Escribe Carmelo López-Arias desde Religión en Libertad acerca de un interesante fenómeno que viene a sumarse a otras pruebas de la veracidad del texto bíblico: «hablamos de “coincidencias no planeadas” entre dos relatos cuando el primero suscita algún interrogante, secundario respecto al contenido principal, que halla respuesta en el segundo, sin que pueda afirmarse razonablemente que ambas versiones han sido concertadas. Para policías y jueces las coincidencias no planeadas son un indicio importante sobre la veracidad de un testigo.
De hecho, un detective de homicidios de Los Ángeles, James Warner Wallace, escribió en 2013 un libro, Cold-case Christianity, donde, entre otras técnicas policiales, aplicaba la de las “coincidencias no planeadas” para mostrar la veracidad de los Evangelios, entendidos como un “cold case”, esto es, un caso antiguo que no ha podido cerrarse del todo por falta de pruebas y se reactiva para ser investigado de nuevo ante la presencia de nuevos indicios.
Así explicaba Warner su investigación: “cuando leí por primera vez los Evangelios desde un punto de vista forense, comparando aquellos lugares donde dos o más autores evangélicos describían el mismo hecho, me sorprendió inmediatamente el apoyo inadvertido que cada autor aportaba al otro… Cuando un testigo evangélico describía un hecho y dejaba un cabo suelto que suscitaba un interrogante, ese interrogante quedaba involuntariamente contestado por otro evangelista (quien, a su vez, con frecuencia dejaba otro cabo suelto resuelto por el primero)”».
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