Entre las muchas iniciativas que están llevándose a cabo para pedir a Dios el fin de la pandemia que asola el mundo entero, Cristiandad no puede dejar de hacerse eco de la jornada de oración nacional al Corazón de Jesús organizada por la Iglesia católica de los Estados Unidos, que tuvo lugar el pasado Viernes Santo.
En la convocatoria realizada por monseñor José Gómez, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos y arzobispo de los Ángeles, señalaba éste que «en esta difícil situación de nuestra sociedad y de nuestro país creo que es importante renovar nuestro amor por Jesús. Personalmente, siempre he tenido devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Recuerdo aprender cuando era niño la hermosa jaculatoria: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». Creo que sería hermoso que todos nosotros, en este tiempo de prueba, vayamos juntos al Sagrado Corazón de Jesús buscando paz y comprendiendo que debemos amarnos unos a otros como Jesús nos ama».
La ceremonia, que tuvo lugar en la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles de Los Ángeles y fue retransmitida en directo a todo el mundo, alternando el inglés con el castellano, comenzó con la petición a Dios de monseñor Gómez para que mantenga nuestras familias y aquellos que amamos libres de todo daño: «En unión con el papa Francisco, pedimos a Dios que sea nuestra fortaleza y nuestro refugio para liberar a nuestra nación y al mundo de esta pandemia». Tras encomendar a los fallecidos y sus familiares, a los que están sufriendo la enfermedad, a todos los que están arriesgando su vida para cuidarlos y a las autoridades civiles, monseñor Gómez oró a Dios Todopoderoso y eterno: «Te rogamos nos concedas, que nosotros, que nos gloriamos en el Corazón de tu amadísimo Hijo y recordamos las maravillas de su amor por nosotros, seamos hechos dignos de recibir sobreabundantemente tu gracia que brota de esa fuente de tus dones celestiales».
A continuación se leyó un fragmento de la carta de san Pablo a los Romanos, se cantó parte del salmo 23 y se proclamó el evangelio de san Juan 19, 31-37. Durante la homilía, el arzobispo de Los Ángeles, situó a todos los participantes en la jornada de oración al pie de la cruz, con María, nuestra Santísima Madre, y les invitó a mirar a su Hijo crucificado, preguntando a Dios:
«¿Por qué tenía que morir? ¿No podía haber algún otro camino? También hoy nosotros preguntamos a Dios: ¿Por qué este coronavirus? ¿Por qué has permitido que esta enfermedad y muerte desciendan en nuestro mundo? Sabemos que Jesús en la cruz es la única respuesta. En el corazón de Cristo, herido por la lanza del soldado, traspasado por nuestros pecados, vemos cuánto Dios ama al mundo. Vemos lo preciosos que somos a los ojos de nuestro Padre.
»Como hemos oído en la lectura del Evangelio, de su Corazón brotó sangre y agua; sangre que nos redime del pecado y de la muerte, agua que lava nuestras vergüenzas y hace todas la cosas nuevas. Hoy estamos aquí contemplando la cruz de Nuestro Señor, en medio de esta pandemia, y Jesús nos llama a confiar en su Sagrado Corazón. Por tanto, roguemos a menudo al Sagrado Corazón de Jesús: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”. Dios proveerá. Nosotros lo sabemos. Él tiene un plan de amor hacia su creación, un plan de bondad y misericordia para cada nación y cada corazón.
»Jesús no murió por ninguna razón. El Viernes Santo es santo porque abre el camino al Domingo de Resurrección. Dios dio a su único Hijo por nosotros. Por esto sabemos que nos librará de este mal del coronavirus. La cruz nos muestra que su amor por nosotros es más fuerte que la muerte. Estamos realmente viviendo el momento de testimonio cristiano. Jesús ha abierto su corazón para nosotros, ha dado su vida por amor a nosotros. Ahora nos llama a confiarle nuestras vidas, todo nuestro corazón, toda nuestra mente, todos nuestros sentimientos y pensamientos, nuestras palabras y acciones.
»Jesús nos está pidiendo en esta situación tan difícil que llevemos la cruz con Él, que sepamos cargar la cruz en nuestra vida diaria y que lo sigamos en humildad y con confianza total en que el Sagrado Corazón de Jesús es consciente y sabe perfectamente lo que hay en nuestros propios corazones. ¡Las misericordias de Dios no se gastan! ¡La fe, la esperanza y la caridad no han muerto! Y somos testigos de ello de una manera hermosa todos los días durante esta pandemia: en nuestros hospitales y hogares, en nuestras parroquias y ministerios, en cada acto silencioso e invisible de sacrificio personal y de servicio en nuestras familias y comunidades.
»Creo que esto es lo que Dios quiere que todo su pueblo aprenda en este tiempo de crisis mundial, que todos somos una familia, la familia de Dios, un cuerpo unido en la sangre y el agua que fluye del corazón de Cristo, unidos en una hermosa y sobrenatural solidaridad de compasión. Debemos amarnos unos a otros, uniendo nuestros sufrimientos al corazón de Cristo, abierto para nosotros en la cruz. Sacrifiquémonos unos por otros, cuidemos unos a otros, perdonémonos unos a otros.
»Recemos a menudo: “¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!”.»
Monseñor Gómez acabó sus palabras acudiendo a la intercesión de la Virgen María para que nos ayude a estar unidos al Sagrado Corazón de Jesús, su Hijo, pasando a continuación a rezar, unido al todo el país, las letanías del Sagrado Corazón de Jesús. La ceremonia acabó con un canto de acción de gracias, la bendición del arzobispo y un himno al Corazón de Jesús compuesto por Bob Hurd, concediéndose indulgencia plenaria a todos aquellos que se unieran a ella para rezar por el fin de la pandemia.
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