Tras conseguir sendas mayorías absolutas en el Congreso y en el Senado, el pasado lunes 4 de marzo, las dos cámaras volvieron a votar conjuntamente en el Palacio de Versalles para ratificar la infausta decisión de inscribir el derecho al aborto en la Constitución de Francia, que quedó aprobada por 780 votos a favor y 72 votos en contra.
Las imágenes que rodearon la escena fueron esperpénticas. Las calles de París siguiendo la votación a través de pantallas gigantes y celebrando los resultados como si se tratara de un gol en el Mundial de fútbol. Proclamas de «Aborto libre» proyectadas en todos los idiomas en la Torre Eiffel mientras un espectáculo de luces y fuegos artificiales animaba a los asistentes en un ambiente festivo y numerosas personas lloraban de emoción mientras celebraban la noticia…
Pocos han sido los valientes que han alzado la voz de manera clara contra esta locura. Incluso Rassemblement National, el partido liderado por Marine le Pen, votó a favor de la propuesta, que la misma líder la calificó como: «la única iniciativa positiva del presidente Emmanuel Macron». Extremadamente triste es ver cómo los cálculos electorales y la obsesión por limar todo lo que contradice el pensamiento hegemónico (lo que en Francia llaman la «normalización» y «moderación» de Le Pen) han barrido los principios de un partido del que hace no tanto tiempo nadie se hubiera imaginado una decisión así. Por el contrario, merecen ser mencionados aquellos que se atrevieron a oponerse: Reconquête, el partido de Éric Zemmour, y algunos diputados y senadores del partido «Los Republicanos».
Triste también es ver cuál ha sido el origen de esta desgraciada iniciativa: la venganza. Después de que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos anulara recientemente la famosa sentencia Roe v. Wade, que abrió la puerta a la posibilidad de restringir el aborto en cada uno de los estados norteamericanos, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, impulsó personalmente la reforma constitucional para evitar que Francia pudiera caminar en ese sentido en el futuro. Asimismo, ha utilizado también de manera mezquina la vida de los no nacidos para volver a sortear la impopularidad de la que goza actualmente entre la población francesa, con la mirada puesta en las ya cercanas elecciones europeas. Mientras Francia se vuelve cada vez más insegura, los problemas causados por la inmigración masiva son insoslayables y las huelgas se acumulan, Macron ha decidido utilizar a los no nacidos como escudos humanos y desviar así la atención de su nefasta gestión e impopularidad. Macron ha utilizado también de manera mezquina la vida de los no nacidos para volver a sortear la impopularidad de la que goza actualmente entre la población francesa.
Es remarcable también la tremenda contradicción en la que cae respecto a sus discursos de hace apenas unas semanas. 2024 arrancó con una «preocupación» del gobierno francés por el descenso de la natalidad en el país y el anuncio de una serie de medidas dedicadas a revertir la situación. Tremenda contradicción en la que cae poco después, blindando legalmente el aborto de, según cifras actuales, 234.300 no nacidos en Francia en 2023. Otra de las preocupantes consecuencias directas de esta constitucionalización del aborto en Francia tendrá que ver con el derecho a la objeción de conciencia. A pesar de que todavía no se haya puesto sobre la mesa, es evidente que la positivización del aborto como un derecho constitucional derivará en la absoluta prohibición de cualquier conducta que dificulte su aplicación. Y eso repercutirá directamente en la objeción de conciencia. De hecho, preocupado por este asunto, el senador Alain Milon presentó en el Senado una enmienda a la iniciativa que se debatía, destinada a incluir el respeto expreso a la objeción de conciencia de los profesionales de la salud. Por supuesto, la enmienda fue rechazada.
La respuesta de la Iglesia ha sido firme. Monseñor Aupetit, experto en cuestiones bioéticas, compartió en redes sociales este mensaje: «Aborto en la Constitución. La objeción de conciencia de los cuidadores es rechazada. La ley se impone a la conciencia que obliga a matar. Francia ha tocado fondo. Se ha convertido en un Estado totalitario». De igual manera, la Conferencia Episcopal Francesa fue firme en un comunicado del 29 de febrero, reiterando que el aborto «sigue siendo un ataque a la vida en su fase inicial, no puede ser visto solo desde el punto de vista de los derechos de las mujeres (…). La Conferencia Episcopal estará atenta al respeto de la libertad de elección de los padres que deciden, incluso en situaciones difíciles, sacar adelante a su hijo y de la libertad de conciencia de los médicos y de todo el personal sanitario, a quienes saluda por su valentía y compromiso».
Parece que el camino hacia la eugenesia avanza, hasta el momento, imparable. El senador Stéphane Ravier (Reconquête), vaticinaba: «Todo lo que anunciamos con La Manif pour tous durante los debates sobre la legalización del matrimonio homosexual acaba por ocurrir. Nos prometieron, en ese momento, que el matrimonio para todos no sería en absoluto una puerta de entrada a la adopción para parejas del mismo sexo, la PMA (procreación médicamente asistida) o la gestación subrogada. Eso es exactamente lo que ha sucedido. Las mismas consecuencias ocurrirán con la constitucionalización del aborto. A la larga, esta decisión llevará a abortos tardíos, e incluso a abortos selectivos basados en el sexo o criterios genéticos en un enfoque puramente eugenésico. Esta decisión permitirá, en los años y décadas venideras, respaldar legalmente los proyectos más extremos de los militantes empeñados en destruir la familia tradicional».
En efecto, no han tardado ni un día en demostrar que el mal nunca se da por satisfecho, expresando claramente sus próximos objetivos. El ministro francés de Igualdad de Género y Diversidad, Aurore Bergé, ya ha expresado su deseo de que el paso dado en Francia sea replicado por todos los países europeos, y la intención de que próximamente el aborto sea incluido en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Funesta Carta que el hombre ha decidido consagrar como la nueva ley universal, en sustitución de la Ley Divina consagrada en los Diez Mandamientos. Sin embargo, como recordaba el padre Esteban López hnssc, en la víspera del cuarto Domingo de Cuaresma, el mal del mundo debe observarse desde la luz de la Cruz de Cristo, con la humildad de sentirnos todos pecadores e implorando la misericordia de Dios para cada uno de nosotros. Así, debemos reflexionar acerca de qué estamos dispuestos a hacer los que nos llamamos católicos para luchar contra el mal. Decía monseñor Argüello en su discurso inaugural como presidente de la Conferencia Episcopal Española: «Cuando nos quejamos de la situación actual, los católicos hemos de tener en cuenta que hemos sido mayoritarios hasta hace cuatro días» . Miembros del Parlamento francés aplauden tras aprobar la medida que garantiza el aborto como un derecho en la Constitución de ese país.