«El núcleo relevante y característico de la sociedad presente es el retardo, porque los modos de vida, particularmente en la mujer, se presentan desacompasados con su bios, lo que explica la enorme demanda de necesidad técnica y biomédica.
La sociedad, la cultura, la forma de vida, no coinciden con el tiempo biológico del humano, con sus desarrollos y sus ritmos. Pero este hecho se da en mayor medida en la mujer donde el ritmo biológico es continuamente forzado y violentado por el tiempo cultural, tecnificado y productivo. El objeto de tal desajuste es una ofrenda a la productividad y al consumo, un sacrificio de los humanos contemporáneos, particularmente de las mujeres, al rendimiento, al capital, al bienestar material y al disfrute de éste.
En las nuevas sociedades tardías son sobre todo las mujeres quienes ven sus cuerpos violentados, hormonados, forzados en continuo desajuste, por no acompasarse sus ritmos biológicos a las costumbres culturales, sociales, sexuales y productivas. El tiempo vivido se subyuga y sacrifica al «tiempo productivo».
Toda la vida sexual de una mujer ya no está, como en tiempos pretéritos, vinculada a la procreación, a la crianza, a la vida familiar, al cuidado, sino que, desterrada de estos entornos, se vincula hoy al desempeño profesional, al trabajo, a la productividad, y al ocio que puede lograr como producto o plusvalía de su rendimiento profesional.
La sociedad tardía en la que vivimos nos impele a desacompasar nuestros cuerpos biológicos, lo que implica la necesidad de hormonas, técnicas y, a veces, psicofármacos para seguir los ritmos impuestos por la cultura y la productividad.
Aparece así el problema de nuestro tiempo, de la cultura tardomoderna y tecnificada, que está tan dislocada que nos hace sentirnos invulnerables y, al mismo tiempo, nos abandona a la mayor vulnerabilidad: dependencias, angustias, desajustes y vacío».










