El pasado 8 de mayo, cuando fue anunciado al mundo que había sido elegido el nuevo papa, que había tomado el nombre de León XIV, surgió inmediatamente la pregunta sobre el motivo de dicha elección, ante la sorpresa que había producido el nombre de León. Sin embargo, este nombre desde un punto de vista comparativo, ha sido relativamente frecuente en la historia de la Iglesia, es uno de los cinco nombres más usados por los sucesores de San Pedro. Lo que parece obvio es que la elección del nombre que hace cada papa debe de estar relacionada con la cercanía espiritual que el nuevo papa siente con un santo o con aquellos papas que han llevado el mismo nombre, especialmente con los más cercanos en el tiempo. La referencia al pontificado de León XIII es obligada y por ello mismo nos ha parecido conveniente dedicar este número de Cristiandad a glosar algunos aspectos de la vida y magisterio de aquel largo y fecundo pontificado de finales del siglo xix y principios del xx.
Al elegir el nombre de León el actual papa ha querido subrayar la continuidad en la vida de la Iglesia. En nuestros días «lo correcto» es alabar lo novedoso o rupturista, y por tanto elegir un nombre que ya habían elegido trece Papas anteriores tiene un mensaje de continuidad eclesial. También habrá estado presente en la elección recordar el magisterio de León XIII, tan variado temáticamente y de tanta riqueza doctrinal. Es el papa del Sagrado Corazón de Jesús, del Rosario, de san José, de la restauración de la filosofía y teología de santo Tomás. Sus encíclicas contienen un profundo y completo desarrollo de doctrina sobre la vida familiar y social y finalmente, la que parece más recordada, la encíclica Rerum novarum, que inaugura el magisterio sobre el tema social como una de las cuestiones de mayor incidencia mediática en estos últimos decenios. Sobre ella se escribía en nuestra revista: «Al final de la encíclica Rerum novarum, después de exponer la solución cristiana del problema social, afirma que la salud que se desea ha de esperarse principalmente no de esta o aquella fórmula económica, sino de una “magna efusión de caridad”. Virtud divina y efusión de caridad que, según explana el mismo pontífice en su encíclica Annum sacrum, sólo puede venir de Jesucristo: “puesto que no existe debajo del cielo otro nombre, dado a los hombres, en el cual hayamos de ser salvos”. En su sacratísimo Corazón “se han de cifrar, pues, todas las esperanzas; a Él se ha de rogar y de Él hemos de aguardar la salvación de los hombres. He ahí la gran esperanza de León XIII”»(Cristiandad enero 2011).
León XIII es el papa que terminaba el siglo xix con la consagración al mundo al Corazón de Jesús, que como él mismo afirmaba era el acto más importante de su pontificado. En el reconocimiento de su reinado sobre el mundo ponía sus esperanzas de paz: «Si todos aceptan gustosamente este imperio de Cristo, entonces podrá restituirse a todo derecho legítimo su vigor, restaurarse los ornamentos de la paz; entonces se escurrirán las armas de las manos…».
Una renovada petición
En las páginas de CRISTIANDAD desde el año 1991, y de forma reiterada, se ha formulado el deseo y la petición a la Santa Sede para que declarara doctor de la Iglesia a san Ignacio de Loyola. Esta petición...











