El pasado 24 de octubre saltaba la sorpresa de la publicación de una encíclica del papa Francisco sobre el Sagrado Corazón de Jesús. El Papa había hablado a lo largo de su pontificado sobre este misterio de una manera puntual, sin que hubiera incidido particularmente en su magisterio en la importancia de este culto y devoción.
Sin embargo, las diversas explicaciones sobre la encíclica desde su publicación coinciden en afirmar que nos encontramos ante un aspecto que atraviesa profundamente la espiritualidad y vivencia interior del papa Francisco. Desde esta perspectiva podemos decir que, aunque no es un tema al que explícitamente el Papa se haya referido con especial atención, sí que estaría en el fondo, en el «alma» de su magisterio. Así lo expresaba Mons. Bruno Forte en la presentación de la encíclica el día 24 de octubre pasado. Para este teólogo «la cuarta encíclica del actual pontificado muestra de manera profunda, el corazón, el motivo inspirador de todo el ministerio, el magisterio de Francisco».
Las palabras del Papa al final de la encíclica lo afirman con claridad: «lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si` y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo» (n.217).
La hermenéutica de la continuidad
Como responder a la pregunta ¿si el Papa hasta ahora no había hablado con detenimiento del Corazón de Jesús y sin embargo ha señalado que el mensaje que nos ofrece en Dilexit nos es central para la lectura y comprensión de su magisterio, podemos encontrar una clave de lectura, una hermenéutica para descubrir en la encíclica el fundamento espiritual de su pontificado?
Nos parece que esta perspectiva aparecía delineada en el anuncio que hizo el Papa el pasado mes de junio de la próxima publicación de la encíclica. En este momento habló de un documento que recogería «las valiosas reflexiones de los textos magisteriales anteriores y de una larga historia que se remonta a las Sagradas Escrituras, para volver a proponer hoy, a toda la Iglesia, este culto lleno de belleza espiritual». Y añadió: «Creo que nos hará muy bien meditar sobre diversos aspectos del amor del Señor que pueden iluminar el camino de la renovación eclesial; y que también digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón».
En el texto publicado encontramos la clave de la hermenéutica de la continuidad con la tradición de la Iglesia leída a la luz de una mirada que atraviesa todo su magisterio y pontificado: la mirada de los sencillos, la fe de los sencillos; para que el mensaje del Evangelio, que es para todos, llegue a todos, especialmente los que están más alejados.
Sería el objeto de un estudio más amplio que el de un artículo detenernos a subrayar todos los aspectos de la encíclica en los que aparece esta interpretación de la devoción al Corazón de Jesús desde la fe de los sencillos. Por la brevedad del espacio nos detendremos en los que desde una primera mirada nos parecen más significativos.
La importancia de la devoción y las devociones
Tradicionalmente cuando se ha hablado de la espiritualidad del Corazón de Jesús se ha utilizado el término de «devoción». En algunos ambientes eclesiásticos ha habido un cierto desdén al uso del término de «devoción» porque les parecía hacer de menos a un aspecto central de la vida cristiana que tiene profundas raíces bíblicas, patrísticas y teológicas.
El Papa ha querido entrever que detrás de estas posturas hay un resabio racionalista y una visión dualista a la que el papa Pío XII había calificado como un falso «misticismo». Frente a este racionalismo Francisco propone la devoción. La devoción, dice el Papa, no desprecia la razón, sino que la integra desde la voluntad y el afecto. Citando a san Buenaventura señala: «La fe está en el intelecto, de modo que provoca el afecto. Por ejemplo, conocer que Cristo ha muerto por nosotros no se queda en el conocimiento, sino que necesariamente se convierte en afecto, en amor». (n.26)
Francisco señala los rebrotes del jansenismo en actitudes que encontramos hoy. Por un lado en «formas de religiosidad sin referencias a una relación personal con un Dios amor, nuevas manifestaciones de una espiritualidad “sin carne” (n.87) y en el dualismo que se manifiesta dentro de la misma Iglesia “en comunidades y pastores concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas, diversas propuestas que se presentan como formalidades que a veces se pretende imponer a todos” (n. 88). Por esta razón –dice el Papa– vuelo la mirada al Corazón de Jesús e invito a renovar su devoción» (n. 86-88). La verdadera devoción al Corazón de Jesús tiene como fruto «La ternura de la fe, la alegría de la misión, la cautivadora belleza de Cristo, la estremecida gratitud por la amistad que Él ofrece y el sentido de la propia vida» (id.)
