La presión que su madre y sus hermanos hacían iban llevándole hacia las atracciones del mundo. «El diablo le suscitaba muchos buenos partidos, según el mundo, que me asediaban para obligarme a ser infiel al voto que había hecho». En medio de las reuniones y pasatiempos «Jesús me lanzaba fl echas tan ardientes que traspasaban mi corazón de parte a parte y lo consumían, dejándome transida de dolor». Ella reconoce que la Santísima Virgen jamás le negó su apoyo durante el tiempo de sus frivolidades, pero le reprendía severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Pero la batalla se decidió a su favor. Un día, después de la comunión le dijo Jesús: «Yo soy el más bello, el más rico, el más poderoso, el más perfecto y cumplido de todos los amantes, ¿Cómo quieres romper tu amistad conmigo? Si me eres fi el no te dejaré jamás.» Y dice Margarita: «Con ello triunfó Jesús definitivamente en mi corazón y declaré resueltamente a mi familia mi decisión de ser religiosa». Después de visitar varios conventos donde la familia quería que ingresara, parecía que Jesús no la quería en ninguno de ellos y por fi n le mostró el de la Visitación de Paray-le-Monial y oyó una voz interior que le decía: «Aquí es donde te quiero». Este encuentro le dilató el corazón de alegría. Ingresó en el monasterio a los 24 años.
¿Las vías extraordinarias le alejarán de la Orden?
Durante el noviciado ya Jesús fue preparándole lo que sería luego su vida; tribulaciones de todas clases, persecuciones, enfermedades, humillaciones, vejaciones del demonio y al mismo tiempo admirables favores del Cielo, consolaciones, revelaciones y trato íntimo con el divino Esposo, para lograr purificar su alma de todo amor propio y la práctica de todas las virtudes. Ávida de oración, pidió a su maestra de novicias que le enseñara a rezar, y ésta le respondió: «Id a poneros delante de Nuestro Señor como un lienzo delante del pintor». Lo hizo así y el Señor le dio a entender que quería reproducir en ella la imagen de su vida terrestre, que eran el amor a Dios y el amor a la cruz. El día 25 de agosto de 1671, día de la toma de hábito, «mi divino Maestro me dio a entender que era nuestro desposorio» y durante los primeros meses «me dio a entender que no me daría a gustar, sino lo que había de más dulce en la suavidad de las caricias del amor». La vista de lo extraordinario que ocurría en sor Margarita creó un clima en la comunidad de un algo especial que no era normal en la Orden de la Visitación y tanto la M. superiora, M. J. Hersant, como la maestra de novicias, M. Ana Francisca Theuvant, pensaron si debían dejarla en la Orden. Margarita tembló solo pensarlo. Y declaró la guerra a su voluntad y a sus repugnancias naturales. Al ingresar en la Orden se estipuló que como la familia Alacoque tenía repugnancia al queso, a la nueva novicia no se le haría comer nunca. Esto fue así hasta que un día por descuido la refitolera le puso una ración de queso como a todas las hermanas. Jesús le exigió el sacrificio y ¡tras horas de lucha y lágrimas! Margarita comió el queso, aunque con repugnancia, según ella confesó. A partir de entonces comió siempre el queso, con la misma repugnancia y los siguientes dolores estomacales. A finales del noviciado, acabó el periodo de la M. superiora, M. Hersant, y fue sustituida por la M. Saumaise. Dicha madre le retrasó la profesión por caminar por vías extraordinarias, cosa que no era normal en la Visitación. Ella se desahogó ante su Maestro: «Vos sois la causa de que no me admitan». El Señor le dice: «Di a la superiora que nada hay que temer en tu admisión. Yo respondo de ti». La M. Saumaise le contesta que el Señor le haga útil a la orden cumpliendo todas sus observancias de la Regla. El Señor le contesta: «Te volveré más útil a la Religión de lo que ella cree, pero de una manera que nadie conoce, sino por mí; y en adelante adaptare mis gracias al espíritu de la Regla y a la voluntad de tus superioras y a tu debilidad». La M. Saumaise quedó contenta con la respuesta del Señor, recibida por Margarita, y con esta garantía fue admitida a la profesión y empezó los Ejercicios preparatorios de sus votos de profesión, que los realizó el día 6 de noviembre de 1672, aurora de las extraordinarias manifestaciones del Sagrado Corazón. En este tiempo de preparación, el divino Corazón la favorece con regalados coloquios en medio de las carreras que tiene que dar para cuidar de la borriquilla y del asnillo del monasterio y le da a conocer «las ventajas de padecer por los conocimientos y las luces que me ha procurado de su Pasión». El Señor por su parte cumplió plenamente su promesa, pues Él se encargó de trabajar fuertemente en purificar y transformar su corazón en un corazón semejante al suyo. «La misma tarde después de la profesión me recibió como esposa suya y me hablaba y trataba como si estuviera en el monte Tabor», mientras ella sufría por verse tan indigna ante su Esposo y Jesús le dijo: «Déjame hacer cada cosa a su tiempo, pues quiero que seas ahora el entretenimiento de mi amor, el cual desea divertirse contigo a su placer, como lo hacen los niños con sus muñecos. Es menester que te abandones así sin otras miras ni resistencia alguna, dejándome hallar mi contento a tus expensas; pero nada perderás con ello». Desde este momento le favoreció con su divina presencia, de forma que nunca había recibido gracia tan grande