El próximo año 2025, año santo, va coincidir con la celebración del 350 aniversario de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque en Paray-le-Monial, el centenario de la publicación de la encíclica Quas primas de Pío XI instituyendo la festividad de Cristo Rey, y también con el 125 aniversario de la consagración del mundo al Corazón de Jesús que realizó León XIII. Esta múltiple y providencial coincidencia ha movido a distintas realidades eclesiales de distintos países a dirigir una carta al papa Francisco, firmada por el rector del santuario del Sagrado Corazón de Paray-le-Monial, pidiendo que renueve la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús.
Abundando en acontecimientos y celebraciones en torno a estos aniversarios, el pasado 5 de junio el Papa anunció que publicará el próximo mes de septiembre un documento sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Cristiandad que quiere ser, como lo refleja el lema que preside cada uno de sus números, una revista al servicio del «Reino de Cristo por los Corazón de Jesús y María», da gracias a Dios por todos estos acontecimientos y dedica las páginas de este mes a glosar diversos aspectos de la consagración al Corazón de Jesús.
Estimulados por esta gozosa noticia se están multiplicando las iniciativas de consagración de familias, parroquias y movimientos apostólicos, recordando las palabras del mismo Corazón de Jesús y también de magisterio pontificio en que la han recomendado con mucha insistencia como el remedio eficaz antes los graves males del mundo actual.
La consagración es, desde sus orígenes, la práctica más característica de la devoción al Corazón de Jesús. Su origen está en las mismas palabras de la gran revelación a santa Margarita. Como ella misma nos refiere, «estaba orando delante del Santísimo Sacramento en la festividad del Corpus Christi y, consciente de las excesivas gracias del amor de Jesús, llena de deseos de agradecimiento y de devolver amor por amor oye que Jesús le dice: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor y en reconocimiento no recibo de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este sacramento del Amor”».
Jesús se nos presenta como necesitado de la entrega amorosa de los hombres. El hombre que, como dice san Agustín, se acerca a la oración como un mendigo necesitado de Dios, se encuentra, al contemplar el Corazón de Cristo, con Dios mendigando el amor de los hombres. El amor de Dios no es correspondido por los hombres, olvidando que sólo en Él, el corazón del hombre encuentra el descanso de sus inquietudes y fatigas.
La consagración al Corazón de Jesús es el reconocimiento y deseo de respuesta al amor infinito de Dios para todos y cada uno. Por ello mismo está clara su actualidad y su necesidad. Estamos en un mundo que no solo ignora lo que es el amor de Dios, sino que además este desconocimiento le ha llevado a olvidar lo que significa verdaderamente amar y ser amado. Cuando este amor verdadero no está presente en la vida humana, todo lo demás carece de sentido, y lo que en otras circunstancias sería objeto de un deseo intenso ahora se convierte en algo superfluo e innecesario. Esta es la gran tragedia que aflige a tantas personas, sus causas son silenciadas o ignoradas, pero sus consecuencias están muy presentes en el mundo actual. Soledad, tristeza, desánimo, aburrimiento y otras enfermedades espirituales constituyen una realidad demasiado extendida.
Ante este sombrío panorama la consagración del mundo al Corazón de Jesús es motivo de renovada esperanza, es la proclamación del triunfo del amor de Dios sobre el pecado del hombre. León XIII se hace eco de esta esperanza puesta en la devoción al Corazón de Jesús: «He aquí que hoy se presenta a nuestros ojos otra señal muy favorable y divina: el Corazón sacratísimo de Jesús, con la cruz sobrepuesta, brillando entre llamas con vivísimo esplendor. A él hay que pedir y de él hay que esperar la salvación de los hombres». Ha sido algo intrínseco a la difusión de la devoción al Corazón de Jesús proclamar la esperanza del triunfo de su reinado superando todos los obstáculos y venciendo todas las resistencias. Es el eco de las palabras tantas veces escuchadas por santa Margarita «reinaré a pesar de mis enemigos». Palabras que confirman lo que nos recuerda san Juan en su Evangelio: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37) y lo ratifica en el Apocalipsis «Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron».(Ap 1,7)
El olvido de Dios en la Modernidad
SI releemos la encíclicas programáticas de inicio de pontificado de los Papas de los siglos XIX y XX y de nuestro actual Pontífice encontraremos repetido, con distintos matices, el mismo diagnóstico sobre el mundo actual: estamos en una sociedad...