En ayuda de esta integración entre piedad y vida real, del cuerpo y el alma, están las prácticas de la devoción al Corazón de Jesús: imágenes, la Hora Santa y primeros viernes. Forma parte del misterio de la Encarnación que el misterio se integre en la vida real del hombre, a través de los signos, los tiempos concretos… El Papa se posiciona con claridad indicando que si bien hay que iluminar y purificar continuamente el sentido de estas prácticas, en ningún caso hay que despreciarlas… «nadie está obligado a realizar una Hora Santa los jueves, pero ¿cómo no recomendarla?» señala el Papa (n. 85). La explicación del Papa hace concluir que no hay devoción sin devociones. Es importante señalar que este es un elemento fundamental que introdujo en la práctica de la devoción del pueblo sencillo la herencia recibida por las revelaciones del Corazón de Jesús a santa Margarita.
Por esta razón la devoción al Corazón de Jesús ha sido acogida de una manera única y universal por la fe del Pueblo de Dios, porque ella integra y valora la piedad popular, a la que el papa Francisco desde el principio de su pontificado había calificado como «verdadera espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos», llegándola a calificar como un «verdadero lugar teológico» (Evangelii gaudium n. 124 y 126)
Es en este punto donde el Papa se detiene exhortando a «que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo y fiel Pueblo de Dios que, en su piedad popular, busca consolar a Cristo» (n. 160). Insistiendo entonces en el valor teológico de la fe de los sencillos desafía con fuerza: «E invito a todos a preguntarse si no hay más racionalidad, verdad y sabiduría en ciertas manifestaciones de ese amor que busca consolar al Señor que en los actos de amor fríos, distantes, calculados y mínimos actos de amor de los que somos capaces aquellos que pretendemos poseer una fe más reflexiva, cultivada y madura» (ibid.)
Es precisamente la fe de los sencillos, expresada en la religiosidad popular la que ha sabido dar respuesta y abrirse paso entre el Pueblo de Dios allí donde la teología no encontraba salida. A este respecto, el papa Francisco cita el testimonio del teólogo español Olegario González de Cardedal: «Vale la pena recoger aquí la reflexión de un teólogo, quien reconoce que, por el influjo del pensamiento griego, la teología durante mucho tiempo relegó el cuerpo y los sentimientos al mundo de lo “prehumano, infrahumano o tentador de lo verdaderamente humano”, pero “lo que no resolvió la teología en teoría lo resolvió la espiritualidad en la práctica. Ella y la religiosidad popular han mantenido viva la relación con los aspectos somáticos, psicológicos, históricos de Jesús. Los víacrucis, la devoción a sus llagas, la espiritualidad de la preciosa sangre, la devoción al Corazón de Jesús, las prácticas eucarísticas […]: todo ello ha suplido los vacíos de la teología alimentando la imaginación y el corazón, el amor y la ternura para con Cristo, la esperanza y la memoria, el deseo y la nostalgia. La razón y la lógica anduvieron por otros caminos”» (Cit. en n. 63).]
Al hilo de todo lo dicho nos parece oportuno recordar el momento memorable de la visita del papa Francisco a Ecuador en el que se refirió a la fecundidad que ha supuesto para la fe del Pueblo de Dios, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Allí el 8 de julio de 2015 el Papa pronunció estas palabras: «Creo que debo deciros como un mensaje de Jesús: toda esta riqueza que tenéis, riqueza espiritual, piedad, profundidad, viene de haber tenido el valor –porque eran tiempos muy difíciles–, el valor de consagrar la nación al Corazón de Cristo, este Corazón divino y humano que tanto nos ama».
