También para pedir el auxilio divino se han multiplicado últimamente las consagraciones al Corazón de Jesús y de María, y entre ellas hemos de destacar la de España y Portugal realizada el pasado 25 de marzo en el santuario de Fátima por el cardenal Antonio dos Santos Marto, obispo de Leiria-Fátima. Monseñor Marto presidió ante la imagen primigenia de la Virgen de Fátima, venerada en la capilla de las Apariciones, el rezo del rosario y la consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María de la península ibérica –a la que se unieron Albania, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Eslovaquia, Guatemala, Hungría, India, México, Moldavia, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Polonia, Kenia, República Dominicana, Rumanía, Tanzania, Timor Oriental y Zimbabue. Visiblemente emocionado, realizó la siguiente consagración:
«Corazón de Jesucristo, médico de las almas, Hijo amado y rostro de la misericordia del Padre, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que son tuyas– mira para tu costado abierto, que es su fuente de salvación, y te suplica: en esta singular hora de sufrimiento, asiste a tu Iglesia, inspira a los gobernantes de las naciones, escucha a los pobres y a los afligidos, enaltece a los humildes y a los oprimidos, sana a los enfermos y a los pecadores, levanta a los abatidos y a los desanimados, libera a los cautivos y prisioneros y líbranos de la pandemia que nos afecta.
»Corazón de Jesucristo, médico de las almas, elevado en lo alto de la cruz y palpado por los dedos del discípulo en la intimidad del cenáculo, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que son tuyas– te contempla como imagen del abrazo del Padre a la humanidad, ese abrazo que, en el Espíritu del Amor, queremos darnos unos a otros según tu mandato en el lavatorio de los pies, y te suplica: en esta singular hora de sufrimiento, ampara a los niños, a los ancianos y a los más vulnerables, conforta a los médicos, a los enfermeros, a los profesionales de la salud y a los voluntarios cuidadores, fortalece a las familias y refuérzanos en la ciudadanía y en la solidaridad, sé la luz de los moribundos, acoge en tu Reino a los difuntos, aleja de nosotros todo mal y líbranos de la pandemia que nos afecta.
»Corazón de Jesucristo, médico de las almas e Hijo de Santa María Virgen, por medio del Corazón de tu Madre, a quien se entrega la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que desde hace siglos son suyas– y en tanto otros países, acepta la consagración de tu Iglesia. Al consagrarse a tu Sagrado Corazón, la Iglesia se entrega a la protección del Corazón Inmaculado de María, configurado por la luz de tu pascua y aquí revelado a tres niños como refugio y camino que conduce a tu Corazón. Sea Santa María Virgen, Nuestra Señora del Rosario de Fátima, la Salud de los Enfermos y el Refugio de tus discípulos nacidos junto a la cruz de tu amor. Sea el Inmaculado Corazón de María, a quien nos entregamos, quien diga con nosotros: en esta singular hora de sufrimiento, acoge a los que perecen, da aliento a los que a ti se consagran y renueva el universo y la humanidad. Amén».
Por su parte, el cardenal y arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, acompañado del nuncio de Su Santidad en México, monseñor Franco Coppola y diversos obispos y sacerdotes, consagró América Latina y el Caribe a la Virgen de Guadalupe, Emperatriz de América, en su basílica el pasado Domingo de Resurrección, para pedirle por la salud del mundo y el fin de la pandemia del coronavirus, con las siguientes palabras:
«Santísima Virgen María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive, en estos momentos, como Juan Diego, sintiéndonos “pequeños” y frágiles ante la enfermedad y el dolor, te elevamos nuestra oración y nos consagramos a ti. Te consagramos nuestros pueblos, especialmente a tus hijos más vulnerables: los ancianos, los niños, los enfermos, los indígenas, los migrantes, los que no tienen hogar, los privados de su libertad.
»Acudimos a tu inmaculado Corazón e imploramos tu intercesión: alcánzanos de tu Hijo la salud y la esperanza. Que nuestro temor se transforme en alegría; que en medio de la tormenta tu Hijo Jesús sea para nosotros fortaleza y serenidad; que nuestro Señor levante su mano poderosa y detenga el avance de esta pandemia.
»Santísima Virgen María, “Madre de Dios y Madre de América Latina y del Caribe, Estrella de la evangelización renovada, primera discípula y gran misionera de nuestros pueblos”, sé fortaleza de los moribundos y consuelo de quienes los lloran; sé caricia maternal que conforta a los enfermos; y para todos nosotros, Madre, sé presencia y ternura en cuyos brazos todos encontremos seguridad. De tu mano, permanezcamos firmes e inconmovibles en Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén».
Algunos días antes, el 3 de abril, los obispos y la Iglesia del Paraguay consagraron su nación y su pueblo a la Virgen de los Milagros, su Santa Patrona, por medio de monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé:
«Oh, María, Virgen Inmaculada, tú que has sido elegida por el Padre para aplastar la cabeza de la antigua serpiente, ayúdanos a vencer este mal, llamado coronavirus, que nos agobia en estos días. Madre infatigable, que junto con tu esposo san José, fuisteis incansables custodios del Niño Jesús, protege con amor maternal a toda la humanidad, en especial, a los hijos de esta tierra guaraní.
»Madre dolorosa, tú que estuviste junto a la cruz de tu Hijo, acompáñanos en nuestra lucha de cada día, para que sintamos la fortaleza del Espíritu y el amor misericordioso del Padre.
»Reina de los Apóstoles, tú que nunca abandonas a los discípulos de tu Hijo, ampáranos en este difícil momento; y haz que permanezcamos unidos en la oración, la solidaridad y el servicio al prójimo.
»Trono de la sabiduría, que acompañas a la humanidad en su búsqueda de una vida mejor, asiste a las autoridades, médicos, científicos y religiosos y a todos los que trabajan para ayudar a los demás.
»Virgen prudentísima, que con tu sí, nos has enseñado a hacer la voluntad de Dios, guíanos en estos tiempos de tempestad, para que podamos descubrir en ellos el llamamiento de Jesús que nos dice: “Convertíos y creed en el Evangelio”.
»Virgen poderosa, que desde los inicios de nuestra historia quisiste ser la defensora de este pueblo humilde, llamado Paraguay y te quedaste con nosotros con el nombre de Tupãsy Caacupé, te pedimos que nos sigas bendiciendo desde el cielo.
»Venerable Señora de Caacupé, te consagramos nuestra patria, el Paraguay. ¡Ayúdanos a construir una nación santa donde reinen la solidaridad, la justicia, la verdad, la alegría y la paz!
»Bajo tu amparo, nos cobijamos ¡Oh santa Madre de Dios! Y confiados en tu poderosa intercesión, te presentamos nuestras humildes plegarias. ¡Virgen gloriosa y bendita! Presenta, con bondad, estos ruegos a tu Hijo Jesucristo, Nuestro Salvador, que vive y reina con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén».
Y ese mismo día, monseñor Fernando Castro, obispo de Margarita, en comunión con los prelados del oriente de Venezuela, consagró el país y el mundo a la protección de Nuestra Señora del Valle.