Pier Giorgio nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Creció en el seno de una familia muy rica. Su padre fue el fundador y director del diario La Stampa y su madre una notable pintora que le transmitió la fe.
Recibió una educación recta, con especial cuidado en la educación de las virtudes y fortalecimiento de la voluntad, lo cual hizo de Pier un joven fuerte, noble y amante del sacrificio.
En su madre encontramos a la primera pedagoga y catequista de Pier Giorgio, le dio una formación seria, austera y exigente. Era una mujer fuerte y cariñosa que gozaba de una gran autoridad ante sus hijos. Ella fue quien le infundió la afición a la montaña, lo cual fue para Pier Giorgio una escuela de esfuerzo y humildad, indispensable para afrontar la vida de cada día.
Su padre fue un hombre honrado, recto y comunicativo con sus hijos, de buen talante, quien sin embargo no compartió con su hijo las ideas religiosas ni políticas.
Sólo falta mencionar a Luciana, la hermana, un año y medio menor que él, que fue su compañera inseparable de la infancia y juventud. Pier Giorgio la echó siempre de menos desde que ésta partió a Polonia al contraer matrimonio.
Pier Giorgio nació y fue bautizado el Sábado Santo, 6 de abril de 1901, y a causa de esta feliz coincidencia su abuela le llamaba «el hijo de la fiesta». Fue un niño lento en el aprendizaje, destacando por su temperamento impulsivo y testarudo. También destaca su sensibilidad hacia la belleza y su gran corazón. En la escuela siempre se esforzó, a pesar de lo mucho que le costaba, resultando para él una continua fuente de humillaciones.
Aceptó de su director espiritual con gusto la invitación a comulgar frecuentemente y empezó a recibirla varias veces por semana, y después de insistir a su madre durante varios días consiguió el permiso para recibirla diariamente, práctica que siguió durante toda su vida hasta la muerte, siendo esto la clave de su profunda espiritualidad. En cuanto a la confesión, siguió el consejo del gran san Juan Bosco de confesarse cada ocho días, y tal como afirma su hermana: «aquí comenzó la verdadera ascensión de mi hermano». Deseaba acercarse más frecuentemente a Dios, purificar su alma delante de Él y buscar ayuda para una vida cristiana más intensa. Buscando también la purificación de tantos pecados que se cometen, se afilió muy joven a la adoración nocturna universitaria. Así también ingresó en la Acción Católica, en el Apostolado de la Oración y en la Liga Eucarística.
Encontró en la Virgen un consuelo en las horas amargas y difíciles siendo siempre un gran devoto de ella, rezando el Rosario y visitando con devoción los santuarios marianos, con especial cariño a Nuestra Señora de Oropa, en el Piamonte.
Desde su infancia Pier Giorgio tenía una particular sensibilidad por los demás. De gran generosidad, regalaba a los pobres el dinero que obtenía de sus regalos de Navidad, o de su abuela materna cuando le visitaba. También vendía estampas para conseguir dinero para los misioneros. Ya finalizados los estudios secundarios, se matriculó en la carrera de ingeniería de minas para trabajar cerca de los operarios pobres. Su proyecto de vida era consagrase a Cristo, siendo apóstol laico, como ingeniero en minería formando una familia. Su amor al Señor y al prójimo se concretó en el trabajo hacia los más pobres. Es por este motivo que decide ingresar y realizar los votos como laico dominico.
En la universidad era conocido por su generosidad, pureza, rectitud moral y disponibilidad a tratar con todos sin tener nunca en cuenta las diferencias sociales. Allí se apuntó a la Sección Universitaria del Club Alpino Italiano, grupo con el que efectuó muchas excursiones y le dio la oportunidad de ejercer un gran apostolado, ya que no era un grupo de carácter católico.
Su carácter alegre, sus cualidades deportivas, sus virtudes humanas y sobrenaturales hacía que todos los compañeros le quisieran como amigo. Frecuentó muchos grupos en los cuales estuvo realmente comprometido, como el círculo Cesare Balbo, las conferencias de San Vicente, el grupo I Tipi Loschi, grupos parroquiales… Para Pier estos grupos fueron un lugar donde reforzó su formación, hizo amistades y se divertía. Con las jóvenes de su edad mantenía una relación cordial y limpia.
Se afilió al Partido Popular Italiano, convencido de que este partido tenía un programa conforme a la doctrina social de la Iglesia y quiso trabajar desde allí para transformar la sociedad según el Evangelio. Pasados unos años se desencantó del partido considerando que éste había traicionado los principios cristianos.
El círculo Cesare Balbo tenía en su programa dos puntos esenciales: la santificación personal de los socios mediante la práctica concreta de ejercicios espirituales anuales, y como fruto de éstos la acción social. Para concretar este segundo punto se apuntó a las conferencias de San Vicente.
Tenía una verdadera vocación de practicar la caridad concreta en los pobres, y fue por eso que se afilió a las Conferencias de San Vicente de Paúl. Cada semana, generalmente los viernes, junto con un compañero visitaban a las familias más pobres de Turín. Después en una reunión semanal exponían los problemas y trataban de dar alguna solución a las necesidades.
Su entrega era tan grande como miembro de esta sociedad que realmente le quitaba tiempo al estudio. Era habitual verlo pidiendo dinero para los pobres en la entrada de algún espectáculo público o en las casas de gente con dinero. Así fue creciendo en esta virtud hasta el final de su vida. De hecho la enfermedad que contrae y que lo lleva a la muerte, se la contagió en una de esas visitas acompañando a un pobre que tenía poliomielitis. Cuando estaba en el lecho de muerte, el viernes 3 de julio de 1925, día de las conferencias de San Vicente, sus últimos pensamientos y encargos fueron para sus pobres.
El 30 de junio de 1925 Pier Giorgio comienza a padecer los síntomas de poliomielitis infecciosa, que se va agravando cada vez más. Su familia en ese momento está volcada en los últimos días de vida de su abuela, de manera que sufre en silencio para no molestar con su insignificante enfermedad. Cuando se dan cuenta de la enfermedad que padece, ya es demasiado tarde. Muere el día 4 de julio, ofreciendo su vida por la reconciliación de sus padres, que estaban a puto de separarse. A su funeral acuden los familiares y tal cantidad de amigos y pobres, que sus padres reconocen la santidad de su hijo y no se separaron.
La vida de Pier Giorgio podemos resumirla en aquellas palabras que expresó san Juan Pablo II en la ceremonia de beatificación: «El secreto de su celo apostólico y de su santidad hay que buscarlo en el itinerario ascético y espiritual que recorrió; en la oración, en la perseverante adoración, incluso nocturna, del Santísimo Sacramento, en su sed de la palabra de Dios, escrutada en los textos bíblicos; en la serena aceptación de las dificultades de la vida, incluida la familiar, en la castidad vivida como disciplina alegre y sin compromisos; en la predilección diaria por el silencio y la “normalidad de la vida”».
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