En 1988, se refería el Padre Dideberg al Padre Enrique Ramière como «aquel que quizá sea quien mejor ha cumplido esta misión», el munus suavissimum, confiada por el Corazón de Cristo a la Compañía de Jesús. Es conveniente advertir que el mismo Didiberg expresaba dicho juicio en relación con los mensajes de Paray citando literalmente las palabras de santa Margarita María sobre el padre de la Colombière, para apoyarse en las resoluciones de las Congregaciones Generales de la Compañía de 1883, 1915 y 1966, en orden a la aceptación y desarrollo de dicho munus. No ha de extrañar, pues, que asomándonos al tiempo del mismo nacimiento de Ramière a la vida eterna, y en las páginas del Mensajero del Corazón de Jesús, Enrique Ramière sea reconocido como hijo del padre Claudio de la Colombière: «Al pronunciar el nombre del venerado padre Ramière, no se puede dejar de pensar que se trata efectivamente del hijo del venerable padre de La Colombière». (Messager, 45, 1884 febrero, 161) A primera hora, un 3 de enero, golpeado en el corazón, caía Ramière postrado no sin estrépito. Los Laudes restaron abiertos por la octava de San Juan. Una dolencia mantenida le estallaba la víspera de un primer Viernes. Burnichon lo declara de manera un tanto exabrupta: «El padre Ramière murió en 1884, agotado antes de tiempo, por su furia en el trabajo, aquella labor improbus de la que habla el poeta, en ausencia de toda moderación y medida». (Histoire de la Compagnie de Jésus en France 1814-1914, IV. 1860- 1880, París 1922, 112)
¿Resultará desmedida la creación…? ¿Fue desmedido Nuestro Señor en nuestra redención? ¿Fue desmedido el Verbo eterno en su encarnación? ¿Quizá en su Pasión? ¿En su muerte? ¿Es desmedida su presencia inmensamente paciente en tanto Sagrario abandonado? ¿Quién medirá el amor de nuestro Dios? ¿Es desmedido responder con amor tanto desamor?
La esquela abría el número correspondiente al mes de febrero de 1884. Tras la misma, la intención propuesta para dicho mes, y redactada por el padre Ramière el día 2 de enero: El Soberano Pontífice. [Messager XLV (1884) 131-148]. Comienza así: «El primero de todos los intereses por los que la Iglesia militante reclama el apoyo de nuestras oraciones es el interés de su cabeza visible, el Vicario de Jesucristo…».
El Padre Régnault asumirá la Dirección General de manera interina, recibiendo la designación ya avanzado enero. Había colaborado con el padre Ramière durante veinte años. Fue él quien le atendiera al ruido de la caída, y a él se debe la necrológica que publicara el Messager. Un primer apunte biográfico lo será por cuenta de su pluma saludando la séptima edición (Toulouse 1890; pp. XI-LI), de una de sus obras clave, Apostolado de la Oración. Liga del Corazón de Jesús. De seguido, la imprenta dará a luz una muy importante labor editorial: para el mismo año, Mes del Sagrado Corazón de Jesús; 1891, El Corazón de Jesús y la divinización del cristiano; 1892, El Reinado social del Corazón de Jesús.
El texto de Régnault se escribe al calor de los hechos. Anima ya a la recopilación de testimonios en favor de la fama de la que gozaba en vida. Hay que leer lo que se declaraba…, como también lo que no se declara ni se hace constar.
El camino, ya no mero surco, ha sido bien trazado, y al tiempo germinará por vías insospechadas en lo humano. Apenas quince años después del deceso… Annum Sacrum, de León XIII. Y a pesar de todas las dificultades que presentara el Papa Pecci…: el género humano es consagrado al Corazón del Hijo de Hombre.
Y si bien la dimensión histórica parece minorarse, la historia, por su propia cuenta, da razón del tiempo: Quas Primas, de Pío XI, proclama y despliega en el siglo presente, la realeza de Jesucristo en toda su afirmación y consecuencia.
