” y “la cumbre a la cual tiende la acción de la Iglesia” (constitución spostólica Sacrosanctum Concilium, 10). Sin la celebración de la liturgia la comunidad cristiana se extingue. Con el tiempo se vuelve asténica, pierde la energía que la sostiene en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte: una energía sobrenatural que es la Gracia. La liturgia es la acción de la Gracia y a ella tiende el ánimo, la mente, el corazón y todas las obras de quienes forman la Iglesia: no sólo los sacerdotes que la presiden, sino también los fieles laicos que participan en ella”.