En un largo artículo para el Financial Times, el célebre politólogo estadounidense Francis Fukuyama, acaba de sostener que la reelección de Donald Trump es sintomática de un nuevo momento histórico en el que crece el rechazo al liberalismo, aceptando implícitamente que su famosa tesis del «fin de la historia»y el triunfo fatal del liberalismo era errada. En efecto, hace 35 años, en el verano de 1989 –unos meses antes de la caída del Muro de Berlín– Fukuyama profetizaba en un artículo para la revista The National Interest «la universalización de la democracia liberaloccidental como forma definitiva detodo gobierno humano». Aquella afirmación ha envejecido mal, contradicha en los hechos, y ahora Fukuyamase muestra mucho más cauteloso. Escribe: «Cuando Trump fue elegido por primera vez en 2016, era fácil considerar que aquel acontecimiento era una aberración. Cuatro años después todo parecía haber vuelto a la normalidad. Ahora parece que es la presidencia de Biden la anomalía, y queTrump está inaugurando una nueva era en la política estadounidense y quizá en el mundo en su conjunto».Fukuyama, defensor acérrimo del liberalismo, reconoce que algo fun-ciona mal en los regímenes liberales occidentales. Él lo atribuye a dos «distorsiones» del liberalismo aparecidas en la segunda mitad del siglo xx. Por un lado, lo que él llama«neoliberalismo», una ideología que«santificalos mercados y reduce la capacidadde los gobiernos para proteger a losafectados por los cambios económi-cos». Por otro, el«liberalismo woke»,mediante el cual«el interés progresista por la clase trabajadora ha sido sustituido por medidas de protección selectivas para grupos marginados: minorías raciales, inmigrantes, minorías sexuales, etc».Trump ha triunfado enarbolando el rechazo a estos dos hijos del liberalismo clásico. Para Fukuyama, no obstante,Trump va más allá y representaría una«gran amenaza para el propio liberalismo clásico», al tiempo que traza un panorama aterrador de lo que,según él, será el segundo mandato deTrump. Reconoce, eso sí, que Donald Trump no es un fascista porque notiene «ninguna intención de establecer un régimen totalitario en Estados Unidos». Para él Donald Trump sería simplemente el rostro de la«decadencia progresiva de las instituciones liberales».La historia no está escrita: frente a toda concepción determinista, como lo es la del liberalismo progresista de Fukuyama, los seres humanos seguimos siendo libres de tomar un camino u otro. Esto es lo que se havisto obligado a reconocer Fukuyamaante las evidencias. Otra cuestión es si Trump rechaza sólo algunos desarrollos del liberalismo o si llega hasta poner en cuestión los fundamentos mismos del liberalismo. Algunos de quienes están en su entorno es posible que sean capaces de llegar hastaese punto, pero todo parece indicarque no es el caso de Trump. Por mucha reacción histérica de tantos liberales ante su victoria, incluyendo unalarmado Fukuyama
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