Afirma santo Tomás, al inicio de su Comentario a la Metafísica, que la admiración es el inicio de la filosofía porque ante lo maravilloso anhelamos descubrir lo que late en los efectos. Normalmente hemos comenzado así el estudio de la filosofía. Pero inmediatamente a continuación añade: «puesto que la admiración fue la causa que indujo a la filosofía, es claro que de alguna manera el filósofo es filomytos (es decir, amante de las fábulas), lo cual es propio de los poetas» (In Met I, lect. 3). El poeta y el filósofo tienen un origen común, porque su actividad es el despertar de la inteligencia frente a algo que está más allá de nosotros. Por la misma razón Pieper sostenía que estas dos actividades eran esencialmente anti-burguesas, porque nos exigían salir de lo cotidiano, de lo proporcionado a nosotros, para abrirnos a lo trascendente. Para completar el cuadro habría que añadir una tercera operación que nace ante el descubrimiento de lo maravilloso: la oración por la cual nos dirigimos a Dios. En la vida de santo Tomás estas tres dimensiones confluyeron en su relación con la Eucaristía, el verdadero misterio que despertó toda su admiración. Al tratar sobre ella expresó todo su genio como teólogo, como poeta compuso poemas insuperables y en su relación íntima con el Santísimo Sacramento se santificó como contemplativo. Pero lo más admirable es que estas tres dimensiones en santo Tomás se confundían. Quizás donde mejor se ve es en sus himnos eucarísticos. Toda su poesía nace de su contemplación y en cada verso expresa con simpleza y profundidad el misterio de nuestra fe. Jesús Sacramentado polarizó toda su vida y una prueba son sus últimas palabras: «te recibo, precio de la redención de mi alma y te acojo, viático de mi peregrinación. Por tu amor yo he estudiado, he vigilado, he sufrido». No es extraño que recibiera en la Iglesia el título de Doctor eucarístico.
Pero podemos preguntarnos, ¿por qué ocupaba la Eucaristía esta centralidad? La respuesta de la Iglesia es clara: «los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de Tomás de Aquino, su vida, su obra y su época, BAC (Madrid, 2009) 657. apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra pascua» (CEC 1324). La Eucaristía es el Verbo encarnado y continuado en medio de los hombres. Nuestro santo dominico comprendió que en la Eucaristía Dios mismo escogía permanecer en el tiempo para ofrecernos la oportunidad de estar con él y para que creciéramos en su amistad, ya que como decía el Filósofo, convivir es propio de los amigos (cf. III q.75 a.1). No olvidemos que los santos son modelos que nos regala Dios para que rectamente caminemos en nuestra vida; la celebración de santo Tomás debe ser una invitación a fijar en él nuestros ojos para descubrir e imitar el camino que le condujo a la amistad con Dios. En otras palabras, santo Tomás es una invitación a ser almas eucarísticas.
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