El 19 de febrero de 1922 la ciudad de Jerez fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús. Con ese motivo, se levantó un monumento en el lugar más alto de la ciudad, el Monte Calvario, donde todavía hoy se encuentra. Al cumplirse el centenario de ese acto, los católicos de Jerez se volvieron a reunir a los pies de ese monumento y se trasladaron en peregrinación hasta la Santa Iglesia Catedral, para celebrar la Santa Misa, renovar la consagración de Jerez y consagrar toda la diócesis asidonense al Sagrado Corazón de Jesús. Con este motivo, la Santa Sede ha concedido a la diócesis un año jubilar que comenzará con esta celebración y se prolongará hasta el domingo, 19 de febrero de 2023.
«En la pasada vigilia de la Inmaculada –recordaba monseñor José Rico Pavés– fue consagrada nuestra diócesis de Asidonia-Jerez al Inmaculado Corazón de María y a san José. (…) Antes de que el costado de Jesucristo fuera traspasado por la lanza del soldado y se nos abrieran los tesoros de su Corazón, María nos fue regalada como Madre. Para entrar con provecho en el costado traspasado del Redentor y experimentar más a fondo la grandeza insondable del amor divino, debemos recibir a María Inmaculada como Madre de Cristo y Madre nuestra. María orienta todas las cosas hacia su Hijo, que escucha nuestras oraciones y perdona nuestros pecados. Al consagrarnos al Inmaculado Corazón de María encontramos el camino seguro que conduce al amor divino-humano de su Hijo Jesucristo, cuyo símbolo excelente es su Sagrado Corazón.
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..) No renovamos la consagración –continuó el obispo de Asidonia-Jerez– con la pretensión nostálgica de recuperar una época pasada ni con el simple propósito de extender una devoción entre otras posibles. Cuando ponemos la mirada de fe en el misterio del amor divino y humano de Nuestro Señor Jesucristo, cuyo símbolo es el Sagrado Corazón, no hacemos otra cosa que confesar la verdad de la encarnación y proclamar el triunfo de la resurrección. Consagramos la diócesis al Corazón de Jesús –dicho con palabras vibrantes de san Juan de Ávila– para que «sepan todos que nuestro Dios es Amor y que sus deseos son amar y ser amado, sin buscar propio interés». Al consagrar la diócesis al Corazón de Jesús confiamos la realidad total de nuestra Iglesia particular –sus miembros, familias, pueblos e instituciones– al poder insuperable del amor de Dios, pues a todos queremos hacer partícipes de este amor. La transformación de la sociedad, de la educación, de la cultura y de las instituciones comienza siempre por el corazón. Para que el amor de Dios reine en el mundo se requieren corazones generosos que, dejándose amar por Él, le ofrezcan libremente una respuesta de amor.
»Desde la fe, en efecto, todo acto de consagración es siempre una respuesta de amor al Amor primero de Dios. (…) Un reconocimiento porque confesamos que Jesús es Salvador de todos y de todo, «Redentor del mundo, Rey de reyes y Señor de los que dominan». Un ejercicio de reparación porque, amándonos, Cristo mismo cura las heridas de nuestros pecados y nos capacita para amar por los que no le aman, poniendo amor donde otros ponen ofensas. Un compromiso misionero porque el amor de Cristo nos urge a compartir con todos la alegría de creer y el consuelo de su misericordia.
»Al consagrar la diócesis al Corazón de Jesús expresamos nuestro agradecimiento al Señor por la herencia de santidad recibida de nuestros mayores, pedimos un profundo rejuvenecimiento de la fe en nuestro pueblo y nos comprometemos a afrontar con valentía los retos evangelizadores del presente y del futuro. Confiando al amor de Dios el destino de nuestra Iglesia particular, renovaremos esta petición centenaria al Sagrado Corazón de Jesús: «Reina en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias».
» (…) A la celebración de 1922 siguieron numerosísimos frutos de santidad, siendo el más excelente la entrega de la vida como testimonio del Amor más grande por parte de muchos mártires. De un Año jubilar destinado a renovar aquella consagración de 1922 esperamos el fruto visible de una renovación de la vida cristiana en nuestra diócesis. Para que se produzca ese fruto, será suficiente la fiel entrega de unos pocos que pongan su confianza en el Corazón de Cristo para llevar a todos la grandeza infinita de su amor.
»Que el Señor acoja, como hizo hace cien años, nuestra súplica confiada: “Sé siempre el Rey de esta diócesis, haciendo que, a su vez, sea ella ahora y siempre Jerez de tu Sagrado Corazón”. ¡Sagrado Corazón de Jesús: en ti confío!».
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