El sínodo de los obispos, instituido por san Pablo VI como consejo estable de obispos sujetos directa e inmediatamente a la autoridad pontificia, tiene como fines generales el fomentar la íntima unión y colaboración entre el Sumo Pontífice y los obispos de todo el mundo, el procurar que se tenga conocimiento directo y verdadero de las cuestiones y de las circunstancias que atañen a la vida interna de la Iglesia y a su acción propia en el mundo actual y el facilitar la concordia de opiniones, por lo menos en cuanto a los puntos fundamentales de la doctrina y en cuanto al modo de proceder en la vida de la Iglesia; y como fines especiales y próximos, el intercambiarse noticias oportunas y dar consejo acerca de aquellas cuestiones para las que sea convocado el sínodo en cada ocasión.
Y en esta ocasión, el papa Francisco ha querido reunir el sínodo para reflexionar sobre cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a una vida en plenitud que Dios realiza en cada uno de ellos.
Tras veinticinco días de intenso trabajo, la tarde del pasado 27 de octubre los padres sinodales aprobaban (con el voto de dos tercios del Aula) un extenso «Documento final». Al acabar la votación, el Santo Padre se dirigió a todos los presentes en el Aula del sínodo para recordarles varias cosas. En primer lugar, que «el sínodo no es un parlamento sino un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar». Por ello, «el resultado del sínodo no es un documento. Estamos llenos de documentos. Yo no sé si este documento tendrá algún efecto, no lo sé. Pero ciertamente debe tenerlo dentro de nosotros [los padres sinodales], debe trabajar en nosotros. Nosotros hemos hecho el documento, la comisión; nosotros lo hemos estudiado, lo hemos aprobado. Ahora el Espíritu nos da el documento para que trabaje en nuestro corazón. Somos nosotros los destinatarios del documento, no la gente de fuera. Que este documento trabaje; y es necesario hacer oración con el documento, estudiarlo, pedir luz… El documento es principalmente para nosotros. Sí, ayudará mucho a los demás, pero los primeros destinatarios somos nosotros: es el Espíritu quien ha hecho todo esto, y regresa a nosotros. No hay que olvidarlo, por favor». Y en tercer lugar, el papa Francisco dirigió su pensamiento a «nuestra Madre, la Santa Madre Iglesia. Los últimos tres números (del Documento final) sobre la santidad hacen ver qué es la Iglesia: nuestra Madre es santa, pero nosotros, hijos, somos pecadores. Somos todos pecadores. […] Y a causa de nuestros pecados, siempre el gran Acusador se aprovecha. […] En este momento nos está acusando fuertemente, y esta acusación se convierte también en persecución; puede decirlo el presidente actual: su pueblo [la Iglesia en Irak] es perseguido y así también otros muchos de Oriente o de otros lugares. Y se convierte en otro tipo de persecución: acusaciones continuas para ensuciar a la Iglesia. Pero no se debe ensuciar a la Iglesia; a los hijos sí, estamos manchados todos, pero la Madre no. Y por esto es el momento de defender a la Madre. Y a la Madre se le defiende del gran Acusador con la oración y la penitencia. […] Continuemos haciéndolo. Es un momento difícil, porque el Acusador atacándonos a nosotros ataca a la Madre, pero la Madre no se toca. Esto quería decirlo desde el corazón al final del Sínodo».
Golpe de Estados Unidos contra Irán
La noticia de la muerte del general iraní Qasem Soleimani tras ser alcanzado por un misil estadounidense en Iraq sacudió al mundo entero. Un magnicidio (Soleimani era uno de los hombres más poderoso del régimen iraní, en realidad el...