Hemos vivido últimamente en el plazo de una semana dos acontecimientos que, de un modo providencial, dejarán en los redactores de Cristiandad un recuerdo gozoso y agradecido en nuestras memorias. El 8 de mayo los cardenales reunidos en cónclave elegían al cardenal Robert Prevost, con una brevedad admirable, como nuevo sucesor del apóstol Pedro, con el nombre de León XIV. Como era de esperar, desde la muerte del papa Francisco, las especulaciones periodísticas se habían multiplicado, las ilusiones y los temores eran de todos los colores, pero desde el momento en que aparece el nuevo Papa en el balcón del Vaticano todo cambió, la sencillez y sobrenaturalidad de su porte y de sus primeras palabras dieron lugar a un estallido de alegría y de paz realmente extraordinario. Este es el ambiente que ha rodeado las intensas jornadas con que se ha iniciado su pontificado, coincidiendo con los actos que se van sucediendo con ocasión del año jubilar. Como homenaje y en comunión con el nuevo Vicario de Cristo reproducimos algunas de sus primeras intervenciones públicas, homilías, discursos o mensajes. De un modo especial agradecemos al nuevo Papa las palabras dedicadas al Sagrado Corazón de Jesús y santa Teresita del Niño Jesús en su mensaje a los obispos franceses con ocasión del centenario de la canonización de san Juan Eudes, del Cura de Ars y de santa Teresita
El segundo acontecimiento, que para Cristiandad ha sido motivo de gran gozo y agradecimiento a Dios, ha sido la celebración del centenario de la fundación de Schola Cordis Iesu por el padre Ramón Orlandis. La revista Cristiandad, jurídicamente no es la revista de Schola, pero sí es la revista que refleja la formación y actividad apostólica específica de los miembros de Schola. Como decía José María Petit «Cristiandad es algo esencial a Schola Cordis Iesu. Por todo ello también hemos querido dedicar parte de este número a reseñar los actos de celebración de este centenario.
En estos días nos han llamado la atención unas palabras del Papa que son muy oportunas para nosotros al hacer referencia a la importancia que tiene para la vida de una institución, que quiera perseverar con fidelidad en el fin que le dieron su fundadores, la memoria de su pasado: «La memoria es un elemento esencial en un organismo vivo; no está enfocada sólo al pasado, sino que nutre el presente y orienta al futuro. Sin memoria se pierde el rumbo, se pierde el sentido del camino». (24 de mayo) y «recordar, es volver a dirigir la atención del corazón a lo que hemos vivido y aprendido, para penetrar más profundamente en el significado y saborear su belleza» (25 de mayo).
En este recuerdo de un pasado del que hemos recibido todo lo que somos es de justicia hacer memoria de alguna de las personas que trasmitieron el legado del padre Orlandis con una entrega y fidelidad muy admirable, sin ellos Schola y Cristiandad no serían lo que son. En primer lugar dos personas que mantuvieron la institución a la muerte del padre Orlandis, en unos años de dificultades, de futuro incierto y de manifiesta soledad, me refiero a Francisco Canals, continuador en el magisterio del padre Orlandis, y a María Asunción López, mujer admirable por su labor callada pero imprescindible, con su presencia física permanente en los locales de Schola, como secretaria de redacción de la revista Cristiandad y desde su máquina de escribir pasaron por sus dedos todo aquello que iba dictando el profesor Canals. Hoy al publicar sus obras completas nos admiramos del ingente, silencioso e importante trabajo realizado a lo largo de sus muchos años de vida.
Al principio de los años 60 se acercan a Schola una nueva generación de jóvenes universitarios, procedentes, igual que los de la primera generación, de la Congregación Mariana. Entre ellos destacó desde un primer momento un estudiante de ingeniería, que terminaría dedicándose a la filosofía, como catedrático de Universidad. Su valía intelectual extraordinaria, iba unida a una simpatía y también capacidad organizativa, así nos lo describe su maestro Francisco Canals: «José María Petit Sullà era un hombre profundo. Profundo en la dimensión más central de su vida humana, la de hombre religioso. Profundo también en su inconfundible actitud de hombre laborioso en sus actividades técnicas y económicas y en su expansiva y generosa comunicación magisterial en lo apostólico y en lo científico en el ámbito universitario. Petit daba porque tenía que dar y porque quería comunicar bien, experiencia, ciencia, verdad».
Finalmente, aunque sea simplemente nombrándolos, no podemos dejar de hacer memoria de los tres directores o consiliarios jesuitas que sucedieron al padre Orlandis: Francisco Segura, Casimiro Puig, y Pedro Suñer. Ellos también hicieron posible con su celo por que se mantuviese vivo el legado del padre Orlandis, la continuidad de Schola Cordis Iesu. Tenemos la confianza que desde el Cielo continúen intercediendo para que seamos apóstoles fervorosos del Corazón de Jesús.











