El próximo 20 de octubre se celebrará la 98ª Jornada Mundial de las Misiones. Para preparar dicha Jornada el papa Francisco ha elegido el tema de la parábola evangélica del banquete nupcial (cf. Mt 22,1-14), con la que ha querido destacar algunos aspectos importantes de la evangelización.
En primer lugar, la misión como un incansable ir e invitar a la fiesta del Señor. «La misión es un incansable ir hacia toda la humanidad para invitarla al encuentro y a la comunión con Dios. ¡Incansable! Dios, grande en el amor y rico en misericordia, está siempre en salida al encuentro de todo hombre para llamarlo a la felicidad de su Reino, a pesar de la indiferencia o el rechazo. (…) Por esto, la Iglesia seguirá yendo más allá de toda frontera, seguirá saliendo una y otra vez sin cansarse o desanimarse ante las dificultades y los obstáculos, para cumplir fielmente la misión recibida del Señor».
El Papa, en su mensaje, ha aprovechado para agradecer la entrega de tantos misioneros que, respondiendo a la llamada de Cristo, han dejado todo para ir lejos de su patria y llevar la Buena Noticia. Y ha recordado que todo cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en todos los ambientes, de modo que toda la Iglesia salga continuamente con su Señor y Maestro a los «cruces de los caminos» del mundo de hoy.
Retomando la parábola y precisando que la llamada es más bien una invitación, el Papa llamó la atención sobre el modo de esta misión de llevar el Evangelio a toda criatura, que debe tener necesariamente el mismo estilo de Aquel a quien se anuncia. Al proclamar al mundo «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» los discípulos-misioneros lo realizan con gozo, magnanimidad y benevolencia, fruto del Espíritu Santo en ellos; sin forzamiento, coacción o proselitismo; siempre con cercanía, compasión y ternura, aspectos que reflejan el modo de ser y de actuar de Dios.
En segundo lugar, el papa Francisco ha querido resaltar la perspectiva escatológica y eucarística de la misión de Cristo y de la Iglesia. El banquete de la parábola es reflejo del banquete escatológico, imagen de la salvación final en el Reino de Dios realizada desde ahora con la venida de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios. La misión de Cristo es la de la plenitud de los tiempos y los discípulos de Cristo están llamados a continuar esta misma misión de su Maestro y Señor, que discurre entre la primera y la segunda venida del Señor. Es, pues, necesario –recuerda el Santo Padre– predicar el Evangelio a todas las gentes antes que venga el Señor.
Esta dimensión escatológica, muy presente en el celo misionero de los primeros cristianos, es importante tenerla presente también hoy en día porque nos ayuda a evangelizar con la alegría de quien sabe que «el Señor está cerca» y con la esperanza de quien está orientado a la meta, cuando todos estaremos con Cristo en su banquete nupcial en el Reino de Dios. En este sentido, el Papa remarca que, mientras el mundo propone los distintos «banquetes» del consumismo, del bienestar egoísta, de la acumulación, del individualismo; el Evangelio, en cambio, llama a todos al banquete divino donde, en la comunión con Dios y con los demás, reinan el gozo, el compartir, la justicia y la fraternidad. Y esta plenitud de vida, don de Cristo, se anticipa ya desde ahora en el banquete de la Eucaristía. La renovación eucarística que muchas Iglesias locales han estado promoviendo encomiablemente en el período post-Covid, afirma el Santo Padre, será también fundamental para despertar el espíritu misionero en cada fiel. ¡Con cuánta más fe e impulso del corazón, en cada Misa, deberíamos pronunciar la aclamación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!» Y en esta perspectiva, en el año dedicado a la oración en preparación al Jubileo de 2025 el Papa nos invita a todos a intensificar ante todo la participación en la misa y la oración por la misión evangelizadora de la Iglesia.
La tercera y última reflexión del Papa se refiere a los destinatarios de la invitación del rey: «todos», sin excluir a nadie, ya que la misión brota del Corazón de Cristo, que quiere atraer hacia sí a todas las gentes. Los discípulos-misioneros de Cristo, afirma el Santo Padre, llevan siempre en su corazón la preocupación por todas las personas de cualquier condición social o incluso moral. «La parábola del banquete –continua al Papa– nos dice que, siguiendo la recomendación del rey, los siervos reunieron “a todos los que encontraron, malos y buenos”. (…) Quienquiera, todo hombre y toda mujer es destinatario de la invitación de Dios a participar de su gracia que transforma y salva. Sólo hace falta decir “sí” a este don divino y gratuito, revistiéndonos de él como con un “traje de fi esta”, acogiéndolo y permitiéndole que nos transforme».
El mensaje del Papa finaliza invitándonos a dirigir nuestra mirada a María, que obtuvo de Jesús el primer milagro, precisamente en una fi esta de bodas. «El Señor ofreció a los esposos y a todos los invitados la abundancia del vino nuevo, signo anticipado del banquete nupcial que Dios prepara para todos, al final de los tiempos. Supliquemos también hoy su materna intercesión por la misión evangelizadora de los discípulos de Cristo. Con la alegría y la solicitud de nuestra Madre, con la fuerza de la ternura y del afecto, vayamos y llevemos a todos la invitación del Rey Salvador. ¡Santa María, Estrella de la evangelización, ¡ruega por nosotros!»