El sacrificio de la tarde. Vida y muerte de madame Elisabeth, hermana de Luis XVI, de Jean de Viguerie

Afortunadamente se acaba de publicar en nuestra lengua El sacrificio de la tarde, la excelente biografía que de madame Élisabeth ha escrito el reputado historiador Jean de Viguerie, una obra que no defrauda y que, sin renunciar al rigor, se lee casi como una novela.
La vida de madame Élisabeth es intensa y nos ofrece una imagen de la vida en la corte muy alejada de la habitual. ¿Que hay frivolidad y vidas poco edificantes? Pues claro; pero también encontramos lo contrario, empezando por una esmerada educación que rompe con el tópico feminista: clases de física, ciencias naturales con el médico y naturalista Lemonnier, matemáticas con Mauduit, reputado como el mejor profesor en el Colegio de Francia. Para estudiar las lenguas un escritor, Goldoni, que usa sus propias piezas de teatro para enseñarlas. Y filosofía, aunque sea una niña. Cada año se proponen una selección de textos a trabajar: griegos, romanos… Cicerón, Séneca, Plutarco. No está nada mal. Y no se trata de la educación de la hija de ningún ilustrado enciclopedista, sino de la propia hermana de Luis XVI. Y esto ocurre mientras el admirado por tantos Jean Jacques Rousseau opina que las mujeres son incapaces de investigar las «verdades abstractas y especulativas» y que «todo lo que tiende a generalizar las ideas no es en absoluto de la competencia de las mujeres». Por suerte en la Corte de la vieja monarquía no siguen a esa luminaria de la democracia llamada Rousseau, y así madame Élisabeth se convierte en una persona instruida y ávida lectora de prensa, opositora frontal a las ideas de la Ilustración y de las primeras que comprendió el carácter de la Revolución francesa y del Terror al que se dirigía ineludiblemente.
Huérfana desde poco después de su nacimiento, madame Élisabeth estuvo siempre muy unida a su familia, incluida también su cuñada María Antonieta, con quien trabó una estrecha amistad. A los quince años decide entregar su vida a Dios pero sin apartarse de su familia, a la que cuidará y aconsejará hasta el final.
Devota y propagandista del Sagrado Corazón, lleva una vida ordenada de misa diaria y confesión frecuente. Una vez dispone de casa propia, en Montreuil, se vuelca en atender a los pobres, quedándose a menudo sin dinero y teniendo que tomar prestado para continuar esa labor.
Es también de los pocos que ve clara la naturaleza de la Revolución desde el principio, aunque sus advertencias no fueron escuchadas. Luego, cuando la tragedia se hace inevitable, rechaza la posibilidad de escapar del país, como tantos de su entorno harán, para permanecer con su hermano, Luis XVI, y su familia. Organiza además una asociación de amigos que hacen cadena de oraciones al Sagrado Corazón y prometen atender a los sacerdotes refractarios que se mantuvieron fieles a Roma. Obediente a su hermano incluso cuando ella tenía otra opinión, en un punto se negó a ceder: nunca aceptó la Constitución Civil del Clero y se negó hasta el final de sus días a escuchar misa de un sacerdote juramentado, lo que la haría merecedora de un especial encono entre los revolucionarios. Demostró así que su devoción y lealtad a su rey no pasaba por encima de su lealtad a Dios y su Iglesia.
Dispuesta al martirio, es un personaje clave en la actitud de la familia real durante su última detención. Sin dejar nunca de rezar y confortar a quienes la rodeaban, tras dos años de reclusión fue guillotinada durante el periodo del Terror. La oración que rezaba diariamente y que propagó entre sus allegados lo dice todo sobre su abandono a la divina Providencia y empieza así: «Ignoro por completo, Señor, qué me pasará hoy. Todo lo que sé es que no me pasará nada que Vos no hayáis previsto desde toda la eternidad. Esto me basta, Señor, para estar en paz».
Tras varios siglos durante los cuales su memoria nunca ha desaparecido, la figura de madame Élisabeth experimenta en nuestros días una creciente popularidad, como lo muestra la apertura de su causa de beatificación hace poco más de un año por parte del cardenal Ving-Trois, arzobispo de París. «El sacrificio de la tarde» es al mismo tiempo la biografía de una mujer excepcional a quien tocó una trágica y ejemplar vida y una nueva visión sobre unos hechos históricos que completan una imagen a menudo altamente distorsionada.