La Orden cisterciense desde su fundación elegía los abades entre los miembros de la comunidad por votación. Esto era uno de los actos principales entre las comunidades monásticas cistercienses. La elección del abad era de por vida, de forma similar a la elección del Romano Pontífice. Desde su fundación en 1149, la elección del abad del monasterio de Poblet se había hecho de esta forma, pero durante el cisma de Occidente, Benedicto XIII, el papa Luna, apoyado en que el rey de Aragón estaba bajo la sumisión del papado de Avignon, ignoró la forma de elección tradicional del abad del monasterio y nombró directamente a dos abades, causando graves problemas a la comunidad, que los recibieron con desagrado, pero los aceptaron por obediencia.
Desde 1536, los abades de los monasterios cistercienses de la Corona de Aragón se reunían para favorecer la reforma de los monasterios, pero sin ninguna idea de independizarse de su casa madre, el monasterio de Citeaux. En Castilla, sin embargo, hacia 1425, fray Martín de Vargas, monje del monasterio de Piedra, para combatir la relajación que existía en muchos monasterios, inició en Castilla una reforma monacal, independiente de Citeaux; después, con la reforma de Isabel la Católica, se completó esta reforma creándose la Congregación cisterciense de Castilla y León o de los Bernardos. Hacia 1560, Felipe II se dirigió al papa solicitando la creación de la Congregación cisterciense de la Corona de Aragón, pues temía la influencia hugonote en las relaciones con los monasterios franceses. Muerto Felipe II, su hijo,
presionado por los partidarios de la Congregación insistió ante el Papa. Casi todos los monasterios de la Corona de Aragón estaban contra la nueva idea (Poblet y Santes Creus tenían la mitad de los monjes de la Corona de Aragón), pues querían seguir la dependencia tradicional. Finalmente, en 1613, el Capítulo general de la Orden, con aprobación del papa Paulo V, concedió la creación de la Congregación de
Aragón, pero todas las Congregaciones españolas debían estar bajo el Capítulo General de la Orden.
Consecuencia de esta creación fue que la elección de los abades no fuera ya a perpetuidad, sino cuatrienales y elegidos por la comunidad de entre una terna propuesta por el Vicario General de la Orden y el Definitorio o Consejo General. Este hecho era también uno de los motivos de rechazo a la fundación de la Congregación, pues quitaba de las manos de la comunidad la elección directa del abad.
En 1753 llegó el segundo paso en la dejación del nombramiento de abad. Con motivo de un pleito que los
carmelitas de san José de la Rambla de Barcelona pusieron en Roma al monasterio de Poblet, el abad de Poblet acudió al rey, pues éste tenía el privilegio de que solo un tribunal real podía juzgarlo. Ello fue un error, pues esta demanda del abad surtió un efecto mucho peor.
La Corte de Madrid y la Cámara de Castilla hicieron estudiar, por el fiscal, el estatuto jurídico de Poblet, la
observancia de la comunidad, los bienes, los derechos y los privilegios, el destino de las rentas, etc., de cara a declarar que Poblet era de Patronato real. Y el 3 de octubre de 1757, el fiscal concluyó que esto era así y que la elección del abad correspondía al rey.
Recibida esta noticia en el monasterio, la comunidad la rechazó totalmente y comenzó un pleito que duró
hasta 1781, en el que la Cámara decidió contra Poblet.
La Cámara concedió a los monjes de Poblet la elaboración de la terna a presentar. En los otros monasterios del Patronato, la terna la presentaba la Congregación, el definitorio, no los monjes del monasterio. Esto disgustó también a la Congregación pues ella consideraba que tenía el derecho de presentación. Ello creó una profunda división en la comunidad, de tal forma que en una carta del alcalde de Vimbodí, pueblo cercano a Poblet, éste habla de que el monasterio está en un estado «deplorable»
y parece una «comunidad de cismáticos».
Llegado el 14 de setiembre, fecha tradicional de elección del abad, del año 1781, la Cámara la suspendió y solicitó la presentación de la terna. La Congregación intrigó cerca de la Corte y presentó la terna, antes de que lo pudiera hacer la comunidad. La terna presentada por la Congregación contenía los nombres de los monjes más opuestos al Patronato. Los monjes de la comunidad favorables al Patronato hicieron ver a Madrid la intención de la Congregación y ellos presentaron una segunda terna, de la que salió elegido en nuevo abad, que era el primero de la terna presentada. El nuevo abad, fra Joseph Salvador, se empleó contra los monjes favorables al Patronato, los cuales protestaron al monarca, que solicitó del papa
Pío VI su deposición. El papa aprobó la deposición y Carlos III nombró directamente un nuevo abad, sin presentación de terna, fray Agustín Vázquez.
Como puede imaginarse, dicho abad tuvo muchos problemas con algunos de los monjes, a cuatro de los
cuales tuvo que enviar a otros monasterios. En más de una ocasión el nuevo abad tuvo que solicitar la ayuda real para mantener su autoridad, llegando a «que en caso necesario, dice un despacho real de 29 de noviembre de 1785, importa el auxilio del Capitán General y Audiencia de ese Principado de Cataluña». Diez años más tarde volvieron a Poblet los monjes trasladados. El abad presentó la dimisión varias veces sin conseguirlo, hasta que en 1793, el rey Carlos IV le nombró obispo de Solsona y pudo abandonar el monasterio de Poblet.
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