Las palabras del Santo Padre el pasado 3 de abril, festividad de la Divina Misericordia, despertaron las conciencias de todo el mundo sobre Ucrania: «Pienso en particular en el drama, aquí en Europa, de quien sufre las consecuencias de la violencia en Ucrania… Se realizará una colecta especial en todas las iglesias católicas de Europa, el próximo domingo 24 de abril… Este gesto de caridad, además de aliviar los sufrimientos materiales, quiere expresar mi personal cercanía y solidaridad y la de toda la Iglesia».
Respondiendo a estas palabras del Santo Padre, se puso en marcha la campaña «Con el Papa por Ucrania» por parte de la Conferencia Episcopal Española, junto a CONFER, Manos Unidas, Cáritas Española y Ayuda a la Iglesia Necesitada. Muchas personas se quedaron sorprendidas porque el Papa pidiera ayuda para un país del que no se oye hablar últimamente. Pero la realidad es que Ucrania es un vecino de Europa donde continúa la guerra en el este y la Iglesia también sufre las consecuencias.
La crisis de Ucrania
Actualmente Ucrania continúa inmersa en una guerra civil en el este del país, en las provincias de Donetsk y Lugansk, con fuertes enfrentamientos en ciudades sitiadas por los ataques entre el ejército ucraniano y separatistas prorrusos. Al sur, la península de Crimea ha sido anexionada a la Federación Rusa y separada del resto de Ucrania. Las cifras del conflicto son terribles: diez mil muertos, veinte mil heridos y casi dos millones de desplazados internos que han perdido todo. Urge el abastecimiento de agua, alimentos y medicamentos.
Se calcula que más de un millón de personas se encuentran aisladas y sufren inseguridad alimentaria. Ha aumentado el número de accidentes por minas terrestres, que desde octubre de 2015 se han cobrado la vida de más de doscientas personas. Junto a esto, la principal alarma es la desatención sanitaria. Según datos de Naciones Unidas, 500.000 niños están en riesgo de sufrir polio y 140.000 niños sufren malnutrición. El 93% de los niños en la zona del conflicto sufre estrés. La Iglesia local, a través de instituciones internacionales como Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), o locales como Cáritas, está desarrollando una labor desbordante de ayuda humanitaria.
Este conflicto se inició en abril de 2014 y se acentuó a principios de 2015. A pesar de la firma de los acuerdos de alto el fuego Minsk II en febrero de 2015, la inseguridad continúa existiendo en varios lugares a lo largo de la denominada «línea de contacto» entre las fuerzas del Gobierno y los grupos armados.
Las causas de los enfrentamientos armados entre el ejército de Ucrania y los separatistas del este del país se remontan a noviembre de 2013, cuando el Gobierno de Ucrania del presidente Víktor Yanukóvich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Dieron entonces comienzo un conjunto de protestas llamadas «Euromaidán», que se concentraron en la Plaza de la Independencia (Maidán en ucraniano) de Kiev, provocando la destitución de Yanukóvich. Tras su salida, tienen lugar otras protestas en el este y sur de Ucrania a favor de un acercamiento a Rusia. Pronto la península de Crimea se separa y en la región de Donbass comienzan los combates. Hasta hoy.
Situación de la Iglesia ucraniana
A pesar de su labor, la Iglesia también sufre las consecuencias del conflicto. Varias diócesis o exarcados han quedado divididos, con templos y centros destruidos por los combates. El clero ha sufrido amenazas y al menos tres sacerdotes católicos han sido secuestrados.
Los católicos son apenas un 5,6% de la población –unos dos millones y medio– y se dividen entre los de rito latino y los de rito bizantino o greco-católico, siendo estos últimos mayoría. Ucrania es un país de mayoría cristiana pero la composición confesional del cristianismo está especialmente fragmentada. La mayor parte pertenece a la Iglesia ortodoxa del patriarcado de Moscú, seguida de la Iglesia ortodoxa del patriarcado de Kiev.
La Iglesia católica de Ucrania sufre grandes necesidades en cuanto a la formación de su clero, el sostenimiento de los agentes pastorales, la construcción de nuevos templos y la devolución de las propiedades expropiadas durante el comunismo.
Mons. Jan Sobilo, obispo auxiliar de Járkov-Zaporiyia, una de las zonas más afectadas por el conflicto, ha agradecido las palabras del Papa: «Cuando los ucranianos han sabido que el Papa organiza esta ayuda, han recobrado la esperanza. La Iglesia católica atiende a las personas que padecen necesidad sin preguntar por su afiliación religiosa, su pertenencia o no a una Iglesia o su opinión política. Como la Iglesia católica ayuda a todas las partes, puede realizar una contribución a la reconciliación».
El prelado también cuenta que la necesidad es especialmente acuciante en las zonas rurales, frente a las grandes ciudades, donde resulta más fácil obtener ayuda. «Los más afectados son los niños y los ancianos, y la situación se torna especialmente difícil en el caso de las personas que precisan de una atención médica a largo plazo.»
AIN en Ucrania
Ucrania ha sido durante décadas, desde la caída de la Unión Soviética, un país de ayuda prioritaria para Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). En 2014 fue el país que recibió más ayuda por parte de la institución a nivel internacional y en 2015 se han destinado más de 6 millones de euros a más de doscientos proyectos. AIN ha dado soporte de emergencia, sobre todo al principio de la crisis. Actualmente la ayuda se concentra en el sostenimiento pastoral, para ayudar a la Iglesia en su labor evangelizadora a la vez que ésta ofrece servicios sociales en todo el país.