Corea del Norte lleva mucho tiempo siendo un factor de inestabilidad y un quebradero de cabeza, en especial para los Estados Unidos, que ven con preocupación el desarrollo de su capacidad armamentística nuclear. Los presidentes norteamericanos han ensayado diversas formas de presión o seducción, pero hasta ahora todos han fracasado.
La llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense fue considerada por numerosos analistas como la materialización de un riesgo cierto de guerra abierta entre Estados Unidos y Corea del Norte. Las amenazas explícitas que se han intercambiado Trump y Kim Jong-Un parecían vaticinar lo peor… y sin embargo se acaba de anunciar algo impensable: un encuentro personal entre ambos líderes para tratar de la renuncia norcoreana a su programa nuclear. En contra de lo que la ideología buenista propone, no han sido las buenas palabras las que han conseguido distender la tensión entre ambos países, sino el lenguaje brutal y agresivo de Trump, un lenguaje que al parecer Kim Jong-Un comprende bien y que le ha llevado a buscar una conciliación ahora que, finalmente, creyó en la plausibilidad de represalias militares estadounidenses. La amenaza, creíble, de una guerra nuclear ha sido más eficaz que miles de declaraciones de solidaridad y buenas intenciones, una constatación que desmonta tantos discursos de un pacifismo naif, en muchos casos bienintencionados, pero poco realistas.
Todo parece indicar que la propuesta de Kim Jong-Un irá por la vía de poner fin a sus tests con misiles nucleares y a una desnuclearización a largo plazo, si bien se desconoce qué compensaciones exigirá a cambio de esta renuncia. No se puede descartar, pues, el fracaso de las negociaciones o que Corea del Norte esté sólo tratando de ganar tiempo o de tender una trampa al presidente norteamericano. Es por ello que persiste una elevada incertidumbre, aunque sí podemos afirmar algo con certeza: los cálculos humanos suelen verse desbordados y desmentidos por la realidad. Ha ocurrido con aquellos que, atónitos, contemplan cómo unas maniobras que creían nos llevaban de cabeza a una guerra han acabado acercándonos más a un acuerdo de paz que años y años de buenas palabras. Pero cuidado, porque también puede ocurrir otro tanto con quienes ponen todas sus esperanzas en las tácticas del actual inquilino de la Casa Blanca.
Nos acompañan una multitud de santos y mártires…
En este camino apasionante -afirmaba también el papa Francisco en el discurso dirigido al patriarca de los coptos, Tawadros II- no estamos solos. Nos acompaña una multitud de santos y mártires que, ya plenamente unidos, nos animan a que...