El recurrente intento por parte del Vaticano de normalizar las relaciones diplomáticas con China topa siempre con la misma exigencia: no interferir en los asuntos internos del país, ni siquiera en nombre de los asuntos religiosos; es decir, no cumplir la misión dada por Cristo de ir y hacer discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Él nos ha mandado (cf. Mt 28, 19-20).
Y como dicha condición la Iglesia no puede aceptarla, los católicos chinos, fieles al Papa, Vicario de Cristo en la tierra, continúan en una difícil situación, sujetos en cualquier momento al despótico dictado de las autoridades gubernamentales: persecución y encarcelamiento de prelados, prohibición de actividades religiosas «ilegales», chantajes, destrucción de templos y cruces, etc.
Recientemente, por ejemplo, prohibían severamente a los estudiantes de primer y segundo año y a los maestros acudir a iglesias católicas o protestantes, aun acompañados de sus padres, porque la asistencia a la Iglesia impide a los menores «el desarrollo de una cosmovisión y un conjunto de valores correctos», advirtiendo que un equipo de inspección iniciaría investigaciones públicas y se infiltraría los domingos para averiguar cuántos niños iban a la iglesia.
Pero los católicos chinos se mantienen firmes en su fe, confiando en el gran poder de la oración que, como decía san Alfonso María de Ligorio, «todo lo puede». Precisamente a una campaña de oración y ayuno atribuyen la reciente liberación de monseñor Peter Shao Zhumin, obispo de Wenzhou, retenido por las autoridades desde hace siete meses.
La Santa Sede había manifestado su preocupación por el bienestar del prelado y el embajador de Alemania en China, Michel Clauss, había expresado las inquietudes sobre la detención del obispo y el respeto a la libertad religiosa en el país. Hasta el momento, ningún esfuerzo había convencido a las autoridades de la necesidad de dejarlo libre. Según AsiaNews, monseñor Shao fue sometido a maniobras de presión psicológica para vincularlo a la Asociación Patriótica que controla la vida de la Iglesia en el país. En el mes de diciembre, se le propuso el reconocimiento oficial de su dignidad episcopal si firmaba una declaración de aceptación de cuatro principios: el de una Iglesia china independiente, la autonominación y elección local de los obispos, la concelebración con obispos no reconocidos por la Santa Sede y la sumisión a las nuevas normativas sobre religiones. Monseñor Shao también rehusó firmar la declaración.
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