La Academia Católica de Francia organizó el pasado 6 de febrero de 2021 un coloquio sobre el tema «Cristianismo y migración». Pierre Manent tuvo una intervención digna de mención, «El cristianismo frente a la religión de la humanidad», que posteriormente ha publicado la revista La Nef y de la que reproducimos algunos fragmentos:
«Desde hace muchos años se ha establecido una especie de síntesis, o de cortocircuito, en la opinión pública, especialmente en la cristiana, entre “mensaje cristiano” y “acogida de inmigrantes”. Como si la acogida de los inmigrantes resumiera la exigencia y
la urgencia del mensaje cristiano hoy. Como si “ser cristiano hoy en día” encontrara su piedra de toque en la acogida, si no incondicional, al menos lo más amplia posible de los inmigrantes.
[…] Los migrantes constituyen un pequeño porcentaje de la población mundial, que sigue viviendo principalmente en Estados constituidos. Cualesquiera que sean las necesidades y los deseos específicos de los migrantes, todavía no se ha dado ninguna razón seria para subordinar a ellos por principio las necesidades y los deseos de las poblaciones no inmigrantes, que no son necesariamente menos necesitadas.
[…] Ciertamente, los migrantes son nuestros semejantes y estamos obligados, si están en peligro,
a socorrerlos según los medios a nuestra disposición. Pero son también ciudadanos a los que se les han inculcado normas sociales o religiosas, que a veces pueden ser directamente contrarias a nuestros principios de justicia. El deber de ayudar al migrante en peligro aquí y ahora no incluye en modo alguno el deber de facilitar su migración, y menos aún el de convertirlo en conciudadano.
Todo esto depende de una gran variedad de consideraciones y, en última instancia, de un juicio
que no es moral, sino político, o más bien un juicio ético en el viejo sentido de la palabra, es decir,
un juicio prudencial en el que el bien común de la comunidad de ciudadanos es el criterio principal,
aunque no exclusivo.
[…] Es una gran tentación en la Iglesia buscar la aprobación del público y la conservación de su audiencia vinculando su propio anuncio a la opinión imperante hoy, confundiendo el anuncio cristiano con esa “religión de la humanidad” predominante en Europa y América, reduciendo la caridad a ese “sentimiento del prójimo” en el que ya Tocqueville vio el resorte psíquico más profundo y poderoso de la democracia moderna. Es una tentación, porque, como todas las tentaciones, es fácil y es una mentira.
[…] La propuesta humanitaria es difícil de rechazar porque postula que basta con que todos se hagan sensibles a la evidencia de la semejanza humana para conseguir la justicia. La propuesta cristiana es difícil de aceptar porque afirma que todos los seres humanos son prisioneros de una injusticia de la que no pueden escapar por sus propias fuerzas, y que para salir de ella deben aceptar la mediación de
Cristo, que es a la vez hombre y Dios, mediación de la que la Iglesia es a su vez mediadora. En
efecto, son muchas mediaciones cuando la religión de la humanidad propone el sentimiento inmediato
de la semejanza humana, pero la propuesta cristiana abre un camino de perfección incomparablemente
más instructivo y exigente, ya que su fi n es Dios mismo del que todo ser humano es imagen… Los cristianos perderían el sentido y la intención de su fe si ya no pudieran distinguir entre compasión y caridad.
[…] La dificultad, uno está tentado de decir la perversidad, de nuestra situación, se concentra en
la relación entre migraciones y religión de la humanidad. Esta última nos manda abrirnos a los migrantes sin pedirles nada a cambio, y en cualquier caso no que se abran a la forma de vida que es la nuestra. Sin embargo, ¿no somos nosotros «los otros» para ellos? En realidad, no se trata de una cuestión de igualdad o de semejanza humana. El encuentro al que somos invitados es el de un presunto inocente con un presunto culpable; está ordenado por una desigualdad moral de principio. Es que la religión de la humanidad no ha sido producida por la humanidad reunida, sino por el viejo cristianismo,
cansado de sí mismo o vuelto contra sí mismo. El humanitarismo no es solo un cristianismo que se ha vuelto soso: hay, en la raíz de la religión de la humanidad que se ha apoderado de Europa, una
enemistad y un resentimiento específicamente dirigidos contra la religión cristiana».
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