Razón del Número

Mayo, mes de María, Cristiandad acude gozosamente a esta cita anual mariana dedicando una vez más sus páginas a glosar la devoción popular a la Virgen Santísima. Forma parte de la experiencia cristiana más común de muchas generaciones unir distintos acontecimientos naturales y sobrenaturales en una íntima relación. Llegada de la primavera, mes de las flores, mes de mayo, mes de María. Como si fuera esta misma riqueza ambiental una ocasión propicia de manifestar nuestro filial agradecimiento a la que fue escogida para ser la Madre del Redentor. Recordemos unos versos del gran poeta mariano catalán Mn. Cinto Verdaguer:

Les dolces olors

de totes les flors

dins un encesar aplegar voldria,

vostre hermós altar,

de dia i de nit,

aquest maig florit

oh, Verge Maria.

El reconocimiento de la fuerza evangelizadora de la piedad mariana tiene una especial importancia en algunos santos que dejaron una huella profunda en las regiones donde se desarrolló su predicación. Valgan como ejemplo la labor apostólica de dos grandes santos marianos. El apóstol de la Vendeé, san Luis María Grignion de Montfort, santo mariano por excelencia, de grande influencia en aquella región francesa hasta el punto que al cabo de un siglo, cuando la Iglesia sufrió la gran persecución causada por la Revolución francesa , los vendeanos dieron testimonio de su fe y amor a Dios con la entrega heroica de sus vidas. Cataluña también ha tenido en san Antonio María Claret un santo de fuerte impronta mariana en su labor apostólica de carácter popular. Sus catecismos, devocionarios, sus misiones populares tuvieron una difusión importantísima para el alimento de la vida espiritual de muchas generaciones. Su recuerdo debería servirnos de estímulo y ejemplo para la labor de nueva evangelización tan necesaria en nuestras tierras.

También en este número hemos querido hacernos eco de dos acontecimientos eclesiales de carácter totalmente diverso. En primer lugar la persecución que sufren los cristianos a causa de su fe en Oriente Medio, países africanos y asiáticos, tierras de antigua fe y otras de más reciente evangelización, todas estas comunidades cristianas están dando un testimonio admirable que con toda seguridad es aurora de renovada santidad en la Iglesia. En segundo lugar el anuncio que ha hecho el papa Francisco de un «Año Santo de la Misericordia». En el número del mes de junio nos haremos eco más ampliamente de la bula de convocatoria del Año Santo, pero además, convencidos del carácter providencial para la Iglesia y para toda la humanidad de esta convocatoria, anunciamos el propósito de dedicarnos de forma monográfica durante todo este año al tema del amor misericordioso.