CON ocasión del Año «Familia Amoris laetitia», el pasado 26 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, el papa Francisco se dirigió a todos los matrimonios del mundo para animarlos en su vocación.
Glosando las palabras del Génesis en que el Señor llama a Abrahán a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará, el Santo Padre explicó que «cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas. Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio.
Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!».
«La vocación al matrimonio, continúa el Papa más adelante, es una llamada a conducir un barco
incierto –pero seguro por la realidad del sacramento– en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como
los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: “¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?”. No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las difi cultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió “donde estaban ellos, (…) cesó
el viento”. Es importante que juntos mantengan la mirada fi ja en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los confl ictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque éstos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva. Sólo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible (…). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confi ar en Él. A la luz de estos pasajes bíblicos, el papa Francisco aprovechó para refl exionar sobre algunas dificultades y oportunidades que han vivido las familias en este tiempo de pandemia, terminando con una invitación
a encomendarse a san José y a la Virgen María. «Los numerosos desafíos –concluye el Santo Padre–
no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!».
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