El recinto ferial de Lyon (Francia) acogió el pasado 22 de mayo a más de doce mil fieles de todo el mundo para celebrar la beatificación de Paulina Jaricot (1799-1862), fundadora de la primera de las Obras Misionales Pontificias –la Obra de la Propagación de la Fe, cuyo lema era «una oración y un céntimo para las misiones»–, cuando se cumple su bicentenario, así como el centenario de su elevación, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, al rango de «pontificia».
Tras la presentación de la vida de la sierva de Dios por parte del postulador de la causa de su beatificación, monseñor Philippe Curbelié, y la lectura de las letras apostólicas de su elevación a los altares por el cardenal Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la joven Mayline Tran, curada milagrosamente por la nueva beata, y un scout del grupo «Paulina Jaricot» colocaron junto al altar una pequeña cruz regalada a Paulina por el santo Cura de Ars y una reliquia del corazón de Paulina.
En la homilía el cardenal Tagle, que presidió la Eucaristía rodeado de más de quinientos sacerdotes, afirmó que «Paulina Jaricot es un testimonio vivo del poder del amor a Jesús, un amor que se convierte en identificación con Jesús. Amar a Jesús siendo fieles a su Palabra es un don de Dios, un don del Espíritu Santo. (…) Paulina fue dócil al Espíritu Santo que la impulsaba con nuevas ideas e iniciativas para la difusión del Evangelio y el servicio a los pobres», siendo su labor decisiva para el crecimiento y desarrollo de las Iglesias particulares en Asia, África, América Latina, Oceanía. «Hemos meditado en tres dones –concluyó monseñor Tagle–: el don de la palabra de Jesús, el don del Espíritu Santo y el don de la paz de Jesús. Quien recibe con alegría estos dones se convierte en amante de Jesús, misionero de la Iglesia, hermano de los pobres e instrumento de la fraternidad universal y de paz. La bienaventurada Paulina Jaricot se convirtió en todo esto porque ella acogió los dones de犀利士
Dios. Ahora es nuestro turno».
En un reciente mensaje a la Asamblea general de las Obras Misionales Pontificias (OMP) el Papa recordó cómo esta joven de 23 años tuvo el valor de fundar una obra que sostuviera la actividad misionera de la Iglesia y unos años más tarde ponía en marcha el «Rosario viviente», una organización dedicada a la oración y a la puesta en común de donativos. Los jubileos mencionados y la beatificación de Paulina Jaricot ofrecieron al Papa la oportunidad de volver a proponer a toda la Iglesia los tres aspectos que marcaron profundamente la vida de la nueva beata y que, gracias a la acción del Espíritu Santo, tanto han contribuido a la difusión del Evangelio en la historia de las Obras misionales pontificias: la conversión misionera: la bondad de la misión depende del deseo de no centrar la vida en uno mismo, sino en Jesús, la oración (primera forma de misión) y la concreción de la caridad en ofrendas y óbolos, que fueron providenciales para la historia de las misiones.
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