Centralidad del domingo en la vida cristiana

Aunque hace años que nos damos cuenta de la continua disminución de la práctica dominical en España, las cifras que la cuantifican son dramáticas: según el barómetro del CIS de enero de este año, sólo un 14,6% de la población española afirma ir a misa los domingos.
Este hecho, consecuencia directa de la pérdida de fe de la sociedad española, no sólo afecta a aquellos que ya se han alejado de la Iglesia sino que atañe también, de algún modo, a los que cumplen aún con la letra del primer mandamiento de la Iglesia pero en los que, en su corazón, el domingo ha dejado ya de ser «el día del Señor».
Con el fin de recuperar la centralidad del domingo en la vida del cristiano, el Plan Pastoral 2016-2020 de la Conferencia Episcopal Española ha incluido como uno de sus objetivos el «proponer y fortalecer la celebración del domingo, eje y clave en la identidad cristiana, como día de descanso, día del Señor y día de la familia».
«La crisis del domingo –explica Juan Luis Martín Barrios, director de los secretariados de Pastoral y de Catequesis de la CEE, en Alfa y Omega– es la crisis del hombre contemporáneo», que ha expulsado a Dios no sólo ya de la sociedad política sino también de la familiar, dejando al individuo solo, aislado y en manos de un consumismo más destructivo cada día que pasa.
El domingo celebramos el triunfo de Cristo resucitado, nutriéndonos de su Palabra y de su cuerpo y sangre y manteniendo vivas en nosotros la fe, esperanza y caridad y, con ellas, el resto de virtudes humanas. Por ello, el olvido o minusvaloración del domingo como día dedicado al Señor trae como consecuencia no sólo el alejamiento del hombre de Dios sino la degradación del mismo hombre en su vida más ordinaria.
Así lo señalaba Fran Otero en Alfa y Omega a propósito de este tema: «La crisis de la Eucaristía dominical, central en la vida cristiana, no sólo tiene que ver con la práctica sacramental, sino también con aspectos antropológicos que de ella se derivan, que la Iglesia ha ido proponiendo a lo largo de los siglos y que han supuesto auténticas conquistas sociales. Así lo ponía de manifiesto el papa san Juan Pablo II en su carta apostólica Dies Domini, donde recalcaba que el domingo es el día del Señor, pero también un día para el descanso, la familia, la caridad… Dimensiones que, en mayor medida hoy que entonces, están en crisis».
En las recientes Jornadas Nacionales de Liturgia organizadas en Valencia los días 15 al 18 de octubre por la Comisión Episcopal de Liturgia de la CEE, que este año tuvieron por título «La celebración de la fe en el día del Señor», los diferentes delegados diocesanos de Liturgia pudieron profundizar en esta problemática que tan directamente afecta a la vida de la Iglesia. El magisterio reciente de la Iglesia sobre el domingo, Palabra de Dios y, el domingo en el misal romano, el domingo, entre el derecho y la pastoral, domingo sin Eucaristía, el domingo con asambleas especiales y el domingo más allá de la Eucaristía, han sido los principales temas abordados durante este encuentro.
Son muchas las cosas que se pueden «inventar» y proponer para intentar revitalizar el domingo como un día de parroquia y de familia alrededor de la Eucaristía dominical y, sin duda, es necesario utilizar todos los medios humanos posibles para acercar a los hombres a Cristo. Sin embargo, creo que una vez más, como decía el padre Orlandis, deberíamos desengañarnos de nuestras propias fuerzas y valer así como de todos los medios semihumanos y ordinarios que podamos pensar para lograr el objetivo propuesto y poner toda nuestra confianza directamente en el Corazón de Cristo. Los medios sobrenaturales (que, por supuesto, actúan sobre la naturaleza) son ya los únicos capaces de cambiar el corazón del hombre de hoy y a ellos hemos de acudir con confianza para acelerar el triunfo del amor de Dios, triunfo que revivimos cada domingo pero que sólo llegará a su plenitud con el regreso de Cristo, que restaurará individuos, familias y sociedades. La experiencia llevada a cabo en muchas parroquias, especialmente con la promoción de la adoración eucarística, me parece que pone de manifiesto cuál debería ser el camino a seguir.