En la manifestación del amor misericordioso del Sagrado Corazón en Paray-le-Monial hallamos una doble revelación que añade su característica de novedad y singularidad: la solicitud de la reparación –tras la revelación del amor no correspondido– y la promesa de su reinado –a pesar de sus oponentes y enemigos–.
La segunda, es la revelación a la que Pío XI se refería como la «tan consoladora y cierta profecía del divino Corazón» por la cual vaticinaba que «oirían su voz, y se haría un solo rebaño y un solo Pastor» (Ubi arcano Dei consilio); profecía para todos y consuelo particular para santa Margarita María en su largo camino de humillación e incomprensiones.
La primera, en cambio, nace de la ardiente queja del divino Corazón: «Si me devolvieran algún amor en retorno, estimaría en poco todo lo que por ellos hice, y querría hacer aún más, si fuese posible; pero no tienen para corresponder a mis desvelos por procurar su bien sino frialdad y repulsas».[1] Esta es la solicitud del «amor por amor» con que el Santo Padre Francisco titula el quinto capítulo de la Dilexit nos, en el que profundiza en el misterio de la reparación y nos ofrece una luz novedosa. Una novedad que él mismo anuncia diciendo que «para reflexionar mejor sobre este misterio, nos ayuda nuevamente la luminosa espiritualidad de santa Teresa del Niño Jesús» (Dilexit nos, 195).
Esta conexión entre la singularidad del mensaje de Paray-le-Monial y la santita de Lisieux es un paso más en la comprensión de la «sed de amor» del divino Corazón porque «con su intuición espiritual santa Teresa del Niño Jesús descubrió que hay otra forma de ofrendarse a sí mismo, donde no hay necesidad de saciar la justicia divina sino de permitir al amor infinito del Señor difundirse sin obstáculos: «¡Oh, Dios mío!, tu amor despreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu corazón? Creo que si encontraras almas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumirías rápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieses que reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en ti» (Dilexit nos 196).
Según el santo Padre enseña, santa Teresita reconfigura «algunos elementos de la devoción al Corazón de Cristo, ayudándonos a entenderla de un modo todavía más fiel al Evangelio» (Dilexit nos, 129) y a la luz de su ofrenda al amor misericordioso propone que «desarrollemos esta forma de reparación, que es, en definitiva, ofrendar al Corazón de Cristo una nueva posibilidad de difundir en este mundo las llamas de su ardiente ternura […] y se convierte en actos de amor fraterno con los cuales curamos las heridas de la Iglesia y del mundo. De ese modo ofrecemos nuevas expresiones al poder restaurador del Corazón de Cristo». (Dilexit nos, 200); porque tal y como nos había dicho «es importante advertir que no se trata sólo de permitir que el Corazón de Cristo extienda la belleza de su amor en el propio corazón, a través de una confianza total, sino también que a través de la propia vida llegue a los demás y transforme el mundo: «En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor […] ¡¡¡ Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!». Los dos aspectos están inseparablemente unidos.» (Dilexit nos, 196)
Esta nueva comprensión de las revelaciones de Paray-le-Monial hace resonar en nosotros aquella convicción que el padre Orlandis tenía de que «en el mensaje del amor misericordioso y de la infancia espiritual de santa Teresita del Niño Jesús ha llegado a plenitud la revelación del Corazón de Jesús».[2]
La hace resonar por esa difusión de las llamas de ardiente ternura del Corazón de Cristo a la manera que al inicio de Pensamientos y ocurrencias está escrito que aquella legión de almas pequeñas que el padre Orlandis soñaba «arderían en celo de la gloria de Dios y de las almas» y llevados de este celo practicarían y difundirían la devoción al Sagrado Corazón.
Y la hace resonar también porque nos invita a esa misma consideración de santa Teresita «como mensajera de las misericordias inefables del bondadoso Corazón de Jesús para con los ciegos y cojos, las almas débiles y pequeñas, los pobres de espíritu, tal vez menospreciados o desahuciados, para que reciban aliento, luz y confianza… para subir por el ascensor de la humilde y suave confianza hasta la más elevada cumbre del amor de sacrificio; desde el humilde y sencillo sentimiento de su nada y de su impotencia, por el camino de la infancia espiritual, sembrado de rosas con espinas, hasta la entrega eficaz, perfecta y absoluta de sí al amor misericordioso de Dios».[3]
Este fue el carisma apostólico del padre Orlandis: hacer conocer el amor del Corazón de Jesús en la doctrina de santa Teresita. Una vocación apostólica que consideraba capital en su labor al frente del Apostolado de la Oración en Barcelona y de Schola Cordis Iesu, de tal modo que él mismo decía que si sus superiores no le autorizasen a enseñarlo «solicitaría con mucha insistencia que me retirasen del Apostolado de la Oración […], porque yo no puedo con sinceridad hacer apostolado de la devoción al Corazón de Jesús si no me permitiesen hablar de la infancia espiritual y del amor misericordioso de santa Teresita del niño Jesús. Es mi vocación, es lo que yo tengo que hacer en la Iglesia»[4].
«Lo nuestro es el Corazón de Jesús», se ha dicho cientos de veces en Schola, de cuya espiritualidad e ideales es manifestación esta revista. Y ciertamente que es así, pero lo es en la escuela de santa Teresita, en su caminito de infancia espiritual, en su camino de «humildad, confianza y amor»[5], tal y como la ha propuesto el papa Francisco en la Dilexit nos, a cuya espiritualidad le ha dedicado más párrafos que a nadie, bajo cuya maestría nos ha propuesto comprender más fielmente la preciosa devoción al Corazón de Cristo.
En el curso de la celebración del centenario de Schola Cordis Iesu, José Mª Alsina –director nacional–, argumentó que si en otro tiempo se dijo que si por programa de Schola Cordis Iesu podría tomarse el del papa Pío XI, ahora se podría decir también que el programa de Schola Cordis Iesu sería el del papa Francisco: el papa de la Patris corde, el de la C’est la confiance y el de la Dilexit nos, en la que reconocemos humilde y filialmente, junto al padre Orlandis, que la Iglesia enseña que el misterio particular y singular de las revelaciones de Paray-le-Monial hallan su profunda comprensión en la doctrina de la doctorcita de Lisieux. Deo gratias.
[1] Santa Margarita Mª de Alacoque, Autobiografía (Bilbao 1890) 30
[2] F. Canals Vidal, «Mis recuerdos del padre Orlandis», Cristiandad 801
[3] Padre Ramón Orlandis Despuig S.I., «Pensamientos y ocurrencias», Cristiandad 269
[4] F. Canals Vidal, Conferencia del 9/11/2002
[5] María Bergera, «La deuda de Schola Cordis Iesu con santa Teresita», Cristiandad 795. De esta síntesis había dicho el Dr. Canals que «en 53 años de revista Cristiandad nadie había dicho tanto en tan poco».











