Todos los hombres son aliquid divini, es decir, que hay algo divino en ellos, un derecho divino. Poseen un derecho que no ha sido establecido por el hombre y que el hombre mismo tampoco puede derogar. En este derecho encontramos una reivindicación que no fue planteada por el hombre y sobre la cual tampoco señorea y ante la cual sólo le cabe inclinarse. Se trata de un derecho del cual él no constituye la fuente, sino que existe en forma independiente de él y que, por tanto, no le cabe negar sin generar una injusticia; es un valor agregado que no surge a partir de su propia valoración, sino que existe independientemente de ésta. Y nosotros, que tanto hemos vivido como también vivimos bajo el dominio de los totalitarismos y que asimismo conocemos el totalitarismo solapado de la así llamada sociedad libre, con su culto al saber-hacer tecnológico, sabremos calibrar lo que significa la fe y cuál es la función que ella cumple en cuanto a mantener vigente el hecho de que aquí existe un derecho que no ha sido instaurado por el hombre y que, por tanto, hombre alguno puede quitar, pues no está a disposición y no es manipulable, un derecho, por ende, que impide que el hombre sea completamente sometido, sea cual fuere el sistema que lo intente.
Joseph Ratzinger, conferencia pronunciada en Tubinga, 1966- 1969. (Hasta la fecha no se ha podido recabar algo más exacto.) Traducida y publicada por la revista Humanitas (17/XII/2013