«Es en la brillante civilización de la plena Edad Media latina, en la Europa de las catedrales, en donde encontramos la más bella encarnación social y cultural del espíritu universalista cristiano, así como el momento fundacional de eso que llamamos Occidente o Europa. De hecho, como bien ha señalado Ovidio Capitani, «Europa es una creación medieval» siendo la mejor definición de Edad Media la que nos ha brindado Robert Fossier al hablar de «la infancia de Europa».
Ciertamente, la civilización del Occidente medieval, como la de Bizancio, fue una época con tantas sombras como luces, al igual que todas las edades de la humanidad… Sin embargo, resulta innegable que el Medievo latino, con sus oscuridades, fue una época donde la esclavitud se convirtió en un fenómeno residual (frente a su carácter masivo en el mundo clásico o al tráfico negrero de la Edad Moderna) y donde se terminó con prácticas como el infanticidio o el sacrificio humano, dominantes en buena parte de la Europa precristiana. Es algo en lo que no se suele reparar, lo cual no deja de ser curioso.
Y es que el Medievo ha sido una época sujeta desde el Renacimiento italiano hasta la Ilustración a una campaña de difamación histórica que ha conseguido instalar en el inconsciente colectivo el mito de la Edad Media como la Dark Ages, una edad oscura de superstición, intolerancia y barbarismo, situada entre la luz brillante de la Antigüedad clásica y el renacer de esta luz en los albores de la Edad Moderna.
En realidad, no solo las universidades fueron fruto de la civilización medieval, sino que todo lo que el siglo XVI poseía de la Antigüedad latina, exceptuando una decena de textos, «también lo había poseído y meditado el siglo XII».
Los humanistas italianos construyeron un Medievo imaginario que era el tiempo oscuro de la Peste Negra, la barbarie gótica y los escolásticos ignorantes, al tiempo que promocionaban su propio tiempo como una ‘nueva’ (moderna) época de luz en lo que, según ha demostrado Jacques Heers, no fue más que una hábil operación de propaganda política y «autobombo» artístico de un grupo de artistas e intelectuales.
Con todo, el éxito de la tendencia de los humanistas y los ilustrados a otorgar el calificativo de oscuro al Medievo hay que comprenderlo también a la luz de un prejuicio ideológico: en el caso de los humanistas, una furibunda germanofobia que asimilaba lo gótico con lo bárbaro. En el caso del mundo protestante, el aborrecimiento de la Iglesia católica. En el caso de la Ilustración, la mera cristianofobia».