En junio de 1680 recibe Margarita una carta de la M. Soudeilles, maestra de novicias del monasterio de Moulins, cuya nueva superiora era la M. de Saumaise, que se ha convertido en el primer apóstol de la devoción, pues la Hna. Margarita nada puede hacer en su convento, ya que las dificultades para hablar de ello la tienen bloqueada.
En el momento de recibir la carta de Moulins, Margarita estaba enferma de gravedad y el día de Corpus siente un vivo deseo de ir a comulgar a pesar de su enfermedad y se lo solicita a la M. superiora; ésta, la M. Greyfié, con influencias pro-jansenista, se lo concede, pero le impone una condición: «Yo le mando por orden de la santa obediencia pida la salud a Nuestro Señor a fin de poder practicar asiduamente los ejercicios de la santa Regla, hasta la Presentación de Nuestra Señora de este año 1680». Y así fue desde el 20 de junio hasta el 21 de noviembre: este día, fiesta de la Presentación, le volvieron sus achaques y tuvo que volver a la enfermería. Ello convenció a la M. Greyfié que era cosa de Dios, la dejó en manos del Sagrado Corazón y le dijo a Margarita que haga lo que Él quiera, pero el Sagrado Corazón le devuelve la salud para que siga la vida de la comunidad.
En abril de 1681 el padre La Colombière, enfermo, es enviado a Paray para ver si el clima de allí es más benévolo para su salud, pero empeora con este traslado y deciden volver a trasladarlo. Él avisa a la Hna. Margarita y ella le hace llegar una nota diciendo: «Él me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida». Pero ello se entiende sin desobedecer las ordenes de los superiores. El padre Claudio consiguió permanecer en Paray y murió en dicha ciudad el 15 de febrero de 1682.
Tras la muerte del padre Claudio continuó Margarita su vida de sacrificio, dolores y consuelos. La M. Greyfié, todavía quiere probar más a la Hna. Margarita, exigiendo pruebas del Sgdo. Corazón para aceptar a su apóstol, así vuelve a solicitarle la curación de una nueva enfermedad de Margarita. Serán cinco nuevos meses de prueba. Margarita se encuentra sometida a la santidad de justicia que pesa sobre ella y le dice a la M. Saumaise, en una carta: «todas mis penas se imprimen en mí tan vivamente, que penetran hasta la médula de mis huesos». El cáliz de Getsemaní no se aparta de ella.
El año 1683, el divino Corazón hizo donación a Margarita de la salvación de las almas del Purgatorio y todo lo debía hacer para su rescate. Ella lo hizo y muchas de las ánimas salvadas se le aparecieron para darle las gracias.
El 20 de mayo de 1683 expiraban los cinco meses de plazo pedido por la M. Greyfié para mantener la salud de Margarita. Este día Margarita cayó otra vez enferma. La M. Greyfié se convenció de que el Sgdo. Corazón era el que la guiaba y le solicita que le deje en buena salud hasta finalizar el año, cosa que permite el Señor. A partir de entonces la M. Greyfié no sólo creyó en la actuación de Margarita guiada por el Señor, sino que participaba de las súplicas que Margarita debía hacer al Señor para el bien de otras personas, pero le advirtió: «Os humillaré con gusto en ciertos casos, porque tenéis necesidad de esta ayuda y es caridad dárosla y así lo hago deseosa como estoy del bien de vuestra alma».
Tres eran los ardores que atormentaban a Margarita y le hacían padecer un cruel martirio:
-el deseo de amar a Dios y recibirlo en comunión.
-el deseo de padecer. Sentía una necesidad continua y urgente, a pesar de la repugnancia de su naturaleza impresionable y delicada, de padecer hasta dar la vida.
-deseo de morir para ir a encontrarse con Dios, pero aceptaría vivir hasta el juicio final, si tal fuese la voluntad divina.
Junto con el amor de Dios iba también el amor al prójimo y especialmente a sus hermanas de Religión. Un día le manifiesta el Señor los castigos que va a imponer a ciertas almas, que más la maltratan: «Oh, Salvador mío, descargad sobre mí toda vuestra cólera y borradme del libro de la vida antes de perder estas almas que tan caras te han costado». Jesús le responde: «Déjame obrar, no las puedo sufrir más». «No, Señor, –insiste Margarita–, no os dejaré hasta que las hayáis perdonado». El Señor le responde: Consiento, si tú respondes por ellas. Ella le contesta: «Si, Dios mío, pero yo os pagaré con vuestros propios bienes, que son los tesoros de vuestro divino Corazón».
Mientras Margarita sufre y goza de lo que el Sagrado Corazón le pide y le da, las hermanas del convento de Paray apenas saben todo lo que pasa dentro de Margarita y solo la M. superiora conoce todo este gran prodigio que se está produciendo en el monasterio.
A principio de 1684 la M. Greyfié, superiora, deja de serlo y es enviada a Semur. Le han desaparecido todas sus influencias pro-jansenistas y aunque había sido muy dura con la Hna. Margarita, en Semur se hizo apóstol de la nueva devoción.
A cambio de una solicitud de curación de una joven pensionista, Jesús le pide a Margarita un triple sacrificio: «Si tú te sacrificas en no manifestar en adelante ninguna repugnancia ni en los empleos, ni en escribir para responder a los que yo te enviaré a ti, ni en ir al locutorio». Era el preludio del inicio de la propagación de la devoción al Corazón de Jesús, que de momento se iba a expandir entre las hermanas de Religión, por medio de cartas y escritos y de visitas en el locutorio.