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Este escrito es personal y reducido. Narra mi contacto con Schola, cuyo origen deriva totalmente de la gran relación entre mi padre y el padre Orlandis.
No creo que mi padre conociera ni Iuventus ni Schola en 1925, pues tenía 15 años. Pertenecía a la Congregación Mariana y acabó la carrera de derecho a los 19 años. Creo que en 1928 o 1929 fue cuando conoció al padre Orlandis y se inició en Schola. Creo que juntamente con él, entraron Gerardo Manresa, Modolell, Planas y algunos otros jóvenes. Posiblemente Sanmartí, Creus y otros. Mi padre se casó en 1933; en 1934 nací yo, en 1936 mi hermano. Al estallar la guerra mi padre fue movilizado por los rojos, pero se pasó por el frente de Aragón a la zona nacional. Luchó como oficial de complemento de regulares, hasta su muerte, en combate, en agosto de 1938. Mi padre, previamente, a su paso de los republicanos a los nacionales, organizó que mi madre con dos hijos y esperando el tercero se embarcara en dirección a Marsella, desde donde llegamos a España por la frontera de Irún y pudiera encontrarse con mi padre que ya se había pasado por el frente.
Terminada la guerra volvimos a Barcelona y enseguida me relacioné con el padre Orlandis, que me preparó y me dio la primera comunión en 1940 a los cinco años, precisamente en el edificio de Caspe, esquina Lauria, en el piso en que se inició y propagó Schola, convertida en Schola Cordis Iesu. Todo esto en los años 40 y 50, con el padre Orlandis. El conjunto de todas estas coincidencias tristes y alegres fueron providenciales en mi vida.
Hacia finales de los años 40, en los últimos cursos de bachillerato del colegio de san Ignacio, todos los lunes, aproximadamente a las 19 horas bajaba a la calle Caspe-Lauria, al piso donde había recibido la primera comunión, y era oyente de las conferencias del padre Orlandis. Esto duró desde 1948 hasta 1951, año en que inicié la carrera de derecho en la Universidad. Recuerdo que las primeras conferencias fueron sobre el interim de Ausburgo[1] en el siglo xvi, que el padre Orlandis ponía como ejemplo de debilidad para dialogar y enredar con los protestantes, en contraste con el Concilio de Trento, que preparaba la Contrarreforma sin complejos.
Mi época de Universidad duró desde 1951 hasta el verano de 1955 cuando empecé el servicio militar en el ejército. En estos años frecuenté Schola. Apareció la revista Cristiandad que yo leía, con interés, de cabo a rabo. Iba a Schola algunos días sobre todo en verano. En julio de 1954, hice los ejercicios de san Ignacio en Viladrau, dirigidos por el padre Orlandis. Era el más joven de los ejercitantes, de los que recuerdo a Bofill, Canals, Lamarca y a otros varios. Incluso vino de Madrid, Eugenio Vegas Latapie, un personaje famoso, que fundó la «Ciudad Católica» con Juan Vallet de Goytisolo y otros, con su revista Verbo, en la que alguna vez colaboraban Canals y Petit y que actualmente sigue publicándose.
Desde 1955, seguramente con la decadencia física del padre Orlandis, Schola sufrió inquietud y cierta disidencia entre los socios, con gran disgusto del padre Orlandis, quién murió en 1958. Yo fui asistiendo menos, sobre todo desde 1956 que empecé a ejercer la carrera, casándome en 1962. No tuve más contacto con Schola y pensé que había desaparecido.
No añoré a Schola ni a su gente a pesar que tenía simpatía y aprecio por todos ellos. Sin embargo me di cuenta muy pronto, de que mi pensamiento y mi voluntad estaban modelados completamente con la formación de Schola y del padre Orlandis. Mis lecturas más influyentes era la Historia universal de Weiss, el padre Ramière, Donoso Cortés, santo Tomás, san Agustín y otros. La formación recibida de Schola y del padre Orlandis, fue para mí invencible. Resistió todo el modernismo eclesiástico y postconciliar, al que acogí con notable antipatía, y me di cuenta de que el verdadero fondo de mi pensamiento tenía dos padrinos principales. El primero era la asimilación de la fe, como base vital, que recibí de mi padre y mi madre, podríamos decir desde los cinco años, y ésta era intocable. Por cierto, recordaba siempre que el padre Orlandis decía que la fe vital se transmite de los padres a los hijos, hacia los cinco años. El segundo era que mi contacto y formación de Schola entre los 10 y los 20 años, habían determinado mi forma de pensar, y, en consecuencia, de actuar. Toda la avalancha de progresismo cristiano que se inició en los años 60 y que todavía no ha terminado, me produjo un fuerte rechazo. No me afectó a la fe ni a la práctica religiosa, pero sí me produjo una acendrada antipatía, a una parte de la representación de la Iglesia en distintos escalones, que en ocasiones me han producido remordimientos.
En los últimos años 80, me enteré por Paco Gomis que Schola existía rejuvenecida y remodelada. Volví a ella y, lo que es mejor, toda mi familia, unos antes que otros, fueron adhiriéndose a Schola.
Finalmente, una observación. Mi caso particular con respecto a Schola es que fue la doctrina lo que determinó mi aceptación irrevocable. Pero ello no implica que el ambiente que en estos momentos se tiene en Schola es uno de los grandes motivos de hacer y recibir el bien.
[1] Interim de Augsburgo es el nombre con el que se conoce al decreto imperial promulgado el 15 de mayo de 1548 en el que se dan una serie de concesiones en materia religiosa a los protestantes que permiten ver al Interim como el primer paso significativo en el proceso que llevó a la legitimación política y religiosa del protestantismo como alternativa al catolicismo.