Precisamente, poco antes, se le presentaba a un jesuita, el Padre Ramón Orlandis, mallorquín de origen y radicado en Barcelona como director diocesano del Apostolado de la Oración, una sucesión de aconteceres que venían a expresar un criterio de juicio histórico. Insertaba en dicha sucesión, entre Santa Margarita María y Santa Teresita del Niño Jesús, de manera sintética, la contribución de Enrique Ramière:
«… puede reducirse a pocas verdades fundamentales y aun cifrarse en dos principios, que son: el primero, el Corazón de Jesús es el centro de toda vida cristiana y espiritual, por ser fuente y origen de todas las gracias y dones que Dios hace al hombre, de todos los beneficios que le otorga en orden a su santificación y divinización; el segundo: el Corazón de Jesús es principio único y divinamente eficaz de toda restauración y renovación social en el reinado de su Amor». («Pensamientos y ocurrencias») Perseverará, pues, la memoria de Ramière.
En Francia, las leyes persecutorias de 1880 expulsaron de sus casas las congregaciones religiosas. La misma Compañía de Jesús se verá forzada a abandonar la calle de las Flores, y acogerse en rue de
Saint-Rémésy.
Desde el entonces número 13 parte el féretro hacia Nôtre Dame de la Dabalde. Habido el funeral de cuerpo presente, un inmensísimo cortejo acompaña los restos hasta Terre-Cabade. Cierta moción en el mes de septiembre del pasado año 2023 me llevó a perseguir la memoria de Ramière. Indagando primero en el entorno de Paray, surgió al paso la capilla de San Ignacio en Monmartre, en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. La navegación ofrecía un texto reciente dedicado expresamente al mosaico realizado en dicho lugar: Bernard Gillibert sj, La mosaïque de la chapelle des jésuites, Sacré-Coeur de Montmartre: guide de découverte, Éditions jésuites, París 2022. En una gran fotografía interior detalla el total de los representados, uno de los cuales es el padre Enrique Ramière, a quien dedica unas páginas lo mismo que a cada uno de los que integran la serie. En la introducción se extiende Gillibert en la razón del mosaico: «se trataba de ilustrar el papel de la Compañía en la extensión de la devoción al Sagrado Corazón a través del tiempo y del espacio…». Paray, en la capilla de Claudio de la Colombière, tiene igualmente un precioso mosaico, sin mayor información en la página del santuario. El 18 de septiembre escribí al Secretariado, que regenta Annick Bescond, Asistente del Rector. Atendiéndome muy diligentemente, remitió mi consulta a la comunidad jesuita, y al poco me volvía a escribir:
«Uno de los padres jesuitas que viven en Paray le Monial tuvo la amabilidad de enumerar para usted todas las personas que aparecen en el fresco: A la derecha están representados:
-el Padre Roothaan (1785-1853) superior de la Compañía de Jesús en 1829,
-el Padre Croiset (1656-1738) corresponsal de Marguerite-Marie Alacoque
,–Padre Gallifet (1663-1749), defensor de la causa en Roma,
–Padre Gautrelet (1807-1886),
–el padre Ramière (1821-1884)
–de Hoyos (1711-1735); a la izquierda,
–Madre Marie-Henriette, duquesa de Montmorency (1600-1666),
–Jacqueline Favre (1589-1637) y
–Charlotte de Bréchard (1580-1637) (primeras compañeras de Santa Juana de Chantal), luego
–Anne-Madeleine Remuzat(1696-1760)
,–Françoise-Madeleine de Chau-gy (1611- 1680) y
–Claire-Françoise de Cusance(1621-1640)».
La razón común de ambas obrases el munus suavissimum recibido por la Compañía de Jesús en las revelaciones de Paray. Pero parece añadirse una nueva circunstancia. Uno y otro datan de la misma época, ya bajo el Generalato del Padre Ledochowsky. Y desde estos mismos años que se obtuviera cierta aproximación a la viday obra, de manera que en 1934 la editorial del Mensajero publicaba Le Pére Henri Ramière, de Parra, Gal-tier, Romeyer y Dudon. Paul Dudon redactaría el prefacio, y que dado lo expresivo del texto sobra cualquier comentario (p. VIII):
«En el cielo, donde descansa en Dios de sus grandes trabajos, el padre Ramière sabrá perdonarnos el retraso en celebrar su memoria. La misma eternidad bienaventurada no ha podido más que aumentar aún más la amplísima indulgencia de que hacía gala aquí abajo. Los santos nunca tienen prisa en que se hable de ellos.