El camino de santa Teresa del Niño Jesús como la mejor expresión de la fe de los sencillos
Uno de los elementos más novedosos de Dilexit nos es la importancia que el Papa le ha concedido al camino enseñado por santa Teresita, su manera de comprender el misterio de Dios como luz particular para nuestros tiempos para conocer y acercarnos al Corazón de Jesús.
El Papa citando textos fundamentales de la santa de Lisieux recoge sintéticamente todos los elementos fundamentales de su caminito: humildad, confianza en la misericordia divina y amor. Su comprensión de la devoción como un «corazón a corazón», según señala el Papa, hicieron que su devoción «tomara algunas características propias más allá de las formas que se expresaban en aquel momento» (n. 133).
De estos textos hay dos que el Papa ha subrayado como fundamentales, textos dirigidos a «almas pequeñas». En primer lugar, la carta que le dirige a su hermana María del Sagrado Corazón con la que le responde: «Lo que le agrada a Dios es verme amar mi pequeñez y mi pobreza; es la esperanza ciega que tengo en su misericordia (…) la confianza y nada más que la confianza puede conducirnos al amor» (cit. en n.138). En segundo lugar la que le dirige a su amigo el abate Bellière en la que concluye ante la inquietud del seminarista: «El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mis propias fuerza que no es más que debilidad; pero sobre todo ese recuerdo me habla de misericordia y amor» (cit. en n.136).
El Papa poniendo en el candelero a santa Teresita y su doctrina ha querido subrayar que la devoción al Corazón de Jesús es el camino para hacerse pequeños y que sólo desde esta fe de los pequeños podremos comprender los secretos escondidos en este Corazón humano y divino. Para Francisco, en continuidad con sus predecesores, en este caminito «enteramente nuevo» se realizan las palabras del Señor en el Evangelio: «Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla». (Mt 11, 25)
Recogiendo el legado de Benedicto XVI
Decíamos que la hermeneútica de la continuidad recorre toda la encíclica del papa Francisco. Precisamente en este punto capital de la enseñanza del papa Francisco sobre la fe de los sencillos encontramos una línea conductora con la enseñanza del Papa teólogo Benedicto XVI. ¡En cuántos pasajes de Dilexit nos encontramos ecos de aquella meditación memorable del 11 de octubre de 2010, con la que inauguraba la asamblea general del sínodo dedicado a las Iglesias Orientales! En aquella ocasión el Papa hizo referencia a la fuerza de las ideologías modernas, calificándolas de «divinidades» que amenazan y destruyen nuestro mundo. Recurriendo desde Apocalipsis 12 a la figura del Dragón y a la corriente que trata de alcanzar a «La Mujer» el Papa señalaba: «la buena tierra absorbe este río y no puede hacer daño. Yo creo que el río se puede interpretar fácilmente: son esas corrientes que dominan a todos y que quieren hacer desaparecer la fe de la Iglesia, la cual ya no parece tener sitio ante la fuerza de esas corrientes que se imponen como la única racionalidad, como la única forma de vivir. Y la tierra que absorbe estas corrientes es la fe de los sencillos, que no se deja arrastrar por estos ríos y salva a la Madre y al Hijo. Por ello el salmo –el primer salmo de la Hora Media– dice que la fe de los sencillos es la verdadera sabiduría (cf. Sal 118, 130)»
Benedicto XVI magistralmente describía el camino recorrido por las ideologías de corte racionalista con las que, en los últimos tiempos, se han intentado socavar los fundamentos de la fe tanto desde fuera como desde dentro de la Iglesia. Al diagnóstico de esta enfermedad el Papa presentaba el más que probado remedio evangélico: la fe de los sencillos.
Francisco, en plena continuidad con Benedicto XVI, ha señalado que la «fe de los sencillos» es el remedio para combatir el enfriamiento de la fe al que han llevado las ideologías modernas que tanto daño han hecho a la fe de la Iglesia. Para el Papa en Dilexit nos es precisamente desde esta fe de los sencillos que podremos hacer una lectura renovada y actualizada de la devoción al Corazón de Jesús como instrumento precioso para que se reavive la fe de nuestras comunidades y se realice la tan deseada renovación de la vida de la Iglesia.