«¿Hemos medido realmente lo que significaría una Unión Europea fronteriza con Azerbaiyán e implicada en la mayoría de los conflictos de Europa del Este, los Balcanes y el Cáucaso? “Europa es la paz”, repetimos mecánicamente, como para convencernos. Pero es de temer que mañana Europa sea teatro de guerras que no habrá sabido prever ni resolver, a causa de una ampliación cuyo alcance no mide».
Una empresa babélica «En realidad, esta precipitación es característica de una Europa que ya no sabe lo que es y que prefiere referirse a valores abstractos o a normas de procedimiento antes que a la civilización que la formó.
Este vicio se remonta a sus orígenes, pues aunque sus “padres fundadores” –Schuman, Adenauer, De Gasperi– eran auténticos cristianos, el proyecto que pusieron en marcha tiene todas las trazas de una empresa babélica, empezando por el sueño utópico de querer construir Europa a través de la economía.
El antiguo Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, lo expresa de una forma desconcertantemente ingenua: “Los padres fundadores de Europa eligieron construir Europa a través del mercado, no porque quisieran restringir las ambiciones de Europa únicamente al mercado, sino porque unificar el mercado acercaría a los pueblos”.
¡Como si, por una especie de mano invisible, la dependencia económica pudiera crear un sentimiento de
pertenencia europea!» La advertencia de Benedicto XVI «Otro presidente emérito de la Comisión Europea, Jacques Delors, recientemente fallecido, reconocía a medias, como admitiendo el fracaso: “Uno no se puede enamorar de un gran mercado”. Él también se decía cristiano, pero también sirvió a las ambiciones de una Europa tecnocrática, sin alma ni raíces. “No podemos pensar en construir una auténtica casa común europea negando la identidad propia de los pueblos de nuestro continente”, afirmaba el papa Benedicto XVI con ocasión del 50 aniversario del Tratado de Roma, el 25 de marzo de 2007, condenando una “singular forma de autoapostasía” por parte de los países europeos. ¡Ojalá fuera escuchado!».
Antiguo Testamento (IV): la Pascua, una Nueva alianza
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