Ya desde el siglo XIII, en que el rey de Castilla, don Alfonso X el Sabio, cantaba en sus «Cantigas de Santa María» los loores de mayo en honor a la Virgen Santísima, el pueblo cristiano ha ido consagrando de manera creciente el «mes de las flores» a María para rendir culto a las virtudes y bellezas de la Madre de Dios. Y entre las múltiples muestras de amor a la Virgen que tienen lugar en todo el orbe cristiano ya desde el último fin de semana de abril destacan con brillo propio las romerías o peregrinaciones a santuarios marianos.
Y si en seguida nos vienen a la memoria, por ejemplo, las romerías de la Virgen del Rocío (Huelva) o de la Virgen de la Cabeza (Jaén), también en Sudamérica encontramos estas manifestaciones de piedad popular. Tal es el caso de la gran fiesta de fe que cada año tiene lugar en el Santuario de la Virgen de Chapi (Perú). Siguiendo la llamada de Nuestra Señora la «Mamita» –como la llaman de cariño– más de doscientos mil peregrinos atravesaron el desierto de Arequipa para reunirse a los pies de la Madre de Dios en agradecimiento por las innumerables bendiciones que les ha concedido.
El encuentro, que comenzó la mañana del 30 de abril con sucesivas celebraciones eucarísticas, bautismos, rezo del rosario y tradicional serenata a la «Mamita», tuvo como acto central la solemne misa del 1º de mayo, que presidió el arzobispo de Arequipa, monseñor Javier Del Río Alba, y en la que exhortó a los fieles a solicitar a la Virgen de Chapi «que nos haga más santos cada día». Los presentes pudieron ganar la indulgencia plenaria otorgada con el Jubileo extraordinario de la Misericordia al atravesar la puerta del santuario, convertida en Puerta Santa. Tras la santa misa, la venerada imagen de la Virgen de Chapi –hermosa representación de la Virgen de la Candelaria coronada y vestida de un hermoso traje blanco y manto morado, llevando consigo al Nino Jesús, representado también como el pequeño Rey– salió en procesión por la explanada del santuario y los fieles pudieron acompañarla con sus cantos y oraciones.
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Los profetas del fin de la historia han cosechado un rotundo fracaso. El plácido nuevo orden mundial no puede disimular el desorden, el desequilibrio endémico, la fragilidad en que vive el mundo. Desde la irrupción del islamismo hasta el...