El papa Francisco ha realizado recientemente su undécimo viaje apostólico internacional en el que ha visitado Kenia, Uganda y República Centroafricana como mensajero de paz y de reconciliación y en el que ha insistido, sobre todo, en poner el amor de Dios en el centro de la vida personal, familiar y social.
Tras su llegada a Nairobi (Kenia) la tarde del 25 de noviembre y los protocolarios encuentros con el presidente, autoridades y cuerpo diplomático de Kenia, el Santo Padre participó al día siguiente en un acto interreligioso y ecuménico tras el cual celebró la santa misa en el campus de la Universidad. Allí, Francisco se regocijó de ver cumplidas en esa tierra, gracias a la predicación del Evangelio, las promesas del Señor, que llama a todos los hombres a formar parte de la gran familia de Dios. «La sociedad keniata, afirmó el Papa, ha sido abundantemente bendecida con una sólida vida familiar, con un profundo respeto por la sabiduría de los ancianos y con un gran amor por los niños. La salud de cualquier sociedad depende de la salud de sus familias. Por su bien, y por el bien de la sociedad, nuestra fe en la Palabra de Dios nos llama a sostener a las familias en su misión en la sociedad, a recibir a los niños como una bendición para nuestro mundo, y a defender la dignidad de cada hombre y mujer.» El Santo Padre también remarcó que, para cambiar nuestros corazones y fortalecer nuestra fidelidad en medio de las adversidades, necesitamos los dones de la gracia, «dones que Dios, en su Providencia, nos concede para que contribuyamos, como hombres y mujeres de fe, a la construcción de nuestro país, con la concordia civil y la solidaridad fraterna». El Papa terminó su homilía pidiendo, en el nombre del Señor, que «seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad divinas sean los elementos para construir una casa sólida». Acabada la celebración eucarística, el Papa se reunió con el clero, religiosas, religiosos y seminaristas en el campo deportivo de la Saint Mary’s School para finalizar la jornada con una visita a la U.N.O.N. (United Nations Office at Nairobi)
El viernes 27 el Papa se acercó al barrio pobre de Kangemi y mantuvo sendos encuentros con los jóvenes y los obispos keniatas antes de partir hacia Entebbe (Uganda), donde fue también recibido por el presidente, las autoridades y el cuerpo diplomático de dicho país. Y antes de retirarse a descansar el Santo Padre se reunió con diferentes catequistas y profesores locales.
Ya el sábado, el Papa se acercó a los santuarios, anglicano y católico, de los mártires de Namugongo y celebró la misa por los mártires de Uganda. Durante la homilía, recordó con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, «cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente “los extremos confines de la tierra”. Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. (…) Si, a semejanza de los mártires, reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los pobres, de las viudas y de los huérfanos.» Por la tarde, el Santo Padre se reunió también con jóvenes ugandeses y visitó la Casa de Caridad de Nalukolongo. Finalmente, quiso tener un encuentro personal con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de Uganda en la catedral local.
El domingo 29, a primera hora de la mañana, Francisco salió en avión hacia Bangui (República Centroafricana), donde fue recibido por el presidente, clase dirigente y el cuerpo diplomático del país centroafricano. Tras estas reuniones protocolarias, el Papa visitó un campo de refugiados, víctimas de la guerra civil que devasta el país desde 2013, y se reunió con los obispos. Por la tarde, se encontró con las comunidades evangélicas en la sede de la Facultad de Teología Evangélica de Bangui para después celebrar la Eucaristía del primer domingo de adviento con los sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas y jóvenes centroafricanos en la catedral de Bangui. Antes de comenzar la misa y anticipándose al inicio oficial del Año de la Misericordia, el Papa abrió la Puerta Santa de la catedral como un gesto importante para alentar la paz: «Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Para Bangui, por toda la República Centroafricana, para todo el mundo, para los países que sufren la guerra ¡pedimos la paz!». Durante la misa y comentando el significado del Adviento, tiempo litúrgico de la espera del Salvador y símbolo de la esperanza cristiana, Francisco resaltó que «la salvación que se espera de Dios tiene el sabor del amor. En efecto, preparándonos a la Navidad, hacemos nuestro de nuevo el camino del Pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor. Por todas partes, y sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor. (…) Por último, la salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. (…) Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamamiento de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor.» Al acabar la misa, el Santo Padre confesó a algunos jóvenes y participó en una vigilia de oración en la explanada de la catedral en la que alentó a todos a acudir a la oración y a trabajar por la paz como medios para luchar por el bien y resistir al mal. «Con el amor, ustedes serán vencedores en la vida y darán vida siempre. El amor nunca los hará derrotados.»
Al día siguiente, el Papa se reunió con la comunidad musulmana en la mezquita central de Koudoukou en Bangui y ya para finalizar su viaje apostólico y antes de volver de nuevo a Roma celebró la Eucaristía en el estadio del complejo deportivo Barthélémy Boganda durante la cual quiso «agradecer al Señor de la misericordia todo lo que de hermoso, generoso y valeroso les ha permitido realizar en sus familias y comunidades, durante las vicisitudes que su país ha sufrido desde hace muchos años. (…) Sabemos también que a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio. Ojalá que el Año Jubilar de la Misericordia, que acabamos de empezar en su país, nos ayude a ello.»
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