A propósito de los disturbios que han estallado en los Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd por parte de un policía y en el que hemos podido asistir a un tremendo desbordamiento de violencia gratuita que se ha cobrado varias vidas, Enrique García-Máiquez se fija en el antes y el después desde el Diario de Cádiz:
«Aun así, el problema, para mí, está antes y después, más que ahora. ¿Dónde se reservaba, fermentando, tanto odio? Hay que pensar que todos los que participan en esa orgía de la alteración ciudadana han pasado por las escuelas, ven la televisión, oyen la radio, se relacionan con sus vecinos, hacen la compra y tienen una vida familiar. ¿Cuántos mecanismos civilizatorios han fallado estrepitosamente?
Y el después todavía es peor. En pocas ocasiones se ve tan claro aquello que nos dejó dicho Sócrates para la eternidad: el mal daña más a quien lo hace que a quien lo sufre. ¿Con qué heridas en el alma no volverán a sus normalidades los que hayan desatado sus peores pasiones en este espectáculo de fuego y furia?
Lejos de mí la desesperanza cívica y mucho menos dar por perdido a ningún ser humano, pero lo honrado es mirar a esos problemas del antes y, sobre todo, del después con los mismos ojos abiertos con que ahora lo vemos todo arder. Entiendo, gracias al antropólogo René Girard, que estas situaciones de crisis se desatan por y a la vez desatan aún más el mimetismo de las masas. Muchos se dejan arrastrar por una furia colectiva que devora prácticamente su libertad de individuos.
Pero también explica Girard que la única manera de romper los ciclos del mimetismo es una radical conversión personal, que no parece que nadie se preocupe de ofrecer y que, para ser honestos, no parece que ellos busquen entre saqueo y saqueo. Así, cuando todo pase, se retirarán a sus cuarteles de invierno, con sus heridas abiertas y sus odios latentes, hasta el próximo –cada vez más violento, más irracional, más frecuente– estallido.»