El sacerdote burgalés Valentín Palencia (1871-1937), fundador del «Patronato de San José para la educación de los niños huérfanos y pobres de la ciudad», y los cuatro jóvenes discípulos y colaboradores suyos, Donato Rodríguez (1911-1937), Emilio Huidobro (1917-1937), Germán García (1912-1937) y Zacarías Cuesta (1916-1937) fueron beatificados el pasado 23 de abril en una catedral de Burgos vestida de gala para celebrar la primera ceremonia de estas características en sus mil años de historia y en la que participó con entusiasmo la diócesis entera de Burgos.
A petición de su arzobispo, monseñor Fidel Herráez, el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos de la Santa Sede, cardenal Angelo Amato, que presidió la celebración, dio lectura a la carta apostólica con la que el Papa ha inscrito a estos cinco mártires en el catálogo de los beatos, permitiendo que se celebre su fiesta, cada año, el día quince del mes de enero.
A pesar de haber pasado «casi ochenta años desde la trágica muerte de los mártires, su memoria no se ha apagado sino que ha permanecido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y los fieles». Desde el 23 de abril, su memoria seguirá manteniéndose viva ya que la Iglesia burgalesa celebrará su fiesta cada año, dándoles el culto que se le debe a los santos. Y es que, según señaló el cardenal Angelo Amato, «la glorificación de los mártires es una buena noticia para todos». Recordando la figura de los muchos religiosos –como san Rafael Arnáiz, monje trapense canonizado en Roma en 2009– y mártires burgaleses elevados a los altares, el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos destacó en la homilía el valor de su testimonio: «Ellos han sembrado amor, no odio; han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados, y han trasmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de quienes los mataban. (…) Los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino construyendo un presente más luminoso y fraterno», pues ellos murieron perdonando a sus verdugos y rezando por ellos. A pesar de lo trágico de su muerte, el martirio de los nuevos beatos, sin embargo, está cargado de un «mensaje de esperanza» y continúa «difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal». «La misericordia es la que define el momento final de su vida: morir perdonando, sin odio a los verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón», concluyó el cardenal.
Con la beatificación de don Valentín y compañeros mártires, Burgos suma ya 172 mártires de la persecución religiosa del siglo pasado en el santoral, siendo hasta ahora la diócesis española con más mártires.
Pero su número no cesa de aumentar. La diócesis de Jaén ha iniciado una nueva causa para la beatificación de don Manuel Izquierdo y 129 compañeros, que murieron por causa de la fe entre los años 1936 y 1939. «Tenemos que destacar –afirmó monseñor Ramón del Hoyo López, obispo de la ciudad, en la ceremonia de apertura de la causa en su fase diocesana celebrada el pasado 9 de abril– que estos 130 bautizados murieron “in odium fidei”, por odio a la fe, no por otras razones. No quisieron renegar de bien tan grande y murieron confesando a Cristo. Eran personas creyentes en las que la fuerza de Dios actuó en aquellos momentos de forma especial, como en la muerte del diácono san Esteban. (…) Que este nuevo proceso de martirio suponga la reconciliación plena desde el perdón dado y recibido. Significa, en definitiva, el triunfo de la voluntad de Dios Padre de las misericordias, del perdón y de la paz, en este Año jubilar extraordinario de la Misericordia».
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