»Pero el Señor quiere que se exalte a sus siervos. Con independencia de lo que los protestantes piensan, no solo no pierde nada el culto debido a Dios por los honores que se tributan a sus amigos de elección.
»Al contrario, más bien se incrementa dicho culto, puesto que su excelencia, y siendo de ellos mismos, lo es por un título por completo superior, esto es, obra de la omnipotente bondad divina». «También este libro, que el Mensajero deposita humildemente como tardío homenaje de justicia sobre la tumba del padre Ramière, es todavía con mayor razón un grito de reconocimiento al Corazón de Jesús que tuvo a bien darse a sí mismo un apóstol tan ardiente y tan fiel». Surgió de improviso nuevo interrogante: ¿dónde descansa el Padre Ramière? Y si bien no podía resultar otra cosa una vez obtenida la respuesta –fallecido en Toulouse–, sus restos descansan en Toulouse la cuestión era justamente saber dónde. En efecto, indagué en la página de la Provincia jesuita de Francia. Obtuve un nombre.
El 6 de octubre cursé correo al padre Pascal Gauderon, quien me atendía pasados unos días. El 24 del mismo mes recibía correo del padre Daniel Règent, a la sazón director diocesano de la Red Mundial de Oración del Papa, y aportaba datos concretos:
«El padre Ramière está enterrado en el cementerio de Terre Cabade, sección 3, división 1, no lejos dela estación de Matabiau (estación central), un poco más arriba de la colina. Allí están enterrados varios jesuitas». Habiendo dado oportunamente las gracias por mi parte, el padre Régent tuvo la gentileza de remitirme un nuevo, expresivo y sorprendente correo con dos fotografías obtenidas pocos días antes de la tumba en la que descansa infatigable apóstol del Corazón de Jesús: «¡Hola, no pensé que lo encontraría tan rápido! Alguien de la comunidad había estado en el cementerio hace unos días para el mantenimiento. Había hecho algunas fotos. Saludos cordiales».
Junto al nombre del padre Ramiére la lápida ofrece otro; el del padre Gighac. Sí, con toda intención nuestra ampliación incorpora el nombre del padre Gighac. Charles Parra se había referido a él narran-do la muerte del padre Ramière:
«El padre Ginhac, a quien se conocía por su santidad, da acerca del padre Ramière un testimonio, del que sus tercerones2de entonces,1884-1885, permanecen garantes al presente. Lo tomamos de una carta del padre Cros (enero 1885), dirigida al padre Demartial y que seguidamente transcribimos: reproduce en la misma un texto de un misionero en Madagascar, el R. P. Fontanié, que fue tercerón del padre Ginhac:
»En un momento dado, tras un largo silencio, él (el padre Ginhac)abrió sus ojos, como si hubiera tenido una visión, y me dice:
«–¡Ah! este buen Padre Ramière ha ido derecho al cielo. Dios le ha concedido la gracia de ahorrarle el Purgatorio. Me lo dice con un tono tan penetrante, con una voz tan elevada, con aire tan inspirado, que pensé que acababa de ver al mismo padre Ramière. Y me repetía: –Sí, es absolutamente seguro: el padre Ramière ha ido directo al cielo. Le planteé una objeción: Reverendo Padre, ¿sabe Ud. que hay grandes santos que han pasado primero por el purgatorio?
«El mismo padre de la Colombière, el gran apóstol del Sagrado Corazón, anterior al padre Ramière, hubo de pasar previamente por el Purgatorio. Me respondió: -El Padre Ramière ha amado a Nuestro Señor: Los más grandes santos no han amado a Nuestro Señor con más desinterés, coraje, simplicidad, olvido de sí mismo. Razón por la que ha obtenido este favor reservado a los más grandes santos en la Iglesia del Cielo. A lo que añadía muchas otras cosas acerca de la santidad del padre Ramière; pero no me es posible declararlo todo…» (Le Père Henri Ramière, 60-61).
Al poner por escrito sus «ocurrencias» de 1924, el padre Orlandisse hizo eco: «La segunda etapa, considero yo que la marcan los escritos y las empresas del padre Enrique Ramière (del santo Padre Ramière, como le llamaba el padre Gighac)