La filtración de la sentencia del Supremo norteamericano que derogaría Roe vs. Wade ha provocado una sacudida sin precedente. Los defensores del aborto se han lanzado a clamar contra lo que consideran restricciones al «derecho reproductivo» (aunque, tratándose del aborto, ¿no sería mejor llamarle antirreproductivo?), mientras los líderes demócratas en el Congreso y Senado estadounidenses, Pelosi y Schumer, lo califican de abominación y llaman a la insurgencia desde sus mansiones.
La fi ltración, algo inédito en la historia del Tribunal y que supone una nueva demostración de que en la batalla cultural que se vive en Estados Unidos no queda regla de juego que sea respetada por los demócratas, apunta a que estamos a punto de asistir a la anulación de la sentencia Roe vs. Wade. El pasado mes de diciembre los jueces del Supremo escucharon los argumentos de las partes en el caso Dobbs: a la vista de las cuestiones planteadas por los abogados existía una fundada esperanza de que se produjera una decisión que pudiera anular Roe vs. Wade o, al menos, avalar la ley de Mississippi
que prohíbe el aborto después de las quince semanas. El texto redactado por el juez Alito, en manos de los magistrados desde el pasado 10 de febrero, enumera todas las razones constitucionales y motiva la decisión de rechazar radicalmente la decisión de 1973 que inventó una descabellada Norma McCorvey (Jane Roe) y su abogada, Gloria Allred, posando frente a la Corte Suprema en 1989. protección constitucional del aborto y también la posterior sentencia de 1992 (Planned Parenthood vs. Casey), que instauraba un supuesto derecho al aborto.
El texto de Alito es una propuesta de sentencia apoyada por cinco de los seis jueces conservadores (Thomas, Gorsuch, Kavanaugh, Barrett y, por supuesto, el propio Alito, mientras que Roberts aún no se ha pronunciado, según Politico), y por tanto por la mayoría de los miembros del Tribunal, compuesto por nueve jueces. Aunque la redacción de la sentencia fi nal y el número de jueces que la apoyarán puede cambiar antes de su publicación defi nitiva, prevista para fi nales de junio o principios de julio, todo parece indicar que estamos ante el fin de Roe vs Wade.
En el borrador se puede leer que «Sostenemos que Roe y Casey deben ser anuladas. La Constitución no hace referencia al aborto y ningún derecho de este tipo está implícitamente protegido por ninguna disposición constitucional». Añade que «Roe fue un error palmario desde el principio. Su razonamiento fue excepcionalmente débil y aquella decisión ha tenido consecuencias perjudiciales. Lejos de lograr un acuerdo nacional sobre la cuestión del aborto, Roe y Casey han infl amado el debate y profundizado la
división. Es hora de hacer caso a la Constitución y devolver la cuestión
del aborto a los representantes elegidos por el pueblo». Y concluye que
«la conclusión ineludible es que el derecho al aborto no está profundamente
arraigado en la historia y las tradiciones de la nación. Por el contrario, una tradición ininterrumpida de prohibición del aborto bajo pena de castigo penal persistió desde los primeros días del derecho común hasta 1973».
Entonces… ¿se va a prohibir el aborto en Estados Unidos, como los medios de mayor circulación en España proclaman desde sus portadas? La respuesta es que no.
El mismo Alito, en el texto fi ltrado (y que el Supremo ya ha confi rmado que es verdadero), afi rma: «En algunos estados, los votantes pueden creer que el derecho al aborto debe ser aún más [sic] amplio que el derecho que Casey y Roe reconocieron. Los votantes de otros estados pueden querer imponer estrictas restricciones basándose en su creencia de que el aborto destruye un “ser humano no nacido”… No pretendemos saber cómo responderá nuestro sistema político o nuestra sociedad a la decisión de hoy que anula Roe y Casey. Y aunque pudiéramos prever lo que sucederá, no tendríamos autoridad
para dejar que ese conocimiento infl uyera en nuestra decisión. Sólo podemos hacer nuestro trabajo, que es interpretar la ley. Por lo tanto, sostenemos que la Constitución no confi ere un derecho al aborto. Roe y Casey deben ser anulados, y la autoridad para regular el aborto debe ser devuelta al pueblo y a sus representantes elegidos».
Esto es, el borrador de la sentencia se limita a afi rmar que no existe ningún «derecho al aborto» en la Constitución norteamericana y devuelve el asunto a cada estado. Algunos lo mantendrán, otros lo restringirán e incluso podemos encontrar algunos donde se promueva y otros donde esté taxativamente prohibido. Una sentencia, pues, que no entra en el derecho fundamental a la
vida y que por eso mismo muestra innegables limitaciones, pero que en cualquier caso supone una mejora para la protección de los no nacidos. Y que, además de su importancia simbólica, deja caer en diversos momentos que los estados pueden legislar para proteger los intereses legítimos del no nacido, reconociéndolo como sujeto de derechos, lo que no es poca cosa.
Fuera del ámbito estrictamente judicial, queda la filtración y la apocalíptica campaña organizada principalmente por multinacionales abortistas, el Partido Demócrata y sus medios afines, con insultos, amenazas y llamadas a la revuelta. Algunos de ellos llaman a ampliar el Supremo («pack the court») para cambiar la actual correlación de fuerzas. Otros apuestan por una ley federal que consagre el «derecho al aborto», pero la derrota en el Senado de la propuesta demócrata para aprobar una ley que garantice el acceso al aborto (todos los senadores republicanos han votado en contra y uno demócrata, Manchin, se les ha sumado) demuestra que no cuentan con suficientes votos
para hacerlo. Y tras las midterm del próximo noviembre la nueva correlación
de fuerzas lo complicará aún más. Lo que sí parece claro es que un Partido Demócrata en horas bajas, desorientado, recientemente derrotado contra pronóstico en las elecciones a gobernador de Virginia y con malas expectativas electorales, va a intentar movilizar a su base y montar una especie de Black Lives Matter abortista para poner el país patas arriba y desviar la atención de la desastrosa gestión de la administración Biden.
La incendiaria declaración del matrimonio Obama en reacción a la filtración del texto de Alito va inequívocamente en esa dirección. Los Obama se muestran muy preocupados porque, dicen en referencia a los defensores del aborto, «mientras que muchos están enfadados y frustrados por este informe,
algunos de los que apoyan a Roe pueden sentirse impotentes e instintivamente volver a su trabajo, o a sus familias, o a sus tareas cotidianas,
diciéndose a sí mismos que como este resultado era predecible, no hay nada que podamos hacer». Realmente peligroso: muchos norteamericanos están tentados de hacer una vida normal, dedicándose a sus familias y a su trabajo. Y añaden, tras una serie de tópicos emotivistas, un llamamiento a la acción:
«Te pedimos que te unas a los activistas que llevan años dando la voz
de alarma sobre este asunto y que actúes. Únete a ellos en una protesta
local. Hazte voluntario con ellos en una campaña. Únete a ellos para
instar al Congreso a que convierta Roe en ley. Y vota junto a ellos el 8
de noviembre o antes y en todas las demás elecciones». Su plan resulta,
a estas alturas, evidente: un Black Lives Matter abortista que incendie el
país y les salve políticamente.Los numerosos ataques a iglesias católicas
y el acoso de turbas abortistas a las residencias de los jueces del Tribunal
Supremo no hacen más que confi rmar que hay mucho en juego.
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