No sabemos cuál será el impacto de la pandemia del coronavirus Covid-19 que ha confinada en sus casas a casi toda la humanidad, pero sí sabemos algunos de los detalles que rodean su primer origen y expansión en China. Conocemos cómo el régimen comunista chino ocultó durante meses el problema, cómo los primeros médicos que hablaron públicamente de él fueron castigados (para luego fallecer por causa del coronavirus), cómo los datos de contagiados y fallecidos fueron manipulados.
Es lo que denuncia el cardenal Bo, arzobispo de Yangon, una de las poquísimas voces que se alzan en estos tiempos en la propia China para acusar al régimen comunista de Pekín de haber mentido en los inicios de la pandemia, empeorando así su difusión.
En una carta abierta publicada en la página web de su diócesis, escribe que «se alzan voces en todo el mundo contra la negligencia de China, especialmente de su tiránico Partido Comunista Chino, dirigido por su hombre fuerte Xi. El London Telegraph, el 29 de marzo de 2020, escribe que el Ministro de salud Británico acusa a China de ocultar el tamaño real del coronavirus. Con consternación comenta la reapertura de los mercados de animales vivos, identificados como la causa principal de la propagación del virus. James Kraska, un prestigioso jurista, afirma que China es legalmente responsable del Covid-19 y que puede ser demandada por miles de millones de dólares. Según un modelo epidemiológico de la Universidad de Southampton, si China hubiera actuado responsablemente sólo una, dos o tres semanas antes, el número de personas infectadas se habría reducido en un 66%, 86% y 95% respectivamente». Y añade de su propia pluma: «La responsabilidad principal es de un solo gobierno, por lo que ha hecho y lo que no ha hecho, y es el gobierno del Partido Comunista Chino. Que quede claro que el responsable es el PCCh, no el pueblo de China, nadie debe reaccionar con odio racista hacia los chinos. De hecho, el pueblo chino es la primera víctima de este virus y hace tiempo que es víctima de este régimen represivo».
Que China sigue ocultando la verdad se confirma por el número de opositores, periodistas y testigos que desaparecen cada semana. Una de las últimas en desaparecer ha sido la Dra. Ai Fen, de Wuhan, una de las primeras en identificar el Covid-19 en su hospital. Había compartido sus sospechas con algunos de sus colegas, incluyendo a Li Wenliang, considerado el «descubridor» de la nueva enfermedad. Era el 30 de diciembre de 2019 y aún no se sabía el motivo por el que aparecían tantas enfermedades respiratorias entre quienes frecuentaban el mercado de animales vivos de Wuhan. Tanto Ai Fen como Li Wenliang fueron silenciados inmediatamente por las autoridades. El caso de Li se ha hecho mundialmente famoso, especialmente desde el momento en que las autoridades chinas lo han rehabilitado postmortem (murió de Covid-19 el pasado 7 de febrero). Menos conocida es la censura pública que también sufre Ai Fen, explicada por ella misma en la revista Renwu del pasado 10 de marzo. Allí explicaba cómo sufrió la presión de las autoridades, que le ordenaron guardar silencio para no crear pánico y la acusaron de ser una delatora. Su desaparición podría ser un arresto secreto para silenciarla.
Ai Fen es sólo el último caso de desapariciones en la China comunista: Ren Zhiqiang, un empresario que había acusado públicamente a Xi Jinping de mala gestión de la epidemia permanece desaparecido desde poco después de la aparición de su escrito. A esta desaparición se une el arresto de diversos disidentes y críticos con el régimen. Un modo de proceder que no es ajeno a un régimen criminal que oprime a los católicos, a los uigures, a la población de Hong Kong, que destruye iglesias, encarcela en campos de trabajos forzados a los opositores y lamina cualquier atisbo de libertad.
Añadamos una última nota macabra a este repaso a las actuaciones del régimen comunista chino. Nos referimos a las noticias de que China realizó el primer doble trasplante de pulmón del mundo en un paciente de COVID-19 el pasado 28 de febrero, una actividad que continúa realizando desde entonces. El pequeño problema es que China estaría consiguiendo estos pulmones de prisioneros políticos y religiosos.
Nada nuevo, pues se sabe que en China, desde hace mucho tiempo, se efectúan extracciones forzosas de órganos de prisioneros: se estima que en China se realizan entre 60 y 90.000 trasplantes cada año. En 2015, en medio de una importante presión internacional, China anunció que prohibiría la extracción forzosa de órganos de prisioneros, una promesa que, como tantas otras, parecen ser meros gestos para la galería.
Nuestra única esperanza es Cristo
Por tercera vez en menos de dos años la proposición de ley orgánica de regulación de la eutanasia presentada por el Partido Socialista ha vuelto al Congreso de los Diputados. En la exposición de motivos de dicha ley llama...