El flamante nuevo canciller austríaco, Sebastián Kurz, ha realizado un anuncio que parece de sentido común pero que, no obstante (o quizás precisamente por ello) ha provocado airadas quejas: su gobierno está decidido a expulsar a los imanes musulmanes financiados desde el exterior, principalmente desde Turquía, lo que conllevaría el cierre de siete mezquitas. El Ministro del Interior ha agregado que se trata de sesenta imanes, con sus familias, alrededor de ciento cincuenta personas que podrían perder su derecho de residencia en Austria.
Este movimiento pretende frenar el expansionismo turco en Europa Central, por lo que no es de extrañar la reacción del presidente turco, Erdogan, que en una frase digna de cualquier grupo terrorista islamista, ha afirmado que «Estas medidas tomadas por el primer ministro austríaco van, me temo, a llevar al mundo a una guerra entre los cruzados y la Media Luna».
Mientras tanto, Erdogan ha visitado la capital bosnia, Sarajevo, donde fue recibido por miles de personas gritando «Allah Akbar» y «Sultán Erdogan». Durante este baño de masas en lo que fue territorio del extinto Imperio otomano, Erdogán estaba acompañado por el miembro musulmán de la presidencia bosnia, Bakir Izetbegovic. En su discurso, dirigido a los bosnios con nacionalidad turca y derecho a votar en las elecciones turcas, expresó su apoyo al mandatario turco y calificó al presidente Erdogan de «hombre enviado por Dios».
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