Edmund Campion (IX): su acción apostólica en Inglaterra

Londres era el foco de mayor peligro para los sacerdotes católicos, por lo que rápidamente ambos jesuitas, Pearsons y Campion fueron subiendo hacia las regiones de Windsor, Oxford, Northampton, Midlands, visitando las familias católicas y procurando, tanto ellos como sus anfitriones, no dejar rastro de su paso. Su misión era consolarles, reforzarles en su fe y animarles a seguir en ella. Viajaba con cierta comodidad, montado a caballo y vestido como un caballero de mediana fortuna. Encontró los anfitriones católicos generalmente empobrecidos hasta el límite de la ruina por las multas que debían pagar y en la mayoría de las casas algún miembro de la familia estaba en prisión. Por la región se extendía el rumor de que Campion había llegado y por la tarde se iban reuniendo los católicos de toda condición, caballeros, clerecía y trabajadores, y les recibía uno a uno confesando y aconsejándoles. Al alba se celebraba la misa y se repartía la comunión. Después de la misa, Campion predicaba. Los sermones de Campion se recordaron muchos años después de su muerte. El tono de emoción, la profundidad de sus imágenes, la precisión, la argumentación equilibrada, la estructura completa y la retórica que conmovieron en Oxford años atrás volvió a la región inglesa. Después de ello Campion seguía su camino y todos volvían a sus casas.
El peligro era cada vez mayor, el Alarde había convencido a las autoridades de que Campion estaba en Inglaterra y al mismo tiempo que se querían anular las razones de su escrito, se quería también evitar su evangelización. La alarma gubernamental encontró expresión en una proclama de enero de 1581 en que declaraba a los súbditos de Su Majestad, que bajo apariencia de seguir estudios viven en el extranjero, contrarios a las leyes de Dios y del reino, deben volver bajo pena de pérdida de todos sus derechos civiles, tanto ellos como sus parientes. Los jesuitas y los sacerdotes albergados deben ser entregados bajo pena de sedición y alta traición. En diciembre se había aprobado la tortura a los prisioneros religiosos. Campion estaba en Lancashire y Yorkshire cuando conoció estos decretos y siguió el plan de evangelización aprobado con su superior Pearsons.
Al margen de estas tensiones, Campion trabajó en la redacción de sus Diez razones. La situación entre los ingleses católicos había cambiado, nadie confiaba ya en la restauración de la Iglesia católica y sólo pedían el consentimiento de morir con el consuelo de los sacramentos. Él creía que lo importante era mostrar que su confianza estaba apoyada en la fuerza de su causa y no en sus propios recursos y así el título fue Diez razones de la confianza con que Edmund Campion se ofreció a defender su fe ante los hombres más notables de nuestras universidades. Para su publicación volvió Campion a Londres. La impresión costó mucho pues las persecuciones y el cierre de ellas obligó a cambiar de imprenta. Sólo hay conocimiento de tres copias de la primera edición. Su aparición causó profunda impresión y el obispo de Londres consideró grave el asunto.
Las principales razones de Campion eran que: los herejes siempre se han visto obligados a mutilar las Sagradas Escrituras en algún punto o cambiar el sentido del mensaje. Al rechazar la existencia de una Iglesia visible, niegan la existencia de cualquier Iglesia. Los protestantes, aunque parecen aceptar los primeros concilios, rechazan muchas de sus enseñanzas. Los protestantes no tienen en cuenta a los Padres de la Iglesia. La historia de la Iglesia es una continuidad, los protestantes no tienen tradición. Las obras de los principales autores protestantes tienen afirmaciones ofensivas. Emplean argumentos trucados y falaces. La diversidad y extensión de la Iglesia católica son impresionantes. Y acaba diciéndole a la reina Isabel: «Llegará el día, Isabel, en que podrás ver claro quienes te han amado, la Compañía de Jesús o los descendientes de Lutero».
Esta obra fue un trabajo destinado a influir en su época. El primer ministro Cecil, ahora barón de Burghley, instó al obispo de Londres y a los profesores de Oxford y Cambridge a redactar respuestas. En tres años aparecieron más de veinte obras para rebatir los escritos de Campion, junto con esta campaña también se incrementó la persecución contra él. Pero el impulso que dio a los católicos ingleses en un año de estancia en su país natal fue grande: llegaban los sacerdotes formados en Allen (Bélgica), se seguía celebrando misa en Inglaterra, la próxima generación aún aprendería las verdades de la fe, la Iglesia de Agustín, de Eduardo y de Tomás seguía viva, Campion ya se veía venir el sacrificio final: el patíbulo de Tyburn.
Esto llegó pronto, el martes 11 de julio de 1581 se despidió de Pearsons para seguir su evangelización por Lancashire y trasladarse luego a Norfolk, pero en Lyford, centro católico bien conocido, las ansias de los católicos de querer tener entre sí a Campion, le hicieron permanecer en el mismo lugar varios días. Ello permitió que George Elliot, cazasacerdotes profesional, que se pasó al anglicanismo para evitar penas de cárcel por violación y homicidio, especialmente encargado de detener al jesuita, le detuviera tras una larga y detallada inspección del edificio donde estaba. Era el domingo, 16 de julio de 1581. Su evangelización en Inglaterra había durado apenas trece meses, pero sus frutos perduraron muchos años.