El escándalo ha vuelto a estallar en el Reino Unido al resurgir con fuerza el caso de las bandas paquistaníes en Yorkshire, responsables de más de mil violaciones que quedaron impunes debido al origen étnico de los criminales. Los sucesos datan de finales de los 90 y continúan hasta el año 2010 (aunque se sospecha que situaciones del mismo tipo pueden estar sucediendo hoy en día), y aunque ya habían salido a la luz habían sido eficazmente silenciados por los medios, los políticos y la policía: lo prioritario nunca fue proteger a miles de niñas de clase trabajadora, sino evitar las acusaciones de racismo y, sobre todo, ocultar unas noticias que podrían favorecer a lo que llaman «ultraderecha».
El regreso del asunto a la primera plana informativa tiene que ver con la petición en julio de los concejales de Oldham al Ministerio del Interior para abrir una investigación tras constatar que no se había protegido adecuadamente a las niñas abusadas. La noticia, ignorada incluso por la prensa inglesa, no se le escapó a Elon Musk, quien acusó al nuevo primer ministro laborista, Keir Starmer, de ser «profundamente cómplice de las violaciones».
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