La inesperada publicación de un breve pero enjundioso y certero análisis de Benedicto XVI sobre las causas, consecuencias y soluciones de la crisis de abusos sexuales que asola a la Iglesia ha provocado numerosos comentarios y debates. George Weigel glosa la recepción de este texto en First Things así:
FIRST THINGS
«Publicado una semana antes de cumplir noventa y dos años, el ensayo de Joseph Ratzinger sobre la epidemiología de la crisis de abusos sexuales del clero ha ilustrado con claridad su capacidad, todavía incomparable, para incendiar los circuitos cerebrales de los progresistas católicos…
En opinión de Benedicto XVI, la crisis de abusos sexuales por parte de clérigos fue, principalmente, un subproducto eclesiástico de la “revolución sexual”: un tsunami de deconstrucción cultural que golpeó a la Iglesia en un momento de confusión doctrinal y moral, disciplina eclesiástica laxa, mala formación en el seminario y débil supervisión episcopal, todo combinado para producir muchos de los escándalos con los que estamos dolorosamente familiarizados hoy.”
Y continúa: “el autoengaño y la duplicidad clericales que acompañaron a la disidencia generalizada frente a la encíclica Humanae vitae de 1968 del papa Pablo VI, crearon un entorno en el que se intensificó el comportamiento sexual abusivo. Quienes se convencieron a sí mismos de que no tenían que creer o enseñar lo que la Iglesia profesaba ser verdad (especialmente sobre la ética del amor humano) eran especialmente vulnerables a la marea de la revolución sexual; y en poco tiempo la duplicidad intelectual condujo a la duplicidad de comportamiento y al abuso. Que los seminarios se encontrasen en un momento de colapso intelectual y disciplinario en ese mismo período agravó la crisis. También lo hizo el fracaso de Roma para imponer la disciplina eclesiástica frente a la disidencia flagrante.
(…) Para concluir que “el «clericalismo» no es una explicación seria para el pecado y el delito de abuso sexual clerical. El clericalismo facilita el abuso, en el sentido de que los abusadores se aprovechan de aquellos que respetan, como debe ser, el sacerdocio. Pero el «clericalismo» no explica la depredación sexual, que tiene otras causas más profundas y, de hecho, es una plaga global».
Ante las reacciones, principalmente en Alemania, muy críticas con el texto de Benedicto XVI, el cardenal Muller ha escrito en Kath.net estas reflexiones en referencia a los críticos que van más allá de la mera discusión circunstancial:
KATH. NET
«Hablan de renovación y reforma de la Iglesia, pero no tienen otra cosa en la cabeza que la adaptación a su propio estado de decadencia. (…) Es escandaloso ver que algunos obispos católicos financian, desviando fondos propios de la Iglesia, organizaciones que abiertamente apoyan posiciones incompatibles con las enseñanzas católicas sobre fe y moral. Sé, por supuesto, que los obispos involucrados ven las cosas de manera diferente porque definen según sus gustos qué es católico y qué no. Su visión del mundo se basa en la distinción, algo primitiva, entre progresismo y conservadurismo.
(…) En consecuencia, consideran que hay que dejar de lado, o al menos silenciar, a los católicos catalogados como “conservadores”que permanecen fieles a la Sagrada Escritura, a la Tradición apostólica y al Magisterio. Y para este propósito, todos los medios son buenos, incluso calumniar y deshonrar.
Así es como fue tratado mi “Manifiesto por la fe”: como un conjunto de verdades a medias, una elección de ideas subjetivas, alejadas de la Sagrada Escritura, palabras sacadas de contexto… como si la Trinidad, la Encarnación, la santidad de la Iglesia, la divina Liturgia, la unidad de la fe y la moral, el Juicio final y la vida eterna no fueran, en la “jerarquía de verdades” (de acuerdo con el decreto sobre ecumenismo del Concilio Vaticano II en su número 11), el “fundamento de la fe”.
El infame rechazo de Dios que se expone de esta manera llega a su apogeo cuando el crimen y el pecado mortal constituido por el abuso sexual de menores de edad se utiliza para cubrir la bendición de los actos homosexuales entre adultos, para ridiculizar el celibato de los sacerdotes y los votos de los religiosos, y para banalizar los pecados contra la indisolubilidad del matrimonio».