Michael Cook, desde Mercator, se hace eco de la historia de Marguerite Stern, que ha pasado de desnudarse en Notre Dame a defender a la Iglesia católica:
“En 2013, al día siguiente de la renuncia del Papa Benedicto XVI, Marguerite Stern, que entonces tenía 22 años, participó en una protesta del grupo feminista radical Femen en Notre Dame. Con el torso desnudo y pintadas con lemas como “No más papa” y “Piérdete, homófobo”, ocho mujeres lanzaron diversos insultos antes de ser detenidas. Stern se hizo conocida en Francia como fundadora de collages contre les féminicides, cuyas activistas llenaban las paredes de carteles y grafitis.
Sin embargo, los activistas transexuales fueron invadiendo poco a poco los círculos feministas en los que ella se movía. Hablar de biología femenina se consideraba transfóbico. Esto la indignó. “No soy una “persona con vulva – declaró Stern-, soy una mujer”.
De su enfado surgió un best-seller, Transmania, una crítica del movimiento transexual escrita junto con Dora Moutot. Se ha convertido así en la J.K. Rowling de Francia, la mujer que los activistas trans adoran odiar.
De hecho, su vida y sus opiniones están evolucionando en una dirección sorprendente, y gracias al movimiento trans. El pasado 1 de noviembre publicó en la revista Famille Chretienne una disculpa pública a la Iglesia católica por su agresiva hostilidad una década antes. Allí explica que cambió de opinión al investigar sobre la ideología trans:
… más allá del peligro para las mujeres y los niños, el transgenerismo representa una amenaza civilizacional. El transgenerismo no crea, destruye. Propugna la destrucción de los cuerpos, el no respeto por la vida, la abolición de las diferencias entre mujeres y hombres, la destrucción de nuestra naturaleza humana y de la cultura que nos une. Forma parte de la pulsión de muerte y del odio a uno mismo.
Otro momento revelador sucedió hace poco, cuando asistió a una misa en memoria de Philippine de Carlan, una joven violada y asesinada en París por un marroquí. “Ante la belleza de la catedral, los cantos, la ceremonia,… sentí que pertenecía a una gran civilización», escribió.
Impresionada por la belleza, la tolerancia y la humanidad de la cultura católica, se sintió obligada a escribir una disculpa y a publicar un mensaje en vídeo en X (Twitter):
Actualmente está de moda denigrar a los católicos y hacerlos pasar por viejos idiotas franceses, insuficientemente modernos para merecer la condición de seres humanos. En el pasado, he aprovechado este ambiente para actuar inmoralmente, al tiempo que contribuía a reforzarlo. Pido sinceras disculpas por ello